POR: JULIO FAILOC RIVAS
Hemos recurrido al título de la segunda novela de Bryce Echenique no solo porque coincide con el nombre del presidente, sino porque la trama del personaje central –guardando las distancias y los temas del caso– tiene características muy peculiares que nos hizo recordar a Castillo, a propósito de la coyuntura política.
La novela relata la pasión de Pedro Balbuena por un amor platónico. Trata de un escritor, un tipo buena gente, enamoradizo, mentirosillo, irónico y perplejo que un buen día, en sus años párvulos, encontró una revista en la que aparecía la foto de una muchacha, de la que él se enamoró a primera vista, con irrefrenable pasión. Y como se sabe, amor como el primerizo no hay ninguno. Entrada a la adultez, su desenfrenada pasión lo hace emprender la enloquecida búsqueda de su fantasmagórica amada por medio mundo, conociendo a una serie de mujeres de diferentes nombres, que en el fondo no eran más que apenas los alter egos de su amada.
Y es que Pedro, el nuestro, vive en un mundo paralelo, como el personaje de la novela de Bryce, tantas veces Pedro, el que soñó en convertirse algún día en alguien, y estando cerca de lograrlo, se dio cuenta que tan solo era una fotografía de la que él se había enamorado en su adolescencia.
En el presidente Castillo vemos una búsqueda incesante, la mayoría de las veces fracasada, pero siempre peregrina y absolutamente obstinada, más por sus desaciertos que por su firmeza. Una búsqueda dotada de una gran pasión y seguramente de buenas intenciones, pero sin rumbo ni horizonte, sin puerto a dónde llegar, y encima, con un camino empedrado por los que no lo quieren, porque sienten que Pedro, el presidente, los ha despojado del poder –obsesión que carcome a la derecha y a los medios de comunicación concentrados, que vinculan a cada paso a Castillo con actos de corrupción, con la única finalidad de desacreditarlo y hacerlo ver como uno más de los presidentes delincuentes–…
Y es que Pedro, el presidente, ha sido despreciado tantas veces –solo basta recordar las arengas de muerte de López Aliaga, o el desprecio de los fujimoristas, o las veces en que la presidenta del Congreso se desinfectaba las manos luego de saludar a Castillo–, nunca lo aceptaron, ni lo aceptarán como presidente, porque siempre les parecerá poca cosa, por su carencia de capacidades “presidenciales”, por su castellano mal hablado y su incapacidad para comunicar a la gente citadina. Pedro no solo les arrebató el poder, sino que ahora también los avergüenza.
La derecha dura se horroriza cuando Pedro Castillo confesaba que no había sido preparado para ser presidente, que estaba en proceso de aprendizaje y que el Perú iba a seguir siendo su escuela. ¿Se olvidaron cuando Toledo metía la pata y decía que estaba aprendiendo a gobernar, que estaba en proceso de aprendizaje? ¿O cuando García destruyó la economía del país dejándonos una inflación solo comparable con la Venezuela de Maduro? ¿No recuerdan a Fujimori leyendo un teleprónter por su poca capacidad comunicacional?… claro, el pasado de estos presidentes a quienes apoyaron no cuenta, aun cuando estén presos o se haya suicidado por las deudas con la justicia.
Sin embargo, el desprecio de los despojados del poder y el pasado vergonzante de sus presidentes reos no justifica los desaciertos y errores que hoy muestra el presidente Castillo. Acciones como desoír a Guillén y dejarlo sin apoyo en su lucha por limpiar de corrupción a la PNP no tienen explicación fácil –tal vez su dependencia de Cerrón y los compromisos adquiridos en defensa de Gallardo–. Pero lo cierto es que la gravedad de sus errores no solo son carnecita para la dura y sucia oposición, sino que resta confianza de quienes hoy lo apoyan y le permiten mostrar logros en su gestión… Mirtha Vásquez renunció a la PCM y aun así Castillo anuncia que ha decidido renovar y conformar un nuevo equipo, lo cual demuestra que no está capacitado ni para mentir.
Es que su incapacidad para gobernar y tomar decisiones de manera oportuna y acertada es cada vez más visible. El gabinete nefasto de Valer que no duró más de tres días es una muestra de ello. Suplir las carencias del presidente con un gabinete de Unidad Nacional, solvente de ancha base, con una agenda mínima en la que se incorporen las principales reformas que el país necesita podría ser la salida, pero Castillo ha perdido crédito hasta para optar por estas soluciones, pues cada vez habrá menos profesionales honestos y capaces que quieran pasar riesgos al lado de un presidente sin rumbo claro, y con frecuentes e inesperadas marchas y contramarchas.
Castillo ha echado por la borda su oportunidad de haberse convertido en el hombre sencillo que pudo cambiar el rumbo en nuestro país, sin embargo, somos conscientes que optar por la vacancia del presidente o su renuncia significará retornar todo el poder a esa derecha y la mantención del sistema de inequidades y pobreza para la mayoría de la población.