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28 noviembre, 2024 12:53 pm

Moquegua: Capital Rotaria (III)

El Rotary Club de Moquegua ofreció en el espacioso comedor de La Quinta de los Limoneros un magnífico almuerzo en el que se lucían los vinos locales con el que agasajaba a los visitantes, familiares e invitados, que tuvieron como postre la exquisitez de una gran variedad de dulces moqueguanos.

POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS

Se tenía programada una excursión turística al finalizar la Conferencia Rotaria. El paseo campestre fue el sábado 31 de marzo, a las 8,30 de la mañana; el punto de partida fue La Quinta de los Limoneros donde se alojaban las delegaciones y los esperaba una caravana de autos de plaza.

Iniciaron el recorrido rumbo a Samegua, productor de las afamadas paltas. Al regreso, cruzando el puente de fierro, pasaron hacia las fragantes huertas del Alto de la Villa, famosas por los damascos, chirimoyas, camuesas, peras, frutillas.

Continuaron camino a Charsagua; pasaron por donde se construía el nuevo campo de aviación, terreno que fue expropiado para la construcción de la nueva ciudad luego del cataclismo de 1868; recorrieron las nuevas y lozanas plantaciones de algodón y algunos viñedos hasta llegar a la pampa de Tombolombo, en un recorrido matizado de los más bellos paisajes que obligaba a detenerse continuamente para gozar de los encantos de la naturaleza.

Al retornar a la ciudad, visitaron los coloniales claustros del Colegio Nacional de La Libertad, que sumaba la historia jesuita y franciscana en medio de las ruinas que dejó el devastador cataclismo de 1868; vieron los modernos gabinetes y laboratorios educativos y los trabajos de las nuevas edificaciones. Luego de un refrescante cóctel ofrecido por el director A. R. Minuto, pasaron al vecino local de la Sociedad de Artesanos Luz y Progreso, apreciaron la fecunda labor social que esta institución cumplía. Enseguida, se dirigieron al hospital San Juan de Dios, fundado hacía doscientos años; en un detenido recorrido por sus instalaciones apreciaron que lucía en sus diversas salas una ejemplar presentación, higiene y total limpieza.

Continuaron a la moderna bodega Norvil, fueron atendidos generosamente por su propietario que les mostró el proceso de elaboración de los afamados vinos y aguardientes moqueguanos que reposaban en las salas repletas de cubas, toneles, barricas, pipas, tercerolas, cuarterolas, anclotes… Los hizo degustar las diversas variedades de vinos y licores que por su calidad le dieron perdurable fama a la ciudad por el mundo entero.

Comedor de La Quinta de los Limoneros.

Concluyó el paseo en el templo Santo Domingo adornado de retablos coloniales labrados en madera. Allí estaban depositados los restos del mariscal Nieto, héroe de la independencia, y los de Santa Fortunata, virgen romana rodeada de un manto de leyendas y milagros.

En el transcurso de la excursión fueron atentamente guiados por personas entendidas que explicaban que en tal o cual paraje del campo o la ciudad por el que discurrían, se desarrollaron memorables páginas de la historia nacional que quedaron grabadas en la memoria local.

El Rotary Club de Moquegua ofreció en el espacioso comedor de La Quinta de los Limoneros un magnífico almuerzo en el que se lucían los vinos locales con el que agasajaba a los visitantes, familiares e invitados, que tuvieron como postre la exquisitez de una gran variedad de dulces moqueguanos. Fue amenizado por una orquesta contratada en la ciudad de Tacna, que motivó que la reunión concluyera en un animado baile.

El domingo, último día de la Asamblea, luego de la sesión matutina, el gobernador del Distrito correspondió con el almuerzo en el mismo local de La Quinta de los Limoneros. Por la noche, luego de la sesión de clausura, se concluyó con un baile en el Club Social Moquegua situado en la plaza principal de la ciudad. Los amplios salones del club se exhibían magníficamente iluminados y decorados. El buffet, confeccionado por las damas de la sociedad local, ofrecía tal diversidad de dulces y pastas, que los invitados jamás habían visto una variedad tan selecta de manjares; a su lado, frutas acarameladas, tortas diversas y, como algo especial para la ocasión, un monumental alfajor de penco de más de un metro de diámetro que ocupaba el centro de la mesa, causando la admiración de cuantos con avidez lo contemplaban.

La reunión festiva concluyó a muy altas horas de la madrugada.

La Conferencia del Distrito durante cuatro días convirtió a la silente ciudad de Moquegua, injustamente olvidada, eternamente postergada, en la acogedora capital Rotaria del Perú.

La fachada de La Quinta de los Limoneros

Análisis & Opinión