Plan arborizarte: arborizar la ciudad de Ilo con arte (II)

POR: JONÁS FIGUEROA SALAS    

Dos ideas introductorias. Los árboles no necesitan de los seres humanos para vivir, crecen solos en condiciones extremas y circunstancias complicadas para desarrollarse; pero el hombre no puede vivir sin los árboles, para cubrir sus necesidades vitales y para mejorar la habitabilidad y el permanecer. La segunda idea habla de las sabidurías ancestrales de los Incas para planificar y construir lugares apropiados para la vida y la permanencia en sitios idóneos, donde había buena tierra y disponibilidad de agua, ordenando el territorio según los ciclos de la naturaleza. Con anterioridad, los Waris incursionan en ingenierías hidráulicas y sus ordenamientos territoriales están fuertemente relacionados con el agua de los humedales de las arideces de Pachacamac y Nazca y las confluencias fluviales de Piquillacta. Ingenierías que heredan los Incas y las transforman en arquitecturas y paisajes, de acuerdo con las aptitudes y capacidades de acogida del territorio.

Recibo algunos comentarios con relación a los costos que involucra esta propuesta de arborización de una ciudad árida como Ilo, modelo para otras ciudades situadas en la disciplina climática y ambiental del desierto de Atacama. Lo cual es de agradecer, porque señala que la columna se lee y promueve opinión en la materia. Ese es su objetivo y motivación.

Nuestros países son pobres no por falta de recursos ni medios para resolver la canasta de necesidades básicas, entre ellas disponer de un buen lugar para habitar, permaneciendo con dignidad. Nuestros países son pobres por falta de ideas y estrategias para superar los problemas y demandas que nos plantea habitar un territorio escaso en bienes naturales, pero rico en oportunidades para resolverlas, tal como la Región de Moquegua.

La plantación de un árbol, los cuidados necesarios para su desarrollo adulto en los primeros cinco años de su crecimiento, pueden cifrarse en unos 200 soles o US$ 50 anuales. A cambio de ello, si pudiésemos cuantificar los beneficios que ese mismo árbol según edad y especie, puede generar en la ciudadanía, el medioambiente, el paisaje, etc, superan con creces esos costos de producción, entre 1.000 y 3.000 soles anuales.

Entre otros beneficios, un árbol promueve cultura cívica y ritos sociales, mejora las condiciones de humedad y temperatura de su entorno, retiene suelo de quebradas y corredores pluviales en los periodos de lluvia, disminuye los riesgos promovidos por huaycos, es un aislante acústico y térmico, mejora las condiciones paisajísticas de habitabilidad y la percepción sensorial de las personas, entre otros. No es lo mismo salir cada mañana al trabajo, al trámite, a la escuela abriendo la puerta y encontrarse con un polvoriento erial con 30° o 40° de temperatura, que salir rodeado de árboles, de sombras, colores y olores. Un árbol mejora el ánimo y nos predispone para el comienzo del día. Todo ello podríamos cuantificarlo en miles de soles anuales, para beneficio de los humanos, del medio ambiente y el paisaje. Hoy debemos pensar que el árbol es una máquina ambiental, que nos prepara para las transiciones sociales, ambientales, climáticas, energéticas, paisajísticas, tecnológicas, etc. disminuyendo costos y mitigando riesgos.

El siglo XXI debe ser el siglo de las reparaciones, de las devoluciones y las restituciones. No hay otro destino para la humanidad. Entonces, comencemos plantando un árbol…

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