POR: CÉSAR A. CARO JIMÉNEZ
La Divina Comedia de Dante Alighieri es una obra maestra de la literatura italiana que ofrece una visión profunda de los valores morales y éticos. A través de su viaje por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, Dante nos presenta una serie de personajes que han sido castigados o recompensados en función de sus acciones en vida.
Uno de los temas centrales de la obra es la lealtad a los principios. Dante castiga severamente a aquellos que traicionan a los mismos, independientemente de su lealtad a las personas. En el Infierno, los traidores son castigados con el más severo de los castigos, demostrando que la lealtad a los principios es más importante que la lealtad a las personas.
Este tema es particularmente relevante en el contexto de la política contemporánea. A menudo vemos a políticos que traicionan los principios en favor de la lealtad a las personas o que exigen que otros lo hagan en función a su interés personal. Esta traición puede tomar muchas formas, desde la corrupción, la mentira, la auto inculpación de sus subalternos, hasta el incumplimiento de las promesas electorales.
Sin embargo, como sugiere Dante, esta traición tiene un costo. Los políticos que traicionan sus principios pueden enfrentar consecuencias severas, tanto en términos de su reputación como de su legado político. Además, esta traición puede tener un impacto negativo en la sociedad en general, ya que puede erosionar la confianza en las instituciones políticas y socavar el estado de derecho, como lo podemos observar en los tres últimos candidatos más votados al Congreso, que no han acabado muy bien que digamos: Kenji Fujimori que obtuvo 526,545 votos el año 2016, Daniel Urresti el 2020 con 553,520 sufragios y Martín Vizcarra con 208, 367 el 2021, cantidad en verdad reducida si consideramos que acababa de desempeñarse como presidente, condición en la que viajó innumerables veces con recursos del Estado, a lo largo y ancho del país con inconmensurable apoyo mediático, por lo que no es un gran mérito jactarse por ello.
Pero volviendo a la Divina Comedia, no podemos dejar de reconocer que nos enseña la importancia de la lealtad a los principios sobre las personas, algo tan venido a menos en la política contemporánea, donde usualmente vemos comprometer los principios doctrinales en favor de las relaciones personales o el interés personal, olvidando como Dante nos recuerda, que es la adhesión a los principios lo que finalmente define nuestro carácter y nuestro destino.
Y la lealtad, como otros valores humanos, no encajan en una única definición, incluso han cambiado las maneras de entenderla y de asumirla, así hay formas de lealtad que implican fidelidad a los valores morales, a las personas, a los compromisos a través de la palabra y del honor, hasta lealtades más sumisas, complacientes, falsas o simplemente interesadas. La lealtad es compromiso, con uno mismo, con la verdad, con los principios, con las causas que se defienden. La lealtad vale tanto en política como en los demás aspectos de la vida, amistad, pareja, trabajo, etc.
Por ello en tanto recorro algunas de las obras hechas o promovidas en nuestra región por tan singular personaje, voy tras cruzar el moderno puente hecho en Montalvo, a visitar la remodelada Casa de la Serpiente gracias a su gestión ante EsSalud y la Casa de las Diez Ventanas, por un encargo similar a Serpost , aparte claro está de la trasparente construcción del Hospital del Minsa, sin olvidar que muy pronto, prontísimo, estaremos degustando las ricas aceitunas producidas en las Lomas de Ilo, tras haberse solucionados todos los problemas técnicos permitiendo que llegue agua a Ilo en cantidad y calidad.
Como también llegaron a costos y tiempos adecuados los productos de Sánchez Cerro, por la nueva carretera que se suma al gran impulso que le dio al proyectado Corredor Ferroviario Bioceánico Central, tras superar los impases que hicieron que dejase plantado a Evo Morales en Ilo que tan bien lo había atendido en Cochabamba y al que había negado surcar el cielo peruano cuando se dirigía asilado a México.
Y podría y podría seguir citando hechos y casos porque la lealtad es ante todo la práctica de la veracidad, porque tener las agallas y decir la verdad, es un modo de practicar la honestidad para con uno mismo y también para con los demás. Por ello algunos teóricos de la política han llegado a afirmar que la lealtad y la gratitud son hermanas siamesas, que caminan entrelazadas para ir forjando una relación donde la envidia, las zancadillas, los intereses y los indignos no pueden entrar.
La lealtad no se puede confundir con la sumisión, adoración o adulación. La lealtad debe ir acompañada de la sinceridad en uno y otro sentido, a pesar que desde que se crearon las agrupaciones políticas como tales, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, encontramos ejemplos de lealtades forjadas en las páginas de la historia, como también descubrimos muchos personajes que no honraron ese valor, ciertamente escaso en el quehacer partidario e histórico, del cual nos permitimos para terminar, citar tan solo dos casos: el beso de Judas a Jesús, el acto de traición más conocido en la historia.
Y la actitud de Nicolás de Piérola que es considerado como el más grande traidor al Perú: porque estando en el gobierno abandonó a su suerte a los ejércitos de Arequipa, Tacna y Arica porque jamás les envió refuerzos, armas, ni ningún aprovisionamiento que facilitase su labor; esto porque quien dirigía esos ejércitos era rival político de Piérola, quien no obstante haber sido Presidente, deja mucho que desear como a otros personajes de la historia de ayer y el hoy, que están lejos de compararse con nuestro Mariscal Don Domingo Nieto Márquez, cuya honradez y ejemplo ético ilumina nuestra historia.