POR: CÉSAR A. CARO JIMÉNEZ
El día de hoy se cumple una década de la muerte de Julio Antonio Luis Gonzales Reinoso. Diez años en los cuales la mayoría de los habitantes de nuestro país, nuestra región y nuestra provincia parecieran estar en la “búsqueda del tempo perdido” dando manotazos de ahogados en un entorno en el que la podredumbre, la desinformación, y/o la ignorancia junto a la soberbia parecieran ganar cada día más espacio, si nos guiamos por el actuar y el pensar de la mayoría de nuestras actuales autoridades… y lo más triste es que la única luz que pareciera haber al fondo del túnel, brota del circo y los payasos políticos de turno, que hacen que personajes como Lucho se hagan extrañar, sobre todo porque como persona, político y empresario hasta la fecha nadir lo ha podido superar, aparte de no haber estado nunca ligado a hecho alguno de corrupción.
Por ello, con la aquiescencia del director de Prensa Regional, como un recuerdo y un homenaje a su persona, me permito transcribir parte de lo que en aquella triste ocasión escribí:
Recordé, de inmediato, muchos momentos de mi vida personal, en los cuales en muchos aparece su pequeña figura en las playas porteñas corriendo y jugando al lado de su querida y respetada madre y sus incondicionales hermanos… Años después, adulto ya, lo recuerdo al lado de su gran amigo de siempre, Pepe Cerdeña, enseñándome los equipos de retrasmisión de las señales televisivas en el inicio de lo que hoy es su exitosa empresa de cable… posteriormente lo veo compartiendo horas de juego tenístico en las canchas del Club Tu San, –que ya no existen–, y también algo distanciados en un tiempo por las pasiones y desencuentros de la política, pero siempre y en toda ocasión, al margen de discrepancias y coincidencias, como sucede entre amigos que se respetan, valorando lo que cada uno creía, sobre todo si era con la verdad y la pasión, antes que con el interés. Y muchas veces, con franqueza mutua, conversando y tomando bien unas cervezas o sorbiendo café hasta el amanecer, fuimos críticos implacables el uno del otro… pero jamás hubo odio o resentimiento estéril entre nuestras personalidades, lo que permitió superar siempre los distanciamientos amicales.
Es cierto, con los amigos que uno siembra en la vida, tan pocos, por cierto, la muerte es un incidente más de un camino que para todos tiene el mismo fin. Con ellos se continúa andando en el recuerdo. Siempre estarán presentes en la memoria. Julio Antonio Luis, o mejor dicho Lucho, como todos mejor lo conocíamos, fue un apasionado jardinero de empresas exitosas, las cuales sembró en la Región Moquegua, fundamentalmente en su Ilo querido, aparte de haber llegado a ser muy joven, congresista de la Región. ¡Honor al mérito! Su figura continuará rondando por las vidas de sus seres queridos más cercanos a lo largo del tiempo.
Mis más profundas condolencias a su señora madre, a su distinguida y ejemplar esposa y a sus menores hijos. Sé que para ellos les resulta en estos momentos aceptar que lo natural es nacer y morir, más aun cuando a un ser querido le llega la hora, algo para que jamás podremos estar preparados, como si fuera algo que nunca pudiera ocurrir, como si estuviera ajeno a nuestra condición de humanos y más aún cuando se está, como era el caso de Lucho, en el cenit de la vida, donde se tiene tanto que dar, tanto que cosechar, tanto que enseñar…
Y muchas veces nos encontramos con la muerte sin siquiera darnos cuenta. Un día reímos y al otro lloramos con la mayor espontaneidad. ¿Por qué, por qué a mí?, se preguntan muchos, pero lamentablemente la respuesta no es tan fácil de dar. Son las circunstancias de la vida, lo inevitable, lo detestable, pero al fin y al cabo lo que tiene que suceder, días más, días menos y el tiempo que pareciera correr más rápido que nunca.
¡Qué trágico sería si supiéramos el día de nuestra muerte! Viviríamos atormentados esperándolo, no sabríamos qué hacer con nuestra vida…Por ello, al desearte que sigas descansando en paz, Lucho, buen amigo, me permito recordar a Atahualpa Yupanqui, recitando: “No le tengo miedo a la muerte, a lo que sí le tengo respeto es al trance, el ir hacia allá. Confieso que tengo curiosidad por saber de qué se trata…”