Moquegua: todos te saludamos

POR: EDWIN ADRIAZOLA FLORES (eadriazola@yahoo.com)   

Moquegua ha sido siempre una ciudad inspiradora. Tal como lo es un libro abierto. Quizá, pienso, no todos la haya leído como corresponde. Pero recorrer sus calles, estrechas, en las cuales las aún existentes casas de mojinete parecieran acercarse y saludarse, ni hace sino recordarnos la cercana relación que siempre existió entre sus vecinos.

Su ambiente habla de historia, de aquella escrita con sable y lanza, tal como hizo Nieto en Torata, Moquegua y San Antonio; o Castila cuando fue rechazado por un puñado de moqueguanos cuando pretendió apoderarse de la ciudad.

Habla de letras y de política con Mercedes Cabello Llosa desde su “Sacrificio y recompensa” o “El conspirador” o José Carlos Mariátegui, quien desde su monumental “Siete ensayos” ofrece al Perú una nueva ventana para entenderlo mejor y proponerle nuevas oportunidades.

Moquegua nos habla también de tradición, no solo en sus casonas, como aquella de los Condes de Alastaya en la calle Moquegua ni de la Casa de las Serpientes, sino en cada uno de sus dulces que, desde pequeños, nos ofrecían las tías y madres moqueguanas, y cuyas recetan han pasado de generación en generación; guagüeros, voladores, niditos, manjar blanco, y  todo aquello que convirtió a Moquegua en una ciudad icónica del dulce.

Muchos se han ocupado de hablar de Moquegua; a través de ellos hemos descubierto secretos de sus rincones, pasajes de sus historias, jirones de sus tradiciones.

Quienes recorren Moquegua, pueden ver, además, una nueva atmósfera mucho más moderna; la migración, ni qué dudarlo, ha puesto su cuota en este desarrollo en los últimos años. Es posible que el “moqueguazo” aquel monumental reclamo que la ciudad le hizo al gobierno central exigiendo una mejor distribución del canon, haya generado una nueva forma de entender las cosas. Pues si bien, como dijo un viajero de antaño, aquella “pequeña ciudad de brillante pasado, abandonada en medio de los desiertos, olvidada de los poderes públicos y de sus propios hijos” ha generado una nueva corriente que la va describiendo mejor en este siglo XXI y que ha hecho que el Perú vuelva los ojos hacia el sur.

Ningún viajero queda indiferente cuando visita Moquegua. Y cuando se va, el recuerdo que le queda es de una ciudad acogedora, alegre, sencilla y de buenos vecinos. Aspiramos que la “Tres veces benemérita y muy noble ciudad” tenga el desarrollo que se merece y sea, como siempre lo ha sido, orgullo de sus hijos.

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