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27 abril, 2025 6:41 pm

Contigo aprendí

POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA

Lealtad y gratitud son dos principios, de los tantos que existen, que no debemos perder de vista. Y si el primero es insostenible, recordemos siempre conservar el otro.

El 5 de marzo de 2024, Alberto Otárola renunció a la Presidencia del Consejo de Ministros. No fue sorpresivo, pues semanas atrás era evidente el distanciamiento con Dina Boluarte (entendidos refieren que se debió principalmente a la malograda relación con Nicanor, el hermano, por copamiento de personal por parte de Otárola en el Ejecutivo), y por problemas al interior del despacho ministerial que tenían que ver con favores personales a cambio de oportunidades laborales. Esto último, en resumen: favores sexuales pagados con la nuestra.

Fuera del gabinete, el apasionado “Chapulín” (seudónimo con el que es conocido según palabras de su amiguísima Yaziré Pinedo) guardó prolongado y cauteloso silencio, hasta el 3 de diciembre, cuando se presentó en la Comisión de Fiscalización del Congreso y manifestó que la mandataria se había sometido a una rinoplastia en el 2023, pero sin descuidar sus funciones, dando fe de ello pues en ese momento era Premier. Ningún parlamentario se lo preguntó, y quienes lo hicieron no esperaban que fuera a responder. Aun así, Alberto dejó su marca en el Hemiciclo.

De inmediato, como correspondía, la señora Boluarte Zegarra lo llamó cobarde. Y cuando creímos que el asunto quedaba ahí, y que no era más que una rabieta de Otárola resentido por haber sido expectorado del gobierno, este volvió a la carga. En extensa entrevista a Infobae el pasado 9 de los corrientes, acusó ser víctima de “persecución política”, con adjetivos descalificativos en contra de su sucesor y del titular de Educación. Gustavo Adrianzén no se quedó callado y le contestó que “me sorprende que hable de lealtad”.

Sobre esto último, lo curioso (o irónico, según se aprecie) es que, durante gran parte de este reportaje, el ex PCM dijo sobre la jefa de Estado: “yo la saqué de una acusación constitucional que tenía perdida. Fui leal. Le hice todos los discursos que leyó ante el Congreso, incluido el que asumió el cargo de presidenta”. En buen romance: ¡yo, yo, y solo yo!

Pero, un momento, Otárola olvida (o no quiere recordarlo) que si en estas circunstancias está brindando declaraciones (así jure a los cuatro vientos que quieren perjudicarlo) y tiene sintonía en la opinión pública, es precisamente gracias a Dina Boluarte. Sí, fue su abogado, consejero, ministro, y quizá hasta su “paño de lágrimas”; sin embargo, todo eso ocurrió porque ella lo permitió. Confió en él, apelando al añejo adagio: “lo que escribes con la mano derecha, que no se entere jamás la izquierda”. En lo sucesivo, sería bueno que antes de continuar deteriorando su prestigio ganado en tantos años como letrado y político, Alberto Otárola haga una pausa y, cuando le toque decir algo, que empiece con: “Dina, contigo aprendí…”.

Análisis & Opinión