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21 abril, 2025 9:50 am

Moquegua sigue atrapada en la alfalfa

El 48% de la tierra cultivable en la región se destina a la alfalfa, un producto que no se consume directamente, mientras cultivos de alto valor como arándanos, palta y vid siguen relegados por falta de infraestructura, incentivos y planificación.

POR: JORGE ACOSTA ZEVALLOS (ECONOMISTA DEL CEOP ILO)

En el artículo anterior afirmábamos que los arándanos ocuparon, en crecimiento, el primer lugar en el mes de enero del presente año y que era de nuestro gusto que este ascenso continuara, debido a que debíamos ya dejar de ser alfalferos. La idea central es buscar sustitutos que cambien la estructura agrícola del departamento por otros cultivos que usen más eficientemente el agua, generen más empleo y sean alimento directo de las personas en todas las latitudes del mundo.

La realidad agrícola de Moquegua, según las estadísticas del Reporte del Banco Central de Reserva, señala que la estructura del agro del departamento la ocupa en un 48% la alfalfa, es decir, casi la mitad de la tierra para sembrar se dedica a este producto. Le sigue la palta con un 10%, un producto que sí se consume directamente y también se exporta (la variedad Hass), y que genera ingresos en los pequeños agricultores.

En tercer lugar, está el emergente arándano, con 3.8%, que se suma a la producción de otros departamentos, colocando al Perú como el primer exportador mundial de este fruto muy apreciado y ahora posicionado en el menú internacional. Cerca está la vid (uvas), con el 3.7%, que es alimento directo e insumo de los famosos vinos y piscos moqueguanos. Le siguen, con un reducido porcentaje, el zapallo y el maíz amiláceo: el primero para el consumo directo e indirecto; el segundo, para alimentar aves de corral. La importante cebolla, de demanda continua, solo representa el 0.8%.

Moquegua es un departamento de reducida área agrícola y, a pesar del exponencial crecimiento minero y los importantes ingresos públicos, no ha logrado diversificar la actividad productiva agrícola ni incrementar su área de cultivo. Y nos damos el lujo de dedicar gran parte de ella al cultivo de la alfalfa.

Son varios los factores que han favorecido la vigencia de la alfalfa. Entre ellos están el costo del agua y su tecnología de riego. Las tarifas son ficciones y las tecnologías son las tradicionales, “por gravedad” en general. La producción de alfalfa es parte de la cadena lechera que termina en el monopsonio de Gloria S.A. Entonces, el negocio resulta más seguro que aventurarse con productos no tradicionales, cuyos precios varían según la oferta y la demanda.

Se añade que, para sembrar nuevos productos, no se cuenta con incentivos sustanciales: los créditos son caros, hay que aplicar nuevas tecnologías de irrigación, la capacitación y el asesoramiento técnico son limitados, no se puede exportar directamente desde el departamento y hay que aliarse con emprendedores de otras regiones.

Las universidades y los centros tecnológicos no investigan sobre el tema. No hay evidencias de que se estén promoviendo nuevas prácticas tecnológicas para las zonas donde existe el minifundio en extensión. Aparte de la represa de Pasto Grande, no hay otras represas importantes construidas. Han pasado décadas y solo tenemos dudosos convenios para comenzar a estudiar tres nuevas represas que, por el momento, solo existen como ideas. Y de irrigaciones como las de Ica, el norte del Perú o Arequipa… no hay nada.

Ojalá, algún día de este año, comience a sembrarse en las lomas de Ilo. Esperamos que los responsables del Proyecto de Pasto Grande y del Fondo Quellaveco se pongan de acuerdo sobre si abrir el caño poco a poco o hacerlo solo para ampliar ya la frontera agrícola.

Mientras lo anterior no ocurra, la estructura agrícola seguirá siendo alfalfa, que no la comemos.

Análisis & Opinión