POR: NOLBERTO ARATA HURTADO
La familia es un eslabón muy importante en las relaciones de nuestra existencia, que nos nutre de vida y amor. Comparto con ustedes las emociones especiales que han renovado mis energías y vitalidad anímica.
En nuestro Moquegua, esta semana he compartido emociones motivadas por la visita de familiares llegados de Piura, Chiclayo y Lima. Algunos, nacidos en Lima u otras circunstancias, no conocían esta tierra y han venido acompañados de cónyuge, hijos y nietos.
Nuestra ciudad, sin acceso directo por vía aérea comercial, motivó que hicieran su llegada por Tacna, donde disfrutaron del promovido picante y otros productos de la culinaria tacneña. En un día conocieron Arica y, al siguiente, viajaron a Ilo para conocer el olivo más antiguo de América. En la playa, les impresionó la frialdad del agua, que no tenía la tibieza de las playas del norte. Esto sirvió para explicar la influencia y el significado de la fría corriente de Humboldt, que fomenta la variedad de peces en cada región. Resaltaron el aspecto paisajístico y el ornato de Ilo, señalando que no parecía un puerto, pues la mayoría de los que conocían eran caóticos y malolientes, mientras que Ilo estaba limpio, arborizado y con un malecón muy bien presentado.
De nuestro querido Moquegua resaltaron la gran tranquilidad, la seguridad de ver personas con teléfonos sin miedo al robo, sin estrés y con un sol vitalizador. Disfrutaron dulces y pasteles, sorprendidos por la variedad de presentaciones y la delicadeza de sabores tan diferenciados. La campiña y el uso de los cerros con cultivos, la diversidad gastronómica y, en particular, la presentación del cuy frito, que nunca habían disfrutado en ningún otro lugar del Perú, les impactó. Destacaron su textura crujiente como galleta por fuera, pero jugosa y tierna por dentro.
En casa, les preparamos el tradicional sancochado moqueguano, cuyo sabor contundente y distinto a otros los sorprendió. Sintieron las diferencias de las carnes de res, chancho y cordero, así como el especial sabor de la racacha y el chuño. La racacha sí la conocían, pues en el norte la proveen de Cajamarca.
Los niños vivieron emociones especiales, ya que por primera vez presenciaban las aguas turbias por la entrada del río y quedaron sorprendidos por el olor a tierra mojada generado por las lluvias. Su disfrute fue aún mayor porque llegaron en época de cosecha de higos y pacaes, trepándose a los árboles para tomarlos directamente, mientras sus madres les advertían: “¡Que te caes!”, “No comas, están con tierra, hay que lavarlos”, “Te vas a enfermar”.
Visitaron la feria del puente y vieron la variedad de productos. Algunos quedaron sorprendidos al ver que se vendían quesos llenos de tierra. Se les explicó que eran muy propios de nuestra región, cubiertos con sal de tierra y elaborados, preferentemente, con leche de cabra. La vendedora les comentó que casi siempre eran los primeros en venderse.
En Torata disfrutaron de las ricas jetonas, galletas, empanadas y más delicias, y quedaron gratamente impresionados por la iglesia y la Virgen de la Candelaria.
En Moquegua, visitaron nuestra cocatedral, que encontraron parecida a algunas de Cusco, y elevaron sus oraciones especiales a Santa Fortunata.
Les hicimos un recorrido por la ciudad, brindándoles información sobre las portadas de especial significado, así como sobre la característica arquitectónica de los mojinetes y su valor ecológico.
Gracias a esta visita, hemos comprobado la falta de documentación y asistencia especializada gratuita para el turista. Considero que nuestra municipalidad y el gobierno regional deben coordinar esfuerzos para ofrecer información integral que facilite al visitante un mejor conocimiento de nuestra ciudad y región, indicando los puntos donde tomar los servicios de transporte, precios estimados, horarios y teléfonos de contacto.