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Relaciones tóxicas parte IV: familias tóxicas

POR: ANGELICA ESPINOZA ORTIZ   

¿Es posible que la persona que nos ha dado la vida o los seres con los que hemos compartido desde que éramos pequeños, y que supuestamente nos aman, nos puedan hacer daño? La respuesta es sí.

Según el artículo anterior, somos un resultado y eso lo seguimos compartiendo. Llega el padre o la madre y le dice a sus hijos e hijas: «¡Hijo(a), he construido cuatro pisos, uno para cada uno de mis hijos e hijas, y vivan aquí siempre conmigo!». Otras personas te preguntan: «¿Por qué no tienes hijos? ¿Quién te va a cuidar? No tendrás quien te acompañe. Falta algo en tu familia». Me parece que estamos confundiendo las cosas. Los hijos se deben tener porque ambos tienen el deseo enorme de dedicarse a cuidar de la vida de un ser humano por un determinado tiempo, ya que ellos deben volar y buscar alcanzar sus sueños, así como sus padres lo hicieron. Sin embargo, nos confundimos y pensamos que tener un hijo es para satisfacer a la pareja, a la familia, a la sociedad.

Cuando los futuros padres no han superado sus traumas del pasado, no podrán ser padres sanos y así tener hijos sanos. En la familia hemos causado mucho daño a nuestros pares debido a acciones en las que hemos involucrado a personas dentro de la familia que no debimos involucrar. Les comento la triste experiencia de un adolescente de 14 años que me contó que un día, hace 7 años cuando estaba en primero de primaria, llegó feliz como todos los días, hasta que ve a su padre y madre que estaban esperando que llegara y le preguntaron, sin previa explicación o contexto de lo que estaba sucediendo: «¿Con quién quieres irte, con tu papá o tu mamá?» Les pregunto a ustedes, ¿logran entender el tremendo daño que le hacen a ese ser que apenas está en desarrollo de sus emociones, de su personalidad y de su salud mental? El daño que le pueden causar, porque efectivamente este adolescente viene a consulta 7 años después, presentando diferentes tipos de dificultades en cuanto a su estado de ánimo que ya no son sobre llevables.

Los adultos somos responsables de los menores que tenemos a cargo, ya que esto repercutirá de manera muy significativa en su vida adulta y habrá serios problemas en sus relaciones con los demás.

Si no queremos seguir con este círculo vicioso que ya estamos observando en cómo andan los niños y jóvenes, con adicciones, rebeldía, desobediencias, problemas de conducta, de emociones, de lenguaje; si no se sociabilizan adecuadamente ni saben enfrentar dificultades, entonces debemos iniciar por nosotros mismos, los adultos. Tengamos o no hijos, es necesario cambiar para lograr un cambio y evitar un futuro tan devastador.

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