19.4 C
Moquegua
19.5 C
Ilo
2 C
Omate
16 C
Arequipa
19.2 C
Mollendo
25 diciembre, 2024 8:02 pm

Reflexiones sobre la Navidad

La reflexión cristiana de Navidad debe motivar a los peruanos a buscar una sociedad justa, transformando espiritualmente al ser humano.

Por: Enrique Rivera Salas     

Hoy conmemoramos el nacimiento del Redentor, el Señor de la historia que, a pesar de tenerlo todo, decidió venir a nosotros en la pobreza, vivir del trabajo de sus manos y estar al lado de los pobres, los desheredados y los sufrientes. La humildad, la solidaridad y el acercamiento al que sufre son los mensajes centrales del cristianismo, un cristianismo que, a lo largo de los siglos, ha sido distorsionado en ocasiones para servir a los poderosos.

En el Perú de hoy, debemos vivir el auténtico mensaje de Jesús. En este país cuyo pueblo sufre las consecuencias de una política centrada en el egoísmo, la inmoralidad y la falta de sensibilidad social, es urgente resaltar aquellos valores profundos que la Navidad simboliza. A través de la esperanza, debemos iniciar la marcha hacia una sociedad distinta y mejor.

MÁS QUE ÁRBOLES Y REGALOS

La Navidad no debe ser únicamente para los peruanos un símbolo de árboles y regalos impuestos por una sociedad de consumo en la que nos ha tocado vivir, sino que debe significar, ante todo, un mensaje de amor y esperanza. Ha de fortalecer la inconmovible fe de un pueblo que, con valentía, va al encuentro de su futuro.

La mayoría de los peruanos soportamos una aguda crisis económica. Incluso muchos hogares celebran la Navidad sin pan ni leche, pues hace tiempo que estos alimentos han desaparecido de nuestras mesas. Es por ello que nuestros gobernantes deben reflexionar sobre la justicia y el amor al prójimo que predicó el Redentor, cuyo nacimiento hoy recordamos.

La reflexión cristiana de la Navidad debe llenar de responsabilidad a todos los peruanos, para que emprendamos la búsqueda de una sociedad más justa, basada en la transformación espiritual del ser humano, sin la cual no es posible el desarrollo de los pueblos.

LA PAZ NO ES COMPATIBLE CON LA VIOLENCIA

La paz de la Navidad es incompatible con la ola de violencia que azota nuestro país. No es posible que se siga matando impunemente. Por ello, en esta fecha debemos meditar profundamente, especialmente nuestros gobernantes, quienes tienen la mayor responsabilidad en la búsqueda de una paz social. Esta paz debe basarse en políticas que favorezcan a los más necesitados, a los desocupados y a los desamparados, que son la mayoría de este país. También debe hacer reflexionar a quienes han escogido el camino de la muerte y la destrucción, buscando, contradictoriamente, la paz y la justicia social.

El regocijo cristiano de la Navidad debe servirnos de inspiración en nuestro trabajo diario. Que el mensaje de amor, justicia y libertad que predicó Jesús sea nuestro modelo de vida, para desterrar el egoísmo, el odio y todo aquello que nos separa, que, en realidad, es muy poco comparado con lo que debe unirnos: la construcción de un futuro con paz, justicia y libertad.

En los últimos cuatro años, se ha intentado orientar al Perú hacia el espíritu del resentimiento y la restauración. Una mentalidad similar a la de los Borbones que regresaron de Francia luego de 1815, “sin haber aprendido ni olvidado nada”, y que pretendieron borrar una década para regresar al pasado. Esa mentalidad pasadista implica, en los hechos, un anticristianismo, al pensar solo en los ricos, los opulentos, los dichosos, y olvidar a las grandes mayorías, como si se tratara de infrahombres. Desde la política económica hasta la indiferencia ante los desaparecidos de Ayacucho (al fin y al cabo, “cholos”), esa mentalidad anticristiana debe ser superada.

En esta Navidad, debemos repensar nuestras vidas y orientarlas, tanto en lo personal como en lo social, por la senda de la solidaridad, el amor al necesitado, la esperanza en un mundo mejor y en un futuro de liberación que deje atrás las lacras del presente.

Debemos reafirmar nuestra fe en el mensaje redentor de Jesús. Debemos ir al encuentro de ese niño que condenó la sociedad farisaica en la que vivió y que seguramente sonreirá en lo profundo de su mirada si todos los hombres trabajamos por alcanzar una sociedad más justa, más libre y más humana.

Análisis & Opinión