POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ
Es propicio que, en ciertas fechas, como es el caso del inicio de un nuevo año que las regiones y las ciudades al igual que las personas, también puedan aprender a avizorar y soñar a partir del presente, proyectos no individuales sino colectivos que puedan ser factibles y no vivir de ilusiones desmesuradas, sin sustento técnico ni económico.
Porque los pueblos, al igual que los individuos, también tienden a sobre apreciarse y auto engañarse atribuyéndose en muchos casos cualidades o rasgos que están muy lejos de poseer o ser. Y en dicho esquema sociológico y sicológico, Moquegua, y los moqueguanos de nacimiento y vivencia no somos la excepción, tal y como lo podemos deducir contemplando el cuadro adjunto en cual se mencionan innumerables proyectos que hasta el día de hoy no pasan de ser meras fantasías.
Pero a pesar de ello muchos la denominan con sincero orgullo: ¡La Capital del Cobre Peruano!…Y sin embargo, en la práctica no pasa de ser sólo un lema, en la medida que en su ámbito poco a nada queda de las ingentes riquezas que se obtienen por la venta de sus recursos cupríferos: las grandes empresas no invierten en proyectos sustentables en la región a lo que se agrega que la mayor parte de sus trabajadores, –con pocas pero honrosas excepciones–, prefieren hacerlo en otras ciudades, como Lima, Arequipa y Tacna.
Aquí, me permito una observación: en la última década, salvo en cierta medida la ampliación de Cerro Verde, no se ha instalado en Arequipa ninguna gran empresa y más bien, muchas se han trasladado al mayor mercado del país: Lima. Pero, sin embargo, los índices de construcción de Arequipa se encuentran entre los más altos del Perú, indicador que ha propiciado que se construyan varios centros comerciales, conocidos popularmente como “malls”: Saga Falabella, Ripley, Plaza Vea, etc., en tanto tienen actitudes irracionales como lo que ocurre con la negativa de la Southern a trasladar por la vida férrea hacia Ilo los concentrados de Quellaveco.
¿Cómo se explica el por qué no se invierte más en la región? En mi opinión parte de la respuesta es simple: Arequipa, gracias a sus características, especialmente en cuanto a la calidad de sus centros de estudios superiores, viene captando los recursos (sobre todo las utilidades) de gran parte de los trabajadores mineros, no solo de Cerro Verde, sino también de Las Bambas, de Tintaya, Toquepala, Cuajone e Ilo y próximamente Quellaveco. (Y el que menos compra un departamento, inicia allí un negocio o construye una casa para sus hijos).
Pero retornemos al motivo principal de este artículo: el tratar de lograr que realmente Moquegua se acerque en la realidad y en la práctica, a lo que pregona con tanto orgullo: ser la capital del cobre peruano, algo que al hacer el recuento clásico al fin e inicio de cada año, tenemos que aceptar que no pasa de ser una mera fantasía o lema en una región que tiene y tendrá índices como el ingreso per cápita, similares a los del primer mundo a pesar de que sus habitantes mayormente no somos dueños de nada y que además carecemos de instituciones serias y competentes en casi todos los ámbitos, no obstante que tenemos muchas condiciones para ser, por ejemplo, una ciudad universitaria de calidad en cierta forma parecida a La Plata (Argentina).
Pero para lograrlo tenemos que cambiar. Tenemos que ser más solidarios. Pasar de esquematismos y recelos al desafío de concebir nuevas visiones de la sociedad, del entorno regional, de las relaciones entre las personas y entre éstas y la sociedad. Se trata de mirar el futuro con ojos profundos, de prepararse a vivir un mundo diferente a partir del ya conocido y las secuelas que dejará la pandemia. Ciertamente, vale la pena comprometerse y hacer realidad la utopía de sentirnos todos hermanos…y ayudarnos como tales.
Espero que este artículo, –vana ilusión quizás–, permita crear conciencia entre los lectores y autoridades, cualquier sea su responsabilidad o influencia, sobre la urgencia de actuar, para ayudar a construir un entorno que permita hacer atractivas las inversiones en Moquegua. Lograrlo sería dejar el mejor legado social y económico a las próximas generaciones pudiendo exclamar recién entonces: ¡Feliz Año Nuevo!