130 años del natalicio de José Carlos Mariátegui: una reflexión crítica

Los 130 años del natalicio de José Carlos Mariátegui son una oportunidad para celebrar su legado, pero también para hacer un examen crítico de nuestra realidad como moqueguanos.

POR: GUSTAVO PINO    

El 14 de junio de 1894, en la ciudad sureña de Moquegua, nacía José Carlos Mariátegui, uno de los intelectuales y pensadores más influyentes de América Latina. Este año se conmemoran los 130 años de su natalicio, una fecha que nos invita a reflexionar sobre su legado, pero también a cuestionar qué tan orgullosos podemos estar de haber formado a figuras como él. La realidad es que su nombre resuena hasta hoy no tanto por el apoyo y formación recibidos en su tierra natal, sino por su propio esfuerzo y el reconocimiento obtenido fuera de nuestras fronteras.

Mariátegui, conocido por su aguda crítica social y por ser un pionero del marxismo en América Latina, dejó una huella imborrable con su obra cumbre “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”. No obstante, la pregunta que surge es: ¿qué papel jugó Moquegua en la formación de este gran pensador? Lamentablemente, la respuesta es decepcionante. Mariátegui, como tantos otros talentos moqueguanos, no encontró en su tierra natal el apoyo ni las oportunidades necesarias para desarrollarse plenamente. Su formación y posterior reconocimiento se gestaron en otros lugares, lejos de Moquegua, que sigue sin poder reivindicar un papel significativo en la formación de sus grandes figuras.

Esta situación no es exclusiva de Mariátegui. Mercedes Cabello de Carbonera, Mariano Lino Urquieta, Horacio Zeballos Gámez o Ismael Pinto Vargas son otros ejemplos de intelectuales que, a pesar de sus contribuciones significativas a la literatura y el pensamiento, no recibieron el respaldo necesario en su lugar de origen. La falta de una infraestructura cultural y educativa robusta en Moquegua ha sido una constante que ha obligado a nuestros talentos a buscar horizontes más prometedores en otras latitudes.

En vez de celebrar con orgullo los logros de estos moqueguanos ilustres, deberíamos cuestionarnos por qué tuvieron que salir de su tierra natal para alcanzar el reconocimiento. Esta idolatría hacia escritores y pensadores que debieron emigrar para ser visibilizados es un reflejo de nuestras propias deficiencias como comunidad. La falta de apoyo y promoción local para el talento emergente es una realidad que se ha perpetuado, impidiendo el desarrollo de una literatura regional trascendente y visible.

La búsqueda de escritores moqueguanos en antologías y en Google es reveladora y, en cierto modo, desalentadora. Al escribir “escritores moqueguanos”, aparece mi nombre. No considero estar a la altura de gigantes como Mariátegui, Cabello de Carbonera o Pinto Vargas, pero esta situación indica algo preocupante. Si bien me enorgullece que mi trabajo sea reconocido, también es una señal de que nuestra región sigue sin producir una cantidad significativa de escritores que puedan destacarse a nivel nacional o internacional.

Esta realidad plantea una reflexión necesaria: ¿qué estamos haciendo mal? La respuesta puede encontrarse en la falta de políticas culturales y educativas que fomenten el desarrollo del talento local. No podemos seguir celebrando los logros de aquellos que debieron emigrar para triunfar sin antes cuestionar nuestras propias carencias. La formación de escritores y pensadores debe ser una prioridad para cualquier sociedad que aspire a un desarrollo integral.

Para no extender esta reflexión, los 130 años del natalicio de José Carlos Mariátegui son una oportunidad para celebrar su legado, pero también para hacer un examen crítico de nuestra realidad como moqueguanos. Debemos preguntarnos por qué no hemos sido capaces de formar y retener a nuestros talentos y qué medidas podemos tomar para cambiar esta situación. Solo así podremos aspirar a una verdadera literatura regional y a un campo literario efervescente que no dependa únicamente del reconocimiento externo, sino del apoyo y la valorización interna de nuestros propios talentos.

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