La campaña del no, versión Chile 2019

POR: CYNTHIA ELOÍSA RIVERA BUSTAMANTE

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Hace exactamente dos semanas, -luego de conocer inesperadamente a Claudio Narea, guitarrista de los Prisioneros (un hito en mi historia)-; fuimos al teatro, tuvimos mucha suerte, pues en cartelera, por celebrarse treinta (y un) años del plebiscito contra la dictadura militar de Pinochet (referéndum, realizado el 05 de octubre de 1988), se escenificaba, lo que para Chile significó la Campaña del NO, en una versión 2.0. Ya lo había visto en el cine (con Gael García), leído también, alguna vez, pero verlo representado por propios chilenos, fueron evocaciones a un pasado en el que no estuvimos, pero que la historia se encargó de contárnosla, recordar la dictadura que desconocía la voz del pueblo, sumado a la reflexión de lo que se hace ahora, en el día diez de evasiones y cacerolazos en Chile, en honor, a este gran triunfo del NO, aunque quizá, inicialmente, no lo hayan tenido en cuenta.

Chile, siempre se ha caracterizado en Latinoamérica por su activismo social muy fuerte, aunado al legado de sus artistas, que, en el tiempo, se encargaron de guardar en la historia, letras que hoy cobran mucho valor, una retórica de aquellas cosas, que no deberían pasar en el 2019, pero pasan, pues el cambio que se esperaba lograr con el triunfo del NO, acabada la dictadura de Pinochet, y la esperanza de la transición a la democracia con el gobierno de Patricio Aylwin, hoy no existe, pues en otras versiones de dictadura quizá, el malestar continúa. Muchas salas de teatro, cómo otros negocios están cerrados en Chile, artistas, periodistas, y gente de todo el mundo, con ollas y cucharones, o a través de la plataforma viral que ofrece las redes sociales, también se han unido a esta reivindicatoria del NO.

Hoy vemos a muchos chilenos y chilenas haciendo respetar su dignidad como seres humanos, como ya lo hemos leído a través de muchos medios de comunicación, y “opinólogos” (seguramente como yo), no solo se trata de la suba del pasaje del metro, quizá los jóvenes, a quienes se les suele criticar, motivaron con su protesta  (iniciada con las evasiones), a otras generaciones de chilenos y chilenas, para apoyarlos en su reclamo, y por supuesto, defender también, su propia protesta, sus necesidades, pues al igual que ellos, también tenían que decirle a su gobierno, y al país entero, que por más que su Presidente, hace pocas semanas, declaraba que Chile, era un oasis, debajo de ese oasis, muchos problemas, se estaban haciendo, cada día, más grandes, y el sentir generalizado de desigualdad, producto del hartazgo del modelo económico, dónde si es cierto, que algunos pocos la pasan muy bien, otros todo lo contrario; el alto grado de indignación alcanzado por la población ante los abusos de un modelo económico y político que ha producido los más altos niveles de desigualdad del mundo.

Producto de estas protestas (que no es sinónimo de guerra), han salido al alba una serie de problemas, que van desde la privatización de servicios básicos, cómo la educación y salud, la colusión de precios, desde el papel higiénico hasta medicinas, altas dietas para políticos, comparado con salarios mínimos y pensiones tan míseras, que no alcanzan siquiera para cubrir el costo de vida, resultado por el cual, el endeudamiento es tan alto, que se vive de tarjetas de retail, y se trabaja, para amortizar las grandes deudas, por esta vida de burbuja plástica, que cómo sabemos, estalló.

A pesar de las medidas violentas efectuadas por el gobierno, la criminalización de las manifestaciones, los estados de emergencia, toques de queda por todo el país, las pérdidas humanas, desaparecidos y detenidos, la protesta continúa. Prueba de ello, fue el pasado viernes 25, “La marcha más grande de Chile”, un encuentro inefable para Chile y el mundo.

Un país que hace unas semanas era un oasis, ha demostrado, treinta años después, con una nueva generación, que no soportan más, no ser escuchados, tienen mucho decir y aportar, cómo dejar de sufrir pasivamente por las decisiones de su gobierno. El Gobierno de Piñera, más allá de preocuparse por mandar mensajes confusos en redes sociales, o mensajes a la nación poco premeditados, tiene la oportunidad, de construir con todos y cada uno de los chilenos y chilenas, esta nueva versión de Chile, que, en definitiva, no sería un camino fácil, pero sería un camino real, de nada le sirve seguir trabajando en una Nueva Agenda Social (cómo es, que la ha denominado), en respuesta a lo que él cree, es lo que pide el pueblo chileno.

Muchos políticos desaprovechan la oportunidad de escuchar las demandas del pueblo y traducirlas a través de políticas, realmente inclusivas. Dejar “pensar por” y ofrecer algo recogiendo el texto real (palabras) de los chilenos y chilenas que están en las calles, con sus propias luchas y necesidades; iniciar el camino de diálogo genuino, dignificándolos cómo personas, dando valor a sus palabras, y empezar a construir ese nuevo Chile, quizá menos “competitivo”, o enfocado sólo a resultados macroeconómicos, pero si un Chile, más justo, más sostenible, volver a lo local, para construir a lo global, lo otro (ser un país realmente competitivo), vendría por añadidura.

Es tiempo y oportunidad para iniciar un nuevo comienzo para Chile, y Latinoamérica, veremos si se aprovecha esta “guerra”, para construir la paz, tan anhelada, en estos tiempos.

Hace dos semanas, suspirábamos pensando lo bien que se veía Chile, y su gente, sentir una envidia sana al ver sus programas de noticias, comparado con nuestro país, ver algunas iniciativas en favor al trabajador, cómo la reducción de horas de trabajo, idealizando a un Chile, que nunca existió, o quizá sí, pero a costa de mucho dolor, e injusticias.

Hoy, todos y cada uno de los manifestantes en las calles, nos dejan un gran aprendizaje, pues, luchar por tus derechos, nunca significará hacer una guerra, todos tenemos la oportunidad, de hacer algo, para que las generaciones futuras, cómo las actuales, vivan mejor; además, las necesidades de esta lucha no son tan alejadas, a las que se vive en nuestro país, y en general, la percepción de desigualdad, moviliza en estas últimas semanas a Latinoamérica, pero esa ya es otra historia.

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