Ilo soñador

El milenio nos dio también la oportunidad del boom minero con mayor canon y regalías, implicando intensa obra pública; algunas importantes, otras para el despilfarro y corrupción.

POR: JORGE ACOSTA ZEVALLOS    

Si es que quieres ser tan bueno. Si lo sueñas de verdad. Inténtalo, empiézalo, seguro y veloz…

Es el comienzo de la letra de la canción de César Franco «El soñador» y nos hace recordar que, en Ilo, increíblemente, sus gentes fueron y son permanentes soñadores. Los progenitores de los sueños fueron los inmigrantes que, hace más de 70 años, llegaron a trabajar en la producción pesquera, metalúrgica y en diversos servicios para dotarse de ingresos. La perdurabilidad del empleo los hizo soñar que era mejor quedarse en la oportunidad. Era un reto muy alto, donde poco estaba ordenado, el servicio de agua y electricidad era deficiente, y el costo de vida elevado.

Vaticinaban que la ciudad-puerto emergía, que fluían ingresos donde las empresas extranjeras acopiaban la mayor parte de la riqueza. Soñaron que podían ganar más y reclamaron; soñaron que la ciudad-campamento era pasajera y que las cuatro calles verticales y horizontales podían ser más, y las extendieron por diversas partes. Volvieron a soñar que en el distrito se quedaran en la localidad y gritaron elevarse a provincia, y lo lograron.

Los ileños aborígenes y los que se asentaron hasta los años 80 anhelaban superar la anarquía y visionaban vivir en contacto con el mar, tener buenas escuelas y centros de salud, agua potable y alcantarillado, un ambiente no contaminado por humos, relaves, pesca sostenible, puertos más activos, respeto a sus derechos sindicales y mejor calidad de vida para sus próximas generaciones.

En las primeras elecciones de esa década eligieron en sufragio a sus autoridades que soñaban con la nueva “ciudad que debería ser”. Con pocos recursos públicos y muchas ganas, continuaron el pavimento de las calles polvorientas, se construyó una gran plaza de armas, comenzó el malecón costero, el Palacio Municipal y la dotación de agua y su tratamiento mejoraron con el canal desde Ite. El tratamiento de aguas será alejado de la ciudad. Las banderas de ‘agua sí, humos no’, siguieron flameando con avances y retrocesos.

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La inmigración continuaría sumando a los nuevos ileños. La ciudad crece y los espacios se acortan, había que volver a soñar dónde asentar las nuevas viviendas y sus complementos. Pampa Inalámbrica y Cata Catas son los postulantes. Gana el primero y nuevamente a cerrar los ojos y proyectarse al desconocido futuro. Tenía que ser planificada con calles de doble vía, óvalos para el transporte y la modalidad del PROMUVI como solución para los nuevos asentamientos. Son los últimos años de los 80 y la década de los 90 testigos de la emergente nueva ciudad, más ordenada y en mejores condiciones para vivir.

A la par se elaboran los planes de desarrollo que multiplican los sueños: ser un polo de desarrollo con participación ciudadana, ambientalmente limpia, recibir una parte de los impuestos generados, ser el puerto al Pacífico e integrado a la Macro Región del Sur y a países vecinos. Se combinan los sueños locales con los grandes proyectos. Comienza el nuevo milenio e Ilo reclama canon y, junto a otros pueblos, concreta el canon minero y aduanero, la regionalización y descentralización. Se concreta la Zona Franca Industrial, se construye la binacional desde la frontera con Brasil hasta el puerto, se afianza el proyecto de Pasto Grande con el objetivo de dotar agua a domicilio y la irrigación de Lomas de Ilo. Ilo deja de sonar en pequeño y se propone ser el núcleo del sur peruano.

El nuevo milenio será de renovación de sueños, también de sueños frustrados, imposibles y pendientes. La prospectiva de las dos primeras décadas es la construcción del Gasoducto Sur Peruano (GSP) con planta petroquímica en Ilo, la integración peruano-boliviana para dinamizar el puerto con el Corredor Ferroviario Bioceánico, atraer la carga de este país, modernizar el puerto, irrigar las Lomas de Ilo, integrarse más con los departamentos vecinos, trasladar la planta de Petroperú de la ciudad al sur, alternar el nuevo puerto y la construcción del muelle abrigo, atraer más el turismo, preservar Punta de Coles, contar con propuesta de dotación de agua a domicilio permanente evaluando la posibilidad de la desalinización, darle sostenibilidad a la pesca artesanal.

Se logra frenar la contaminación de los humos y escorias, atraer la inversión termoeléctrica, avanzar parte de los ductos del proyecto Lomas de Ilo, se construyen las carreteras costaneras sur y norte, exportación de minerales de Quellaveco por el puerto Engie, intangibilidad de las 5 millas para la pesca artesanal, entre otros. Se quedan en el tintero la circunvalación interurbana de Ilo, la continuidad de distribución de gas a domicilio, el nuevo parque para los microempresarios.

El milenio nos dio también la oportunidad del boom minero con mayor canon y regalías, implicando intensa obra pública; algunas importantes, otras para el despilfarro y corrupción.

Y los sueños seguirán por tener una ciudad segura, de más oportunidades, mayor competitividad con personas altamente capacitadas, eficiencia en el gasto público e imantación de la inversión privada. Particularmente sueño que los ileños no dejen de seguir soñando a pesar de que los tiempos lo hacen cada vez más difícil.

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