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La tinaja símbolo del bicentenario: 1821

POR: OMAR BENITES DELGADO    

Cuando el 8 de julio, al publicar en este importante medio de comunicación al sur de la patria el artículo “Julio de 1739: La Independencia del Perú empieza con la muerte de un moqueguano”, nos referimos a este, como el mes de las omisiones o la falta de memoria para con algunos personajes que escribieron con sangre el largo proceso libertario y todo lo que esto significó., es evidente que nos quedamos cortos al referirnos a las omisiones y olvidos que nuestro país tiene aún pendiente con Moquegua a pesar del tiempo transcurrido

Cuando conocí a don José Caro Cosio, en Lima, me visitaba para tomar una taza de café cusqueño que jamás faltó entre mis pocos lujos fuera a donde fuera, las conversaciones con don “Pepito” Caro eran amenas e inolvidables. El lugar de reunión era el departamento del quinto piso del Jirón Pachitea, a unos metros del Parque Universitario.

Una de esas tardes, entrando a 1984, ya había conocido a Ismael Pinto Vargas, hombre de comunicaciones en el Banco Continental, don Pepito había llegado para la conversa y para el café, antes de partir me hizo entrega de un amarillento libro, “léelo, me dijo, te va a gustar, quiero que a través de el conozcas Moquegua”. El libro en referencia era “La Pequeña Antología de Moquegua” publicada en 1960, con prólogo de Luis Alberto Sánchez y autoría de Ismael “Lito” Pinto Vargas. Un entrañable recuerdo.

Aquí encontré a Garcilaso Inca de la Vega haciendo la crónica del Corregimiento de Moquegua que entre otras cosas dice: “…Este Corregimiento, que es de 40 leguas, por ser de un temperamento muy benigno, hay grande abundancia de viñas, y se hace mucho vino y aguardiente”.

Tiempo después recibí de manos del mismo “Lito” Pinto, el Tomo II de las “Memorias para la historia de Arequipa”, resultado de la Visita que hiciera  el Gobernador – Intendente Don Antonio Álvarez y Jiménez llevada a cabo entre 1790 y 1793 y que fuera publicado por Fr. Víctor M. Barriga, Profesor de la Universidad San Agustín, Socio de Numero del Instituto Histórico del Perú, Correspondiente de la Academia Chilena de la Historia, de los Institutos de la Universidad Católica del Perú, del Tucumán y otros, tal como expresa la misma publicación.

Antonio Álvarez y Jiménez era un recaudador de impuestos y entre las cosas que precisa en su informe lo encontramos diciendo que “Las viñas son de suyo en extremo fértiles, aventajan en esta cualidad a todos los valles de la provincia, pues en tan corto trecho se cosechan en cada año de 260 a 270 botijas compuestas cada una de 57 litros y producen al año más de cuarenta mil quintales de aguardiente en los buenos años. Este efecto se distribuye en la sierra conduciéndose a Potosí, Oruro, Cochabamba, La Paz y pueblos de sus comprensiones. Aunque en la mayor parte son los vinos generosos y buenos se distinguen y colocan en la clase de exquisitos, y, que compiten con los famosos de Europa…”.

Sobre lo mismo, Luis Kuon cabello en su Retazos de la Historia de Moquegua, Capitulo VIII. Vida Económica de Moquegua, sub capítulo 2. Vinos y Aguardientes, pagina 369, informa que antes de la Guerra del Pacifico, es decir, antes de la Batalla de Los Ángeles, “En la Memoria estadística de la agricultura en Moquegua, el año 1874, Moquegua había producido 2’ 384, 544 litros de vino y 2’ 791, 250 litros de aguardiente”. Si trasladamos a costo actual tendríamos una recaudación como concepto de venta de vinos: 71’ 536, 320 soles tomando como base 30 soles el litro de vino. Si a esto le sumamos los 139’ 562, 500 soles por concepto de los aguardientes (piscos) tomando como base únicamente 50 soles por litro de pisco, tendríamos en total una recaudación anual en 1874, de 211’ 098, 820 soles.

Estas citas y las referencias vienen a explicar cómo es que en Moquegua se encuentra la tinaja para almacenamiento de vinos más antigua del Perú y tal vez de América, tiene advocación y fecha, dice “Para San Antonio. Año de 1540”, restaurada por el suscrito el 2007, es decir hace 15 años. Aunque hay quienes intentan desvirtuar el objetivo que cumplió esta tinaja al indicar que sirvió para almacenar agua, nosotros descartamos esa peregrina idea, pues la tinaja en referencia tiene advocación expresa “Para San Antonio”. Devoto de este Santo fue el propietario del fundo Yaravico, de donde proviene la Tinaja, Alonso de Estrada, uno de los primeros viñateros del valle moqueguano que fue registrado por Antonio Montenegro y Ubaldi.

No es animo nuestro abrir polémica sobre el asunto pues nuestro objetivo central ahora, es darle tiempo y una mirada a otra tinaja, también con advocación y fecha incluida: diciembre 6 de 1821. La tinaja símbolo del Bicentenario.

Se encuentra en el fundo de la familia Barrera en el sector de Huaracane. Humberto Matos Jiménez miembro del Comité Especial Juan Vélez de Córdova y docente de la Institución Educativa que lleva el nombre del Precursor moqueguano en Cuajone, nos había conversado de esta bodega y la visitamos en febrero del 2021 como parte de las investigaciones del Comité. Estuvimos: Humberto Matos, Víctor Casanova Vélez, Pedro Pablo Peralta Casani, Jorge Mercado Benel y el suscrito. La finalidad de la visita era otra, determinar uno de los más importantes lugares (si no el único), antes de que los comerciantes de vinos y aguardientes (piscos) partieran rumbo a Omate y al Altiplano, Charcas, Oruro, La Paz y Potosí.

La visita tuvo una sorpresa insospechada, ubicamos la tinaja con esa fecha simbólica: 1821, al final o en el punto de salida de uno de los canales de conducción de los vinos provenientes de los “Lagares”. Aunque se encuentra en propiedad privada y en ruinas, el Perú encontrará en esta bodega, aquí, en la ciudad en donde el Sol se hizo moqueguano por propia decisión, la tinaja para almacenamiento de vinos más representativa del Bicentenario.

Canales de derivación de los vinos. Fecha incisa: diciembre 6 de 1821
Vista panorámica de la Bodega en propiedad de la familia Barrera.

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