POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA (ABOGADO)
Al poco tiempo de dejar la Presidencia de la República (2001-2006), Alejandro Toledo Manrique decidió radicar en los Estados Unidos de Norteamérica. Lo hizo al haber pasado gran parte de su vida y tener allá su lugar de residencia: La ciudad de Palo Alto en California.
Varios años después, empezó a destaparse la corrupción sistematizada y generalizada en el aparato estatal por parte de la corrupta Odebrecht. Entonces, el Ministerio Público comunicó que Toledo Manrique presuntamente habría recibido US$ 35 millones de coima a través del empresario peruano-israelí Josef Maiman.
En el 2018, el gobierno solicitó su extradición por los delitos de tráfico de influencias y lavado de activos. Como era de esperar, el exmandatario negó los cargos, increpando a cualquier periodista que osara preguntarle por ello.
Pero pronto esa red de mentiras cayó y Alejandro Toledo pasó de ser un ilustre residente americano a un prófugo de la justicia peruana. Sus apariciones públicas fueron cada vez menos, a medida que se solidificaba las imputaciones en su contra. Hasta que llegó el punto que ya no quiso declarar más, pensando quizá que con esta actitud el largo brazo de la ley se olvidaría de él. Para esto, nuestro “cholo sano y sagrado” utilizó todo tipo de artilugios legales en cualquier juzgado o Corte con la finalidad de evitar su extradición.
Pero todo tiene su final. Al menos en esta etapa de expulsión de las tierras del Tío Sam. El último viernes, el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito de EE.UU. le otorgó una moción de emergencia, suspendiéndose la entrega a las autoridades por 14 días, entendiéndose que vencido dicho plazo, el retorno a nuestra patria será inminente.
Coincidiendo con la Editorial de El Comercio: “Hoy la imagen que en su momento proyectó el ancashino ha quedado reducida a la caricatura de un hombre que se aferra con uñas y dientes al país en el que se encuentra prófugo desde hace más de seis años y que huye apresuradamente de los reporteros que tratan de abordarlo en la calle para obtener alguna declaración de su parte”.
Sin embargo, llamó la atención que ese mismo día, saliendo del mencionado Tribunal, el expresidente fue visto al lado de su socia y esposa Eliane Karp en un restaurant degustando sabores orientales, literalmente “como si nada estuviera pasando”.
Aficionado a la bebida, mentiroso como él solo (afirmó en octubre de 2015 estar yendo a la India a recibir un premio Nobel, cuando en realidad resultó ser más que un Diploma al Mérito; o haber dicho que enseñó en la prestigiosa Harvard y en realidad no ingresó a esta casa de estudios ni para ir al baño).
Acomplejado también (aseveró en CADE 2015 que le preguntó a Mark Zuckerberg por qué no han decodificado las Líneas de Nasca). Toledo pasa sus últimos días en paz y libertad. Dejará de vivir en Palo Alto, regresando al país como un cara de palo.