POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
Además de la que en un primer momento fue conocida como “casa del conde” donde sin duda habitó un tiempo, que antes de 1778 quedaba entre el templo Santo Domingo y la acequia del sauzal, que pasaba por la hoy calle Ilo con la que regaba su huerto, el conde pasó a vivir a espaldas de la iglesia Matriz.
La casa se edificó en un espacio que era parte del templo desde que fue edificado en 1600. Estaba en la parte posterior; desde un primer momento fue destinado para los curas quienes allí tenían una espaciosa huerta que paulatinamente fueron urbanizando y alquilando para generar un ingreso que les permitiera alquilar una casa cural.
En 1710, luego de una sucesión de inquilinos, una parte fue entregada en enfiteusis al depositario general José Silvestre Fernández Dávila, favorecido por ser sobrino nieto de Pedro del Alcázar que un siglo atrás fuera desprendido fabricante de la iglesia en la que invirtió más de 90 mil pesos, una enorme fortuna. Los curas se reservaron un espacio suficiente para la construcción de su casa. Pero la incuria sacerdotal lo mantuvo siempre baldío. En 1768 el obispo autorizó que fuese vendido por no serles de ninguna utilidad.
Ese año lo compró el teniente coronel don Ángel Ignacio de Baraybar, natural de Guipúzcoa, a la sazón alcalde ordinario de la villa. Este nuevo dueño amplía el sitio en 1772 con la compra de un área contigua que hace a Agustín Fernández Maldonado. Luego construye durante el matrimonio una casa y seis tiendas adyacentes. En 1783, ya viudo, con hijos menores y necesitado de dinero, vende la propiedad al conde de Alastaya don Antonio Nieto y Roa en catorce mil y cien pesos quien redimió el censo.
Tenía veintiún varas de frente (17,5 m), con cincuenta y una de fondo (42 m). Sus linderos más significativos eran por el frente con la calle principal que baja de la plaza, entonces conocida como calle de La Soledad hoy la segunda cuadra de Tacna; por la parte de arriba, con callejón que divide la casa con la iglesia parroquial. Era bastante amplia, con inmejorable ubicación. Estaba a un paso de la plaza principal y, sobre todo, colindante con la principal morada de Dios en la villa, la santa iglesia Matriz Santa Catalina.
En su testamento otorgado en 1801 el conde declara por sus bienes “la casa en la que actualmente vivo, adquirida durante el matrimonio a don Ángel Ignacio Baraibar”. En su cuarto de estudio lucía “un escudo de oro en que están grabadas mis armas”. La vivienda tenía oratorio equipada con todos los implementos necesarios para oficiar el santo sacrificio de la misa. En esta espaciosa casona vivió durante veinte años, hasta su fallecimiento, ocurrido en 1803.
Sus herederos la venden al capitán don Juan Rafael Moreno Chocano y los sucesores de éste a don Manuel María Mendoza y Cabello viudo de Teresa del Solar y Espejo. En 1849 la hereda Martina Mendoza del Solar, siete años después la vende a Manuel Menéndez Hurtado. Luego de ser seriamente afectada por el cataclismo de 1868, en el siglo XX fue adquirido por una empresa que la traspasa a Amaro Cuéllar Flor.
En la segunda mitad del siglo XX el inmueble —después de ser reiteradamente restaurado luego de los numerosos temblores y terremotos que padeció en más de un siglo— fue demolido en su totalidad y acabó convertido en un conocido taller de mecánica. El 2009 fue adquirido por la Municipalidad Provincial que lo usa como cochera. Triste final de la que fue la casa donde durante un cuarto de siglo vivió el conde de Alastaya Antonio Nieto y Roa.