POR: BETO LAJO PAREDES
Ante la debacle de los partidos “tradicionales”: APRA, Acción Popular, PPC e Izquierda Unida, en la década del noventa; insurgió Cambio 90 de Alberto Fujimori, aglutinó a nuevos actores políticos: informales; micros, pequeños y medianos empresarios; congregaciones evangélicas; asentamientos humanos marginales y profesionales emergentes.
La caída del fujimorismo, a fines del siglo XX, significó, a inicios del siglo XXI; la aparición de Perú Posible de Alejandro Toledo, luego, el resurgimiento del APRA con Alan García; gobernaron bien, sin embargo, perdieron sus inscripciones en el JNE; curiosamente, el neofujimorismo de Keiko Fujimori, en tres elecciones quedó en segundo lugar, a poquísima diferencia del ganador.
Los movimientos regionales, en la segunda década de la presente centuria, lograron la hegemonía electoral en regiones; tres, se convirtieron en partidos nacionales: Somos Perú del extinto Alberto Andrade, de Lima creció al país; Alianza para el Progreso, ganó la alcaldía de Trujillo, desplazando al APRA, se extendió al resto de provincias; Perú Libre, empezó en el Gobierno Regional de Junín, llegó a la Presidencia de la República con el Prof. Pedro Castillo.
Los demás, se estancaron en sus departamentos, no se aliaron interregionalmente, no mostraron vocación de constituir una fuerza política nacional. Ante la supresión, de los movimientos regionales, algunos se han puesto a llorar, otros, más prácticos, han celebrado compromisos de afiliación, como: Trabajo más Trabajo con Podemos Perú; Esperanza Loretana con Renovación Popular; Alianza para el Progreso viene conversando con autoridades regionales y locales.
El oportunismo del fujimorismo, antes, impulsó las agrupaciones locales y movimientos regionales, ahora los suprime; impuso la unicameralidad, ha hecho retornar la bicameralidad; prohibió la reelección de autoridades, ahora la propicia; hizo lo posible por sacarlo a Kuzcynski de la Presidencia, ahora hace lo imposible por sostener a Dina Boluarte hasta el 2026; combatió la “partidocracia”, ahora formaliza dinastías y nepotismos partidarios de herederos y propietarios, como la subasta de candidaturas. Nada bueno se puede esperar de partidos sin democracia.
El 2021, Bicentenario, hubo Elecciones Generales: presidenciales, congresales y al parlamento andino, participaron veinticuatro (24) partidos políticos (hoy son 30), varios no presentaron fórmula (plancha) presidencial, otros tantos no inscribieron listas congresales en algunos departamentos o regiones, partidos de trayectoria importante fueron desembarcados del proceso comicial.
Para la designación de candidatos, se programaron Elecciones Internas, la gran mayoría, lo hizo mediante delegados, muy pocos realizaron elecciones primarias cerradas, ninguno llevó a cabo elecciones primarias abiertas. A pesar del escaso empadronamiento de afiliados, se registró ínfima asistencia.
Ningún partido político llegó siquiera globalmente, al diez por ciento de votos de sus militantes; incluso, en todos, a excepción de tres organizaciones políticas, hubo listas únicas sin competencia. Estas elecciones internas fueron mucho menos que un simulacro. En vez de fiestas democráticas, se vieron elecciones fúnebres.
En consecuencia, los elegidos candidatos, en dichos comicios internos, se constituyeron en postulantes sin respaldo de sus propias bases partidarias. Otro aspecto es la ausencia de democracia, pues, no se conoce realicen: congresos nacionales cada cierto número de años, periódicas convenciones macrorregionales, plenarios ampliados; ya sea para elegir a sus dirigentes nacionales; definir las políticas y programas; emitir pronunciamientos institucionales. En su lugar, se ha instaurado la dirección autoritaria, el nepotismo dirigencial, la subasta de candidaturas, la dinastía partidaria.
Ya no existe la preparación de estadistas políticos nacionales, regionales y locales; la formación de cuadros técnicos; la promoción de líderes; la presentación de libros; el desarrollo de eventos: cursos, talleres, seminarios, paneles y otros, sobre; problemática y perspectivas; capacitación de dirigentes vecinales y promotores sociales, alcaldes y regidores, gobernadores y consejeros, congresistas y ministros. Esto sucede, cuando los partidos políticos, representados en el Congreso de la República, perciben recursos del Estado, para financiar las actividades arriba indicadas. Sugerimos rindan cuentas e informen cómo preparan a sus candidatos.