Un viejo pescador afirmaría que los tiempos pasados fueron mejores. No le faltara razón, en el siglo XX, a comienzos de la década del 50 y principalmente la del 60, la pesca vivió un gran boom, se pescaba sin límites y ni contemplaciones.
El recurso hidrobiológico era enormemente abundante y la demanda internacional de productos procesados era también grande. Se empezó pescando para la industria conservera, en Ilo para EPISA de capitales norteamericanos, que se exportaba para alimentar a Europa que se reconstruía y los soldados que lo llevaban en sus mochilas en la guerra de Corea. La materia prima era el atún, le seguiría el bonito, el jurel y la caballa.
El mundo pasaba de la economía de guerra a la de la “convivencia pacífica” con el crecimiento de las grandes urbes, mejores condiciones de vida y demanda mejor productividad de la tierra, también más alimentos.
Se comienza a experimentar la conversión del pescado fresco en harina de pescado, los resultados al comienzo toscos y riesgosos mejoraran hasta convertirse en pelex. Se comienza a “quemar” el pescado y producir la famosa harina de pescado que se exportaba en sacos por los muelles hacia los mercados de EE.UU., Europa, Medio Oriente y Asia, su destino uso, inicialmente, en los campos agrícolas de estos, posteriormente y fundamentalmente en concentrados para alimentar las vacas y los pollos.
Los pescadores y trabajadores pesqueros en tierra se incrementaron inmigrando de Arequipa, Puno y Tacna principalmente, sus ingresos eran elevados, así como sus horarios de trabajo en tres turnos pues las fábricas de ese entonces no cesaban de producir. La ciudad explosiono en viviendas improvisadas llamadas barriadas y la vivencia, si hay que dar un paralelo ocurría con lo que ahora le sucede a Madres de Dios con la fiebre del oro.
Sin embargo, el recurso hidrobiológico es agotable, variable y necesita ambiente oceánico para renovarse. Ocurrirán muchos fenómenos adversos como la terrible depredación del mar, la presencia de la corriente del niño, la inexistente política pública de hacer de que el recurso se renueve.
Comenzará a aparecer la crisis, decenas de fábricas no producen y el desempleo campea. En la década del 70 el gobierno militar de Velasco Alvarado nacionaliza las fábricas y embarcaciones y crea la empresa estatal Pesca Perú en un intento de salvar al empresario pesquero y orientarlo hacia el sector minero o industrial. Con la empresa estatal se impone un mejor orden y pesan los sindicatos de tierra y mar en la vigilancia de los bienes, infraestructura y sostenibilidad de la pesca.
Pero, le ocurre los males que son de las empresas estatales, se burocratizan, es clientelista con el gobierno de turno y le roban más fácilmente. Pesca Perú no es eficiente y no se moderniza, ello justifico la venta de la flota pesquera al sector privado. En la década del 90 la onda neoliberal se impone con Alberto Fujimori que privatiza todas las plantas pesqueras del litoral peruano. Los tiempos son otros, el mar no es el de antes, la tecnología cambio, la demanda de harina de pescado es hacia las especiales con mayores nutrientes, comienzan a aplicarse las normas de adecuación del medio ambiente en la actividad pesquera marina y participan en la pesca industrial los legales y los no legales o un poco de ambos. Se cierran fábricas y las embarcaciones son absorbidas mediante las “cuotas” por las grandes empresas
Mención aparte es la pesca artesanal que provee de recurso pesquero a la alimentación de las familias. Es un sector donde laboran miles de pescadores y su dificultad ha sido la antítesis que le creaba el sector industrial que en búsqueda de rentabilidad no se adecuan al mandamiento de darle al mar sostenibilidad. El diferendo sobre la pesca en las cinco millas donde se reproduce la especie debe ser respetado. El pescador artesanal es vulnerable pues una depredación del recurso los afecta drásticamente, agreguemos que vive el día a día sin ley de jubilación, seguro social entre otros. La sociedad e instituciones públicas están en deuda con ellos, cumplamos por lo menos asegurarles su espacio de pesca, los corralitos para desembarque de sus botes y la operatividad de la cámara hiperbárica, un desembarcadero pesquero moderno macrorregional y una pescadería ordenada y aseada.
Decimos en el titular que tenemos una “Pesca cada día venida a menos” por la razón que Ilo ha dejado de ser hace varias y varias décadas el segundo puerto pesquero marino del país. En la estadística estamos en los penúltimos lugares. En el año 2008 se desembarcó 453,657 TMB de recursos marítimos y 10 años después en el 2017 bajo a 113,746 TM. En el caso de la harina de pescado la estadística es más alarmante Ilo produjo en el 2017 la cantidad de 12,183 TMB, mientras que Chicama lo hizo con 160,903 TMB, Chimbote 128,324 TMB y Pisco 109,543 TMB. Es decir, no somos nada al lado de ellos.
Se afirma que ya no debemos solo extraer al mar, debemos de sembrar y en la Estadística del Ministerio de la Producción no aparece ningún proyecto que se esté ejecutando y esto que tenemos una escuela de Pesquería que debería especializarse en ello y motivar a los pescadores a cambiar el chip, Recordemos también que ahora si tenemos ahora 200 millas y estamos en menos, salvo que la estadística no esté actualizada.
CUADRO |
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ILO: DESEMBARQUE TOTAL DE RECURSOS MARÍTIMOS, 2008 – 17 (TMB) |
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AÑOS |
DESEMBARQUE |
2008 |
453,657 |
2009 |
238,851 |
2010 |
289,167 |
2011 |
317,920 |
2012 |
146,652 |
2013 |
78,525 |
2014 |
142,003 |
2015 |
166,915 |
2016 |
98,749 |
2017 |
113,746 |
Fuente: Anuario 2018-MP |