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Al límite

Esta alianza implícita de sobrevivencia entre el Ejecutivo y el Legislativo --canalla e inmoral por donde se le mire-- que mantiene al presidente Castillo, ha llegado al límite y lo más probable es que, más temprano que tarde, termine en una desgracia donde los muertos, como siempre, los pone este pueblo que hoy está sumido en una de sus peores pesadillas.

POR: JULIO FAILOC RIVAS   

Un balance al cumplir un año de la gestión del Ejecutivo y del Legislativo, no se nos ocurre otra cosa más que concluir que ambos poderes del Estado han llegado al límite, entendiendo por ello, como una situación complicada o una restricción. Dicho de otra manera, tanto el presidente Castillo, como el Congreso que lo sostiene, se encuentran al límite de sus fuerzas, no pueden aguantar ya tanta presión.

También al límite significa que una persona se encuentra en una situación muy complicada que está a punto de desembocar en una auténtica tragedia. Sin embargo, estos dos poderes del Estado –con el mendaz cuarto poder de la prensa– son absolutamente inconscientes o irresponsables del daño que están generando y de la desgracia que pueden provocar.

¿Pero qué hace que alguien llegue a ese límite del que estamos hablando? Son varias la razones, sin embargo, la principal es la lucha del poder por el poder, cuya manifestación ha sido la presentación de cuatro listas para la disputa de la mesa directiva, derivado de la ambición absurda por una presidencia que, supuestamente, en cuestión de días quedará vacante.

No le falta razón a Jesús Manya cuando señala que “…estamos ante un empate catastrófico o empate destructivo entre el poder Ejecutivo y el poder Legislativo, que son parte del reacomodo del poder con un Pedro Castillo que ha perdido iniciativa y perspectiva popular que suponía era su elección, lo grave del asunto es que esa sociedad y movimiento popular, se encuentran paralizados y tampoco actúan con iniciativa en este desenlace”.

Pero no hay mal que dure cien años ni país que lo resista. Un paso en falso en el Congreso, se incendia la pradera y se van todos, y eso lo sabe la mayoría de los congresistas, razón por la cual no se atreven a sumar los tan ansiados 87 votos para que se vaya Castillo y la gran familia (en la cual se incluye a Dina Boluarte), de manera que el presidente de la Mesa Directiva del Congreso va a tener que esperar el audio que compromete directamente a Pedro Castillo y que venimos reclamando desde hace un largo tiempo.

Castillo está blindado por la torpeza derivada de la ambición bruta de los congresistas, está blindado por el miedo a perder la curul, sin reelección a la vista que les había prometido Maricarmen Alva; además de los cuatro años de sueldos y de los beneficios completos (incluidas las prebendas que les otorga estar al servicio del poder económico). Si Castillo cae, todos caen, aun cuando hubiera sucesión presidencial.

Esta alianza implícita de sobrevivencia entre el Ejecutivo y el Legislativo –canalla e inmoral por donde se le mire– que mantiene al presidente Castillo, ha llegado al límite y lo más probable es que, más temprano que tarde, termine en una desgracia donde los muertos, como siempre, los pone este pueblo que hoy está sumido en una de sus peores pesadillas.

Si hay algo peor que llegar al límite es la situación de un pueblo embalsado de frustraciones, cuya escasa razón de unidad, en estos últimos días, pareciera haber desaparecido ante la eliminación para el mundial y la pérdida del Tigre Gareca, quien hacía que la esperanza solo se perdiera cuando se había perdido la última esperanza. Y como la esperanza siempre es lo último que se pierde nos queda decir: ojalá nos equivoquemos.

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