POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS
Nos calificaron como un régimen hibrido, es decir, mezcla de democracia y autoritarismo, en el Índice de Democracia 2024 de la revista The Economist; hace un mes, Freedom House, difundió su informe Libertad en el Mundo 2024, en el que califica al Perú como país «parcialmente libre» por segundo año consecutivo; y ahora, el Instituto V-Dem, en su informe anual Democracia 2024, señala que nos encontramos en un escenario que va directo a la autocratización. Y algo que reseña una percepción generalizada en distintas comunidades académicas y políticas, y que asumimos con indiferencia, lo encontramos en el reciente documento dirigido por un grupo de eurodiputados al Vicepresidente de la Comisión Europea Josep Borrell, “el Perú vive una crisis institucional y política, que ha derivado en un deterioro grave de la democracia y el estado de derecho… el ataque a las instituciones democráticas con el afán de cooptar los poderes del Estado ha propiciado un contexto proclive a la corrupción, la impunidad y el autoritarismo”.
Las voces de alarma, para ponderar las cosas, no se agotan en nuestro país, el surgimiento del populismo, hace concluir que la democracia en el mundo está en plan retroceso, a efecto de ello de cada siete personas, diez viven en una dictadura. Claro que no es un consuelo, pero es evidencia que la democracia está en una grave vorágine de deterioro. Y sino, revisemos el Informe del PNUD sobre Desarrollo Humano 2023/2024, en que se describe la “paradoja de la democracia”: más de la mitad de los encuestados a nivel mundial expresan su apoyo a líderes que pueden socavarla saltándose las normas fundamentales del proceso democrático.
Bajo ese contexto, corresponde preguntas que se caen de maduras, qué hemos avanzados en fortalecer nuestras instituciones, existe voluntad política para enmendarnos, estamos en la capacidad de confrontar los retos que exige nuestra democracia, que rol corresponde asumir al ciudadano como soporte fundamental de nuestra democracia; respuestas que permitan vislumbrar el panorama futuro hacia las elecciones generales, sin renunciar al optimismo frente al latente empoderamiento autoritario, donde la Constitución y los intereses ciudadanos pasaron a un segundo orden, y aún más grave sin poder de reacción.
No redundaremos sobre la coyuntura política y sus actores de gestión, más de lo mismo, libertinaje político y nula responsabilidad. Nos cuesta admitirlo, las cartas están entregadas para que la presente administración se quede hasta culminar su periodo, se han suscitado casos tan graves, en otro contexto ocasionaría un verdadero terremoto político grado 10; nuestra democracia debilitada y agredida aún se sostiene en esa caricatura de poderes que creó y a su nombre legitiman sus desbarajustes constitucionales.
Cómo nos encontraría un proceso de elecciones generales: para empezar las reglas del proceso electoral se alteraron sustancialmente, se ratifica el voto preferencial, que tenía sus días contados; las elecciones primarias, abiertas, simultaneas y obligatorios, relegadas; el financiamiento de los partidos, tanto público como privado, una vez más se encuentra con la ineficacia de los instrumentos de control; regreso a la reelección congresal, vetada por los ciudadanos en referéndum; se incorpora el Senado, pero este asumirá un rol preponderante sobre la otra Cámara; y si bien ya están en el partidor electoral 25 partidos políticos, el jefe de la ONPE, manifestó que podrían elevarse a 38 agrupaciones participantes, lo que atomizaran en extremo la votación, porque ya no existe la barrera electoral de las elecciones primarias.
El sistema electoral, que comprende al JNE, la ONPE y la RENIEC, se encuentra tocado, una forma elegante de decir coactado, desde buen tiempo atrás está en la mira del francotirador congresal su presidente Jorge Salas Arenas, sobre quien acaba de admitirse una denuncia constitucional, con una pobre argumentación, pero con manifiesta intención política, y valgan verdades con un complaciente pronunciamiento de la Corte Suprema, respecto a que le corresponde juicio político en condición de juez supremo, cuando, la propia Constitución, en un sentido garantista de su independencia y alejamiento del condicionamiento parlamentario, lo excluyó. Este año vence el cargo de los jefes de la ONPE y RENIEC, y a quienes por mandato legal está permitido su reelección, que dicho sea de paso lo solicitaron a la JNJ, la función que desempeñan ambos órganos es eminentemente técnica, es claro que se quiere instrumentalizar este último proceso, por ello ese singular y empecinado interés del Congreso por remover a los miembros de la JNJ.
Si bien, son numerosas las agrupaciones políticas colocadas en perspectiva de participar en elecciones generales, lo que podría alentar cambios en el panorama electoral, no evita encontrarnos con los rostros de siempre, a pesar de la repulsa; sabemos que la agresividad del marketing político, la pasividad de nuestras normas electorales y el oportunismo comercial de los medios de comunicación ensalzarán candidaturas y reducirán otras a su mínima expresión. Demasiadas candidaturas no pueden leerse como apertura y solidez democrática, sino evidencia la desfachatez y descaro de la podredumbre política, sin generalizar.
Por otro lado, hay una sensación retenida de los ciudadanos, como lo anotamos en las líneas iniciales, de desafectación democrática, observando a todos como iguales, confundiéndolos con la corrupción e ineficiencia, que los habilita a desmarcarse de la política cotidiana y los traslada consciente o inconscientemente a optar por formulas políticas que simbolicen lo diferente, que le signifique alejarse de los de siempre, algo así como cualquier cosa es mejor de lo que tenemos, sin medir antecedentes ni mucho menos consecuencias, de allí sobrevienen los descalificativos hasta racistas contra los electores, cuando desde la misma democracia no se tuvo la capacidad ni intención de construir esa indeleble relación de Estado-ciudadanos.
Enrumbarnos por el camino de las grandes reformas, que persigan reforzar instituciones, fortalecer democracia y optimizar los procesos electorales, a estas alturas del “encuentro”, ya poco ayudan, y claro que estamos convencidos de su necesidad, pero también es cierto que tenemos en frente un torpe, testarudo e irresponsable estamento político, en la perfecta incapacidad de correcciones más si de solventar sus propias necesidades de sobrevivencia política presente y futura, el resto no cuenta. No me vengas a pedirle peras al olmo.
Nos queda, en este incierto panorama, apelar a los ciudadanos, sin dejarnos absorber por el desencanto democrático ni por la apatía política; hagamos democracia desde el diálogo familiar, amical, intervengamos desde las juntas vecinales, fiscalizando y opinando; no renunciemos a estar informados con el acontecer nacional y acentuar nuestra opinión; si no somos convocados autoconvoquémonos, la pasividad de unos es dueña de la prepotencia de otros; generemos cuadros, dirigentes políticos, compartamos con ellos nuestras experiencias; la política no puede ser sinónimo de corrupción, es necesario que retome su esencia; y cuando llega el momento de elegir, no será la improvisación, el oportunismo, la ventaja, quien decida nuestra opción electoral, será nuestra conciencia, cautela y responsabilidad; es la soberanía de nuestro voto.