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26 diciembre, 2024 7:48 am

Nuestra navidad: transformada o trastornada

La pobreza en José también queda patentizada en otro momento importante cuando, 40 días después del parto, según la ley de Moisés mencionada en Levítico, María debe ir al templo a purificarse, presentar a Jesús y llevar un cordero. Pero para los pobres tienen la opción de presentar dos palomitas, como así fue.

POR NOLBERTO ARATA HURTADO   

En la festividad de Navidad, nuestro espíritu debe sentir energías renovadas, reflexionar, brindar ayuda al prójimo, ser solidarios ante todos los seres humanos, nuestras almas predispuestas a hacer el bien y no actuar como, suponemos, lo hizo con José y María la sociedad en que les tocó vivir cuando Jesús iba a nacer. Por eso creemos que el espíritu navideño ha sido terriblemente transformado o trastornado.

Hago esta reflexión después de leer en la Biblia el por qué Cristo, el hijo de Dios, Nuestro Salvador, nace en un pesebre. La Biblia narra que José lleva a María a Belén para censarse porque él era judío descendiente del rey David, pero las posadas estaban completas y José y María seguían deambulando en busca de un lugar cómodo. Ella ya estaba con dolores de parto y anunciaba el próximo alumbramiento. Aunque no lo dice, José, que era carpintero, podría ser pobre de solemnidad y no contaba con el dinero extra exigido por los posaderos para atender a María.

¿Qué sucedió con las personas que vieron a María con dolores de parto? Nadie se conmovió, fueron indiferentes, faltos de espíritu solidario y ni siquiera hubo familia que les diera cobijo. Por eso José tuvo que buscar el pesebre.

Imagínense a José atendiendo a María, sin lo más necesario para recibir al niño. La Biblia no narra que Dios en ese momento enviara un ángel para ayudar. Sí que, después del nacimiento de Jesús, un ángel anuncia a los pastores la llegada del niño y se presentan a él, pero sin regalos.

La pobreza en José también queda patentizada en otro momento importante cuando, 40 días después del parto, según la ley de Moisés mencionada en Levítico, María debe ir al templo a purificarse, presentar a Jesús y llevar un cordero. Pero para los pobres tienen la opción de presentar dos palomitas, como así fue.

En la actualidad, imitando el descanso de María, en casi todas las sociedades las mujeres descansan 40 días postparto.

En Torata, cuando visites a la Virgen de la Candelaria, verás que junto al niño cuelga una jaulita con dos palomitas. En nuestro Moquegua no se desmontaban los nacimientos en Reyes, sino en la fiesta de la Virgen de la Candelaria, que es cuando, después de 40 días, el niño recién salía de la casa. Hace años lo mismo se hacía en la Iglesia de La Merced en Lima.

La pobreza de Cristo queda reflejada cuando, con Pedro, va a ingresar al templo y debe aportar dinero que era obligatorio. Como no tenía, indica a Pedro que vaya al mar, capture un pez y de la boca extraiga la moneda de plata, que será el monto exacto a pagar por los dos. (Mat. 17, 24-27). De este hecho se creó la frase: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Estas líneas recuerdan el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, un ser que antes de nacer tenía escrito su destino final. Vivió superando riesgos, huyendo para proteger su vida, fue pobre, brindó amor y comprensión, nos enseñó a orar el Padre Nuestro, fue traicionado, mal juzgado y asesinado. Pero en sus prédicas nos enseña a perdonar, dar de comer al hambriento, posada al peregrino, las bienaventuranzas, ser solidarios, defender al pobre y recordar, sobre todo, que Él, siendo hijo de Dios, se hizo hombre y habitó entre nosotros sin soberbia, con humildad, sabiendo que, para salvarnos del pecado original, iba a morir crucificado. Pero nos enseñó a luchar y no vencernos gracias a la fe.

Análisis & Opinión