ESCRIBE: WILFREDO MENDOZA FLORES (wil.mendoza.flores@gmail.com)
El magisterio de Moquegua en especial a lo largo y ancho de nuestro Perú está de duelo. Se nos han adelantado más de un centenar de maestros, no por causa del coronavirus, sino por muerte natural al no poder resistir más una enfermedad crónica y avanzada edad. Dejan un enorme vacío, anécdotas y recuerdos que afloran en estos días y aciagas horas en la que los sentimientos nos ganan, porque el dolor es inmenso porque a ellos nunca más los veremos, tampoco podremos ya escuchar sus consejos y experiencias muy sabias que dejaron huellas que acaso, no se borraran nunca.
En los últimos años, han dejado de existir distinguidos educadores y maestros que siguieron luchando, pese a sus limitaciones físicas, pero lúcidas para abordar temas de actualidad, principalmente de interés para el magisterio regional y nacional, como es el caso de la deuda social que desgraciadamente no han logrado concretar cobrar, obligación que el Gobierno tiene el deber y la obligación de cumplir las demandas judiciales y arbitrales en calidad de cosa juzgada. Ironías de la vida, de tanto batallar, se presentó la inefable muerte.
Ser profesor en el Perú, es una forma muy peligrosa de vivir y una forma muy hermosa de morir. Y lo fue, en realidad, durante siglos, debido a que la motivación esencial de un maestro ha sido su vocación de servicio y de entrega por la educación en el país. Más que un salario, es la vocación de servicio que, al paso del tiempo, fue perdiendo su dignidad. El maestro ha buscado siempre realizarse en valores a través de sus alumnos a quienes suele considerar verdaderos discípulos y éstos responden cuando logran éxitos en su vida personal y profesional.
El maestro ha sido, es y será un verdadero factor de desarrollo, aunque no siempre la sociedad ha terminado valorando, como debiera ser, su rol social como gestor y elemento dinamizador de cambios. Del maestro hemos dependido desde el silabeo de las primeras palabras y hemos conocido, a través de él, el verdadero rostro del país, sea en las grandes o pequeñas ciudades urbanas, o en aquellos poblados dispersos y lejanos de nuestra serranía o nuestras comunidades campesinas, muy cerca de las fronteras del territorio nacional.
Es deber no solo de las autoridades educativas, sino de la sociedad en su conjunto reflexionar sobre la real situación del maestro que requiere respeto a sus remuneraciones e incremento de las pensiones a los cesantes que entregaron toda su vida dedicada a servir a la Patria en condiciones nada favorables.
Es lícito, entonces, preguntarnos, ¿qué se está haciendo por el maestro en el Perú? ¿Cuánto se está haciendo? ¿Los esfuerzos que las autoridades realizan para atender a los maestros tienen resultados? El problema es complejo, sin duda, pero no por ello tenemos que tomar distancia de su solución. El compromiso con el magisterio tiene que involucrarnos a todos, autoridades o no, políticos o no, ejecutivos o no.
Recordemos el valioso rol que cumple el maestro en la sociedad. De él depende, en mucho, los niveles de desarrollo alcanzados en la sociedad contemporánea. Entonces, los peruanos debemos honrarlos donde quiera que ejerzan su labor, porque lo hacen con dignidad Nos sumamos pues a los reconocimientos al Maestro en el Perú. Un saludo especial a los maestros en actual ejercicio, a los educadores retirados del que hacer educativo y a los que dejaron huella, nuestro homenaje póstumo al Maestro con Cariño en su día, que “celebran” pese a las circunstancias que impone el COVID 19. Felicidades maestros forjadores de la niñez y de la juventud.
Homenaje póstumo a profesores que dejaron huella: Manuel Feliciano Vera, María del Carmen Montenegro, Cristóbal Colana, Jaime Chávez Valcárcel, Martín Pineda Ordoñez, Nadal Rueda Vargas, Felipe Candiotti, Pedro Sosa Barrera, Celestino Rospigliosi Sosa y otros. ¡Cuando muere un profesor, nunca muere!