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22 noviembre, 2024 11:13 am

¿Tiene futuro nuestro patrimonio histórico?

“Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado” - Miguel de Unamuno.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ    

En casi todo el país – y Moquegua e Ilo no son la excepción—abundan, aparte de restos arqueológicos y casonas virreinales una serie de “monumentos históricos, muchos de los cuales no tienen posibilidades de ser “rescatados o puestos en valor” en razón tanto a motivos económicos, como a precisiones en cuanto la importancia o calidad de los mismos. ¡Pero allí están, en muchos casos soportando el paso del tiempo sin que ninguna entidad asuma responsabilidad alguna para su estudio o valorización y en algunos casos, su reconstrucción!

En lo que respecta a Moquegua vemos que los años pasan uno tras otro, sin que se haga nada respecto a muchas semidestruidas casonas por los últimos movimientos telúricos, permaneciendo igual bien por falta de recursos económicos de los propietarios o por las disposiciones de los organismos culturales que no permiten modificaciones de carácter mayor.

Y si bien es cierto, que dichas orientaciones se dan teniendo en cuenta las recomendaciones de la UNESCO, tampoco se debe olvidar que dicha entidad también señala en la “Carta del ICOMOS-Australia para Sitios de Significación Cultural” (1979),  denominada también “Carta de Burra”, que se admite la reconstrucción cuando es la expresión de un uso o práctica que mantiene el valor cultural del sitio, pero preconiza una aproximación a los cambios “tan cautelosa como sea necesario, tratando que sean los menores posibles”; señalando además que como las circunstancias han cambiado, es necesario adoptar directrices nuevas. Las políticas del Ministerio de Cultura, comenzando con las oficinas de Moquegua tienen que abrirse a ideas nuevas y los instrumentos para conservar el patrimonio regional deben actualizarse: el pasado no deber ser un obstáculo insalvable para construir un futuro.

El objetivo es hacer compatible el crecimiento económico y el patrimonio cultural.

Y para muestra un ejemplo:  la construcción de la presa de Asuán que implicó la inundación de un vasto territorio donde vivían miles de personas y en el que se encontraban algunos de los templos más antiguos de Egipto, entre ellos el complejo de Abu Simbel.

Esto resultó en uno de los mayores proyectos de rescate arqueológico de los tiempos modernos, atrayendo la participación mundial de arqueólogos cuyo lema de trabajo era: “ahora o nunca”, dedicando su tiempo y conocimientos a evaluar la importancia de los restos arqueológicos, tras lo cual trasladaron los más valiosos a zonas que no sería cubiertas por las aguas, en tanto que los más valiosos fueron inundados por las aguas de la represa. De este modo, se localizó, excavó y trasladó veinticuatro de estos monumentos a ubicaciones más seguras, como por ejemplo a los templos de File, Kalabsha y Amada.

Y no solamente se trasladó restos arqueológicos. También se hizo lo mismo con cerca de 120 mil personas que fueron reasentadas en Sudán y Egipto, todo ello en función al proyecto de la Presa alta de Asuán que además de controlar las inundaciones del Nilo, aumento la generación de electricidad, que promovería la industrialización que Egipto se había esforzado tanto por lograr desde los tiempos de Mehmet Alí.

¡Y pensar que aquí, en Moquegua no se ha podido construir ni una sola gran represa más tanto por la oposición de las autoridades de los departamentos vecinos, como de los comuneros que viven en los linderos o tierras consideradas dentro de los límites de las proyectadas represas!

Y claro está, con la complicidad de las principales autoridades regionales actuales, que se limitan –repito una vez más–, a dejar pasar el tiempo sin complicarse la vida, tanto por sus limitaciones personales como por el deseo de servirse antes que servir, panorama que me temo continuará observando las ambiciones e ignorancia supina de la gran mayoría de los posibles candidatos, contando para ello con la miopía y silencio sobre todo de los colegios profesionales y los partidos políticos, que de esa manera contribuyen a la desinformación de la sociedad y los electores.

Y aquí me permito decirle al lector que tengo la absoluta seguridad –y quisiera errar–, que en el caso de los restos arqueológicos y los despojos de las antiguas casonas de Moquegua e Ilo, la situación seguirá igual años tras año, porque vivimos anclados en el pasado y en el desorden y egoísmo social que hizo exclamar alguna vez a Pablo Macera que el Perú era un burdel, a lo cual Baltazar Caravedo replicó: “Pablo está equivocado, porque un burdel es un sitio bien organizado”.

Análisis & Opinión