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Las olas de Moquegua

Vendrán otras olas, solo esperamos que estas sean más equitativas que logren que en Moquegua la agricultura sea masiva, extensa y alta productividad. No dejamos de reconocer que somos mineros y que aspiramos a que viva armónicamente con el medio ambiente.

POR ECO. JORGE ACOSTA ZEVALLOS   

Desde pequeño viajaba consecutivamente desde Ilo a Moquegua en la década del 60, la cuidad era pequeña y de pocos habitantes, se caracterizaba por su orden, limpieza y vegetación, parecía un oasis en medio de un desierto árido. Atraía su clima agradable y su plaza con sus frondosos árboles que brindaban sombra ante el ardiente calor. Los dulces eran el principal atractivo para los niños, los adultos la palta, damasco y el conejo chactado en la Villa.

Llegar a Moquegua era para llenarse de energía y descanso pues a esta ciudad generalmente mis progenitores viajaban para realizar trámites en alguna oficina pública. La calma era eterna, la denominaban en ese tiempo “la ciudad dormida”, no por la pasividad de sus habitantes, sino como era un pueblo fundamentalmente agrícola, sus gentes después de laborar desde las primeras horas de la mañana, se recogían a sus casas de adobe en donde sus ambientes tenían un calor adormecedor, invitaba a la siesta.

Hoy Moquegua es más dinámica y cosmopolita, sus antiguos coterráneos emigraron y otros son los asentados. Como cambio y cuál será su futuro se nos ocurre preguntarnos. Me aventuro a inventarme una serie de olas que la modificaron.

La primera ola es inmensa en el tiempo, comienza desde los nómades pre incas y los pequeños asentamientos incas. El agua siempre fue un bien y un mal, el rio era de aguas escasas y veraniegas y la agricultura no era extensa a pesar de la presencia de tierras factibles de sembrarse. El rio muchas veces se secó y en otras arraso turbulentamente el valle. En la parte colonial la presencia de la Iglesia fue muy influyente para las ordenes cristianas que construyeron hermosas Iglesias, monasterios y escuelas. La republica afianzara el comercio no tan intenso con la región del sur, se construye el Ferrocarril desde Ilo para transportar alimentos hacia la ciudad andina. Esta fase se prolongaría hasta la década del 60 y 70, preponderaba la agricultura con sus uvas, manjares, cuyes, vacunos y dulces. La presencia de un Ilo industrial le beneficiara con el incremento del sector público, servicios y comercio de un atrayente, fecundo mercado primero pesquero y después minero – metalúrgico.

Segunda ola, con la llegada de la mina de Cuajone que en el gobierno de Velasco Alvarado inicio las primeras negociaciones para a la exploración, primero y la posterior explotación. Aparece la primera contradicción entre los intereses agrícolas y los de la minería. El primero es el agua tan escasa y tan disputada. El Proyecto Mc Creary Koretsky sintetizando varios otros estudios trataba de armonizar el uso del agua para ampliar la frontera agrícola, la irrigación de Lomas de Ilo y la dotación de agua para la Mina de Cuajone. Sin embargo, se impondrán los intereses mineros y el inicio de esta mina le va cambiar la vida a Moquegua, primero por la llegada de inmigrantes, aparición de la vida nocturna, incremento de proveedores. La ciudad se expande urbanamente y sus problemas sociales se elevan. Ya antes Leche Gloria también cambiaba el escenario agrícola y el sembrado de alfalfa sustituye a los tradicionales.

La tercera ola nacerá de la insistencia de los lideres moqueguanos que defendían la ecología y proponían renta a la minería por la explotación del cobre y otros. Son los años del 80 y 90 en la que la construcción de la Represa de Pasto Grande y ampliar la frontera agrícola estaba en la agenda. Por aquel tiempo se aprobará el Canon minero tergiversado pues no es por el recurso explotado sino una deducción del impuesto a la renta para el departamento. Se avanza en la construcción de la represa Pasto Grande para regular y aquietar la guerra del agua incesante. Moquegua se consolida en la concentración de la gestión pública con casi todas las oficinas del Estado.

Cuarta Ola ocurrirá con el boom minero, los precios del cobre en la primera década del milenio se incrementan exponencialmente, los gobiernos locales y el regional serán favorecidos con el canon minero. El chorro fue cuantioso, la construcción publica masiva al extremo de dar paso a la corrupción sin límites. Moquegua logra renovar su infraestructura y ante la amenaza de una distinta distribución del canon impulsa el famoso Moqueguazo, acontecimiento que repercutió en el escenario nacional e internacional. La faz moqueguana cambia y nacen varios nuevos asentamientos que se convierten en distritos. Ya Moquegua era otro y su faz muy diferente y ya estamos en el inicio de la segunda década del milenio.

Quinta Ola se reimpulsa con el inicio de la construcción de la Mina de Quellaveco, el crecimiento voluminoso del sector público, el incremento de gran número de micro y pequeñas empresas tanto productivas como de servicios. Sin embargo, ocurrirá el escaneo de Moquegua con la pandemia del COVID 19 que transparento la gran desigualdad de ingresos en varios bolsones de la población, la presencia extensa de la informalidad, la agricultura minifundista alfarera pero también de productos de buena calidad como la palta Hass, el arándano, uvas, damasco, orégano entre otros.

Vendrán otras olas, solo esperamos que estas sean más equitativas que logren que en Moquegua la agricultura sea masiva, extensa y alta productividad.  La tierra existe, el problema es al agua. Moquegua necesita una clase política joven y con visión de desarrollo inclusiva, equitativa, moderna que se faje por los intereses colectivos y le demuestre que es cero en corrupción y 20 en resultados. No dejamos de reconocer que somos mineros y que aspiramos a que viva armónicamente con el medio ambiente. ¡Feliz Aniversario Moquegua!

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