POR: ABOG. JESÚS MACEDO GONZALES
El día 20 de noviembre se recordó 35 años de la firma del tratado internacional denominado Convención de los Derechos del Niño, este tratado es el origen de la ciudadanía de los niños, niñas y adolescentes en el mundo. A partir de este tratado, teóricamente los niños tienen derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Además, pueden expresar su opinión, pueden solicitar una educación de calidad, tienen derecho a la salud, y todos los Estados se comprometen a crear una norma específica para que se respeten los derechos de los niños. Esta norma específica en el caso del Perú se llama Código de los Niños y Adolescentes.
El artículo 30 de la Constitución Política del Perú afirma que, para ser ciudadano, se requiere que una persona tenga 18 años, e inscripción electoral. No obstante, desde esa perspectiva los niños, niñas y adolescentes no serían ciudadanos porque, aunque tienen documento nacional de identidad; es decir, están inscritos en el registro electoral, no tienen 18 años y en consecuencia no pueden votar. Al respecto es bueno aclarar que históricamente se ha entendido que ser ciudadano era sinónimo de votar y el voto significaba que tenías el poder para decidir y elegir a las autoridades. Es decir, se ha hecho referencia sólo a la ciudadanía política con un solo derecho político: el voto, y ser ciudadano no es sólo votar.
Hay que agregar que, mientras como docente universitario puedo estar discutiendo teoría sobre los derechos del niño, la practica va por otro camino. Por ejemplo, el Congreso de Perú aprobó hace unas semanas una ley que dispone que los adolescentes de 16 años o más que sean declarados culpables por delitos graves puedan recibir sentencias de hasta ocho años de cárcel, los cuales cumplirían en prisiones para adultos. Ningún niño, niña o adolescente nace delincuente, son parte de una historia rota de un mundo adulto que les cerró y mató las oportunidades ¿y la responsabilidad del adulto no cuenta?
Quiero celebrar los 35 años de la Convención, sabiendo que ningún niño, niña o adolescente que comete travesuras es maltratado; que ningún niño o niña que trabaje deje de ir a la escuela; que si un niño está enfermo no le pidan que venga su mamá para que lo puedan atender; si ejerce su opinión de la forma en cómo califica el docente, que el docente no se moleste porque el niño o el adolescente le critica; que si es elegido alcalde escolar no sea manipulado por el director; que si sus padres hablan quechua o aimara él también pueda hablarlo y no solo entenderlo; que si tiene que tomar decisiones no siempre le pregunte a sus padres porque le hicieron creer que era incapaz o inútil; que si tiene que participar en clase, no aprenda solo a levantar la mano para pedir permiso para ir al baño; que si es adolescente y tiene enamorada o enamorado, sus padres no lo vigilen como si fuera una mala persona; que si forma cola en un espacio público, le demos preferencia porque la ley lo manda, y si es niña no sea solo estigmatizada para criar a sus hermanitos. Cuando esto pase celebraré la Convención de los Derechos del Niño. Mientras tanto, seguiré enseñando sobre deberes y derechos de los niños, niñas y adolescentes y empoderándolos para que no sean víctimas de nadie sino ciudadanos y ciudadanas como el derecho internacional y el derecho constitucional lo manda.