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5 febrero, 2025 1:08 am

In memoriam de Alfredo Valentín Kihien Collado

Mi amistad con Alfredo comenzó en nuestra niñez, cuando frecuentaba la tienda de mi tía Irma para confiarle sus “ganancias” de la venta de periódicos, los cachuelos o la recolección de leña del río, que luego alimentaba el fuego del horno donde su padre, el profesor Carlos, hacía yeso.

POR: NOLBERTO ARATA HURTADO   

Este 8 de diciembre, día de la Inmaculada, ha fallecido Alfredo Valentín Kihien Collado, el gran “Chino Alfredo”, como lo conocíamos desde siempre.

Mi amistad con Alfredo comenzó en nuestra niñez, cuando frecuentaba la tienda de mi tía Irma para confiarle sus “ganancias” de la venta de periódicos, los cachuelos o la recolección de leña del río, que luego alimentaba el fuego del horno donde su padre, el profesor Carlos, hacía yeso.

Nació el 21 de mayo de 1946. Entró al jardín de Belén a los 4 años, de tanto insistirle a la señora Anita que lo pusiera en la escuela. En más de una ocasión lo amarraron a la silla y varias veces le pusieron esparadrapo en la boca por ser tan inquieto.

En Lima con amigos celebrando el día de su cumpleaños.

Lo matricularon en el 980 de Chávez (Colerones). Seguía siendo muy inquieto y recordaba que, en una visita del Inspector de Educación a su salón, este le preguntó el resultado de algunas multiplicaciones. Alfredo, muy hábil y sin poder quedarse callado, respondía acertadamente. El inspector, que llevaba caramelos, le dijo: “Si te quedas callado, te daré todos los caramelos”.

Su niñez y juventud fueron maravillosas, llenas de aventuras. Recorrió San Francisco, el Siglo, Cerro Blanco, Agua de Pajaritos, Osmore, Huaracane y 7 Vueltas. Vendía periódicos, lustraba zapatos, cazaba con honda, hacía guerrillas entre belermos y pampeños, peleaba en defensa de las chicas del barrio, y más.

Terminada la secundaria, viajó a Tucumán, Argentina, donde estudió ingeniería, graduándose con el promedio más alto (9,25/10). Un logro muy importante para un moqueguano. Su posgrado lo realizó en la Universidad de Nancy, en Francia. Fue por un año, pero se quedó cuatro, porque el director de la Escuela de Ingeniería, al ver su gran rendimiento, lo premió con una beca integral que incluía a su familia. En la Maestría obtuvo el primer puesto y en el Doctorado la calificación de Muy Honorable, significando que alcanzó las tres notas más altas entre todos. Otro gran logro.

En la inauguración del Colegio de Ingenieros apadrinando una instalación.

 

A su regreso al Perú, fue catedrático en la UNI (Universidad Nacional de Ingeniería). Trabajó en empresas nacionales y transnacionales que lo llevaron a distintos lugares del Perú y del mundo.

 

Sus aspiraciones personales crecieron y fundó empresas en hotelería, construcción civil, comercio, agricultura y su gran pasión: la minería. Tiene hoteles en Lima, Ilo y Moquegua, y proyectaba uno en Madre de Dios. En minería, operaba en Ilo, y en agricultura, en Moquegua.

Con Delia, su esposa argentina, tuvo a sus hijos Carlos y Claudio, quienes le dieron cuatro nietos. Los hijos de Claudio, ya jóvenes, viven en Canadá, y me comentó que su muy bella nieta había heredado los ojos de la señora Anita. En Perú, Carlos le ha dado dos nietos pequeños que residen en Lima.

Quisiera que recordemos a Alfredo como un gran emprendedor, un gran amigo y un hombre firme en sus ideales.

En Lima reunión con amigos.

Alguna vez me confesó que, aunque con mucho esfuerzo y entrega había construido algo muy importante, no logró plasmar en obras el gran amor que sentía por nuestra tierra. Creyó que podría canalizarlo incursionando en política, aspirando al Congreso o a la presidencia de la región. Ambos intentos quedaron truncados, pero ello jamás lo limitó en su búsqueda constante de lo mejor para Moquegua.

Exponía sus ideas en foros y eventos, o buscaba inversionistas para proyectos como instalar paneles solares, construir tres plantas hidroeléctricas aprovechando las aguas de Pasto Grande, ampliar la frontera agrícola con avanzadas técnicas de riego, resembrar el valle con vid y frutales que nos dieron prestigio en la historia, o impulsar proyectos turísticos.

La familia traerá sus cenizas, y ese día debemos hacerle el gran homenaje que le debíamos en vida.

Siempre dialogante.

Análisis & Opinión