La decadencia de la política (VIII)

Por: César Caro     

Y en el caso de nuestra patria cabría agregar aparte de los intereses, los resentimientos, los complejos de superioridad, el racismo, los miedos, la falta de trabajo, el hambre, la escasez de oportunidades, los dogmas religiosos y sociales, las carencias de “nuestras” clases políticas y sobre todo la desinformación, entre otros tantos aspectos, por la cual al finalizar el artículo anterior  escribí “En tanto les adelanto que el poder adquisitivo de $1 dólar de 1960 es igual al de $8.86 dólares de junio del 2021”.

Ante ello me imagino que el lector se preguntará qué tiene que ver la devaluación del dólar con nuestra decadencia política. La respuesta es a la vez que simple, complicada: sucede que siendo unos de los países que más produce oro, nuestras reservas internacionales están compuestas mayoritariamente por dólares y bonos del tesoro norteamericano, en tanto que en oro físico solo tenemos –y desde hace varias décadas–, tan solo un 3% del total de reservas del país. Y aquí cabe hacerse una pregunta: ¿Cuánto habría ganado el Perú si en todos estos años el porcentaje de nuestras reservas de oro hubiese sido cuanto menos un 30% de las mismas? Y también cabría preguntar: ¿en dólares constantes, ha subido realmente el cobre en estos últimos días, o tan solo está manteniendo su valor comercial, aumentando su precio en similar porcentaje a la devaluación del principal producto de exportación norteamericano, que es su moneda?  Devaluación que también podíamos decir que está ocurriendo en el campo político, en el cual el modelo económico neo liberal está en crisis, lo que se refleja en el discurso de los candidatos presidenciales.

Crisis que no solo se da en el Perú, sino también a lo largo del mundo y no solo en América Latina. El modelo económico y político neo liberal está crujiendo y para ello recordemos que hace 32 años, entre el jueves 9 y el viernes 10 de noviembre de 1989, cayó el denominado Muro de Berlín, que fue el punto de partida de la disolución del modelo estatista y dictatorial de la Unión Soviética, la cual se concretó el 8 de diciembre de 1991.

Al caer el imperio soviético, el capitalismo mostró su cara más salvaje en gran parte de América Latina e incluso del mundo occidental, imponiendo —con ayuda del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial— una serie de medidas o reformas en el marco del denominado Consenso de Washington, que en el caso peruano fueron implantadas sin mayor resistencia en la Constitución de 1993. Esas medidas se caracterizaron por disciplina fiscal, la reordenación de las prioridades del gasto público, la reforma fiscal, la liberación financiera, el tipo de cambio competitivo, la liberación del comercio, la liberalización del comercio, la liberalización de la inversión extranjera directa, las privatizaciones de las empresas estatales y el respeto estricto a los derechos de propiedad (seguridad jurídica).

Sin lugar a dudas, muchas de dichas medidas han contribuido al crecimiento de la economía, tanto del Perú como de casi todos los países de Sudamérica, con una que otra excepción, como, por ejemplo, Bolivia y Colombia. Sin embargo, es innegable que el modelo tenía y tiene serias fallas, sobre todo en lo relacionado a la acumulación de la propiedad y las riquezas en cada vez menos manos, aparte de la desmedida y lógica búsqueda del incremento de la productividad; la cual, en un mundo regido por la automatización y la inteligencia artificial, implica más tecnología y menos puestos de trabajo, con el consiguiente incremento dl hambre, la inseguridad y la violencia social.

Todo lo anterior —además del hecho innegable de que hoy las grandes empresas, que antaño respondían a los intereses de sus países de origen, tienen sus propias metas y estrategias, así como poder propio.

Algo que en el caso nuestro también ocurre: las empresas, –mayormente en manos de empresas extranjeras–, también responden a sus propios objetivos empresariales, muchos de los cuales incluso son ajenos e incluso antagónicos a las posibilidades de crecimiento y desarrollo del Perú, en todos los campos especialmente en la protección ambiental.

Esperamos que una vez que acabe el ruido político, cualquiera que sea el ganador, recuerde a Pancho Fierro, cuando dice: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”. Es necesario llegar a un verdadero acuerdo nacional, caso contrario, veremos, que grupos humanos cada vez más numerosos e incluso más violentos rechazarán el modelo económico y político propiciando incluso, –espero equivocarme– cambios radicales tanto en el ejecutivo como en el congreso, cuando deberíamos a prepararnos en todos los aspectos para beneficiarnos en grado sumo de la previsible bonanza que podría darse por la demanda del cobre, litio y níquel en un mundo que se apresta a dejar de lado al petróleo y sus derivados en la industria automotriz y/u otras.

Esperemos también que los grupos de poder y las empresas sobre todo las mineras y tengan presenta las palabras del Papa Francisco cuando señala: ““El panorama mundial hoy nos presenta muchos falsos derechos, y a la vez grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder” porque…”Los más pobres son los que más sufren, por un triple motivo: son descartados por la sociedad, obligados a vivir del descarte y deben sufrir las consecuencias del ambiente. Es la cultura del descarte”.

Cultura que debemos superar, con inteligencia, respeto mutuo y descartando posiciones extremas tanto de izquierda como de derecha. Caso contrario seremos devorados por los de afuera…y al decir esto último no pienso en los países vecinos, sino en ciertas empresas extranjeras o ajenas al desarrollo de este Perú en todos sus rincones.

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