POR: CESAR A. CARO JIMÉNEZ
En muchas ocasiones he recordado al famoso poeta estadounidense, Walt Whitman, sobre todo aquella frase en la que señala que la democracia es una bella palabra cuya historia aún tiene que ser escrita. Esta frase cautivadora nos debe hacer reflexionar sobre la aun inconclusa lucha de la humanidad por alcanzar una verdadera democracia.
A lo largo de la historia, tanto en el ayer como en el hoy hemos sido testigos de numerosos casos en los que gobiernos autocráticos y los abusos de poder han prevalecido sobre el ideal, tanto en nuestra patria como en el resto del mundo, en el que vemos como las actitudes autocráticas, la corrupción, la desinformación y los abusos han socavado y socaban los principios democráticos y cómo aún nos queda un largo camino por recorrer para construir una sociedad realmente democrática en nuestro devenir cotidiano.
Las autocracias se caracterizan por el control absoluto del poder por parte de un individuo o un grupo reducido de personas. Estos regímenes, a menudo, utilizan tácticas corruptas, dictatoriales y represivas para mantener su poder y control sobre la población que se ve limitada e incluso amenazada. Uno de los principales problemas inherentes a las autocracias es la falta de apertura y transparencia. La toma de decisiones se realiza a puertas cerradas, sin tener en cuenta la opinión y las necesidades del pueblo. Esto lleva a la falta de representatividad y participación ciudadana, poniendo en riesgo los valores fundamentales de la democracia. Las autocracias también son propensas a generar abusos de poder, violaciones de derechos humanos y corrupción sistemática. La concentración del poder en manos de unos pocos permite que se cometan injusticias sin que haya contrapesos capaces de detenerlos. Estos abusos incluyen la violación de la libertad de expresión, la persecución de disidentes políticos y el control mediático, entre otros. Además, las autocracias a menudo socavan el estado de derecho y la independencia judicial. Esto significa que las leyes pueden ser manipuladas y utilizadas para proteger los intereses de los gobernantes en lugar de garantizar los derechos y libertades del pueblo. La falta de un sistema legal imparcial y transparente es uno de los obstáculos más significativos para alcanzar una verdadera democracia.
Y lo que es peor, como lo venimos apreciando desde hace varios años, la gran mayoría de las autoridades parecieran haber convertido a sus instituciones, sobre todo a las edilicias y regionales, antes que en generadoras del desarrollo en promotoras de espectáculos de dudosa calidad, apoyadas financieramente en muchos casos por las grandes empresas, que con raras excepciones, apoyan en la práctica el proverbio latino originado en 140 a. C. para ganarse el voto de la plebe basado en el clientelismo regalando licor y comida barata y entretenimiento para despojar del espíritu crítico al pueblo que a la vez tiende a sentirse satisfecho por esa falsa generosidad de los gobernantes. Esta estrategia demostró ser una forma muy efectiva de acceder al poder y conservarlo, lo que se trasluce en que, finalizadas las actividades por el aniversario de la fundación española de Moquegua, nada queda, tanto en obras como en sueños o ilusiones, salvo fealdades a las cuales tanto el actual ¿alcalde? provincial como otras autoridades entrecierran los ojos para no ver y evadir su responsabilidad en la belleza y ornato público como es el caso de la cochera ubicada a casi cien metros de la Plaza Mayor de nuestra ciudad (entre las calles Arequipa y Moquegua), a la par que se desconoce cuáles son sus sueños y propuestas, aparte claro está de promover actividades más comerciales que culturales.
Los que nos lleva a pensar, que quizás hemos caído en un exceso de democracia al creer que el hecho de poder elegir, a la vez nos da carta libre para votar por un cualquiera muchas veces sin mayor vuelo o idea de lo que es dable hacer, tanto en nuestro medio como en el resto de la región.
Por ello, vemos que este aniversario ha brillado por la ausencia de inauguración de obras de impacto, como las propuestas de otras tantas a construirse a partir de la fecha, para las cuales quizás haya recursos, pero no ideas, las cuales giran esencialmente por las mentes de innumerables asesores “políticos” preocupados más en como disfrazar las carencias de sus jefes ante las diversas opiniones de los sectores sociales, en muchos de los cuales está comenzado a crecer la idea que antaño cuando los alcaldes y otras autoridades eran designadas por el gobierno central las cosa pública funcionaba mejor porque se escogía a las autoridades con una trayectoria profesional, pública y política conocida, aparte que si no se desempeñaban bien podrían ser inmediatamente reemplazados, algo que no ocurre con los actuales. Asimismo, expresan que, al tener la facultad de nombrar a las autoridades locales, el poder central puede ejercer un control directo sobre las políticas y acciones implementadas en cada región. Esto ayudaría a asegurar la implementación de políticas nacionales y la coordinación adecuada entre los diferentes niveles de gobierno, evitando la politización excesiva, que donde los candidatos pueden ser elegidos en función de sus afiliaciones políticas en lugar de sus méritos individuales, solo ha dado lugar al favoritismo y la corrupción.