POR: Lucho Cayetano López – Periodista de la ANP
Voy a empezar esta alocución recordando la letra de una canción adaptada, que solíamos cantar en la escuela 1810 de la década de los sesentas: “Quinistaquillas bonito y alegre, tus chacras son verdes y floridas… bellas palomitas van volando como pajaritos van cantando”.
Antaño, mi abuela Eustaquia Valdez me contaba que el distrito de Quinistaquillas tenía cinco riegos de agua simultáneos, uno regaba Santacruz, otro Guadalupe, otro San Isidro, otro La Catas y otro las Capillas, el agua amanecía en las chacras y no había control por horas.
El paisaje de Quinistaquillas lucia como una selva adornada de higuerales, escasos viñedos, pacayales, granadales, tunales, lucumales, cañaverales y sus sembríos eran de trigales y maizales, alfalfares. Las lluvias eran continuas
El río Tambo, era una fuente de recursos alimenticios bastos y albergaba; camarones, pejerreyes y truchas que se salían por las acequias de Corpanto, Quianto, Jocoa y Campaya.
TIEMPOS AQUELLOS QUE SE ESTÁN BORRANDO DE NUESTRA MEMORIA
Hoy, después de mucho tiempo han vuelto las lluvias y nos hemos recuperado de la sequía y otra vez reverdece Quinistaquillas ahora con un nuevo giro en el agro: producimos paltas, uvas, mangos, limas, melocotones, zapotes y sobre todo el apetitoso y exquisito vino, ni que decir del pisco natural a base de pura uva, productos de calidad y exportación.
Quinistaquillas es historia, según el historiador chileno, Vicuña Mackena , cuenta que cuando invadieron los chilenos el sur del Perú, llegaron también a Quinistaquillas y estuvieron en esta tierra , porque este antiguo pueblo tenía forraje y alimentos para la tropa, caballos y mulas del ejército invasor, se dice que estuvieron tres meses en posesión de Quinistaquillas porque era un lugar estratégico en provisiones para avanzar sobre Arequipa. Y donde se alojaron los soldados chilenos, atención, se alojaron en lo que hoy es Guadalupe específicamente en la chacra de la señora Eustaquia Valdez, allí acamparon los soldados, por ello este lugar se llama Campamento. Recordemos que la guerra con Chile se produjo en abril de 1879 hasta octubre de 1883.
Si retrocedemos la historia hacia 1600, recordaremos la explosión del Huaynaputina (el joven mozo) que hizo estragos en más de 25 pueblos de Moquegua, sepultó al grandioso pueblo de Calicanto que hoy yace en el subsuelo. Historiadores españoles han escrito sobre la magnitud de los daños que esta erupción causó sobre la tierra de América y el mundo. Su poder explosivo alteró el clima del mundo, y en la zona de desastre, Moquegua Arequipa creían que esto era el juicio final, porque semanas no se veía el sol, estaba oscuro y solo se respiraba arena polvorienta.
Se cuenta que el río Tambo se embalsó y sus aguas hervían a causa de la lava caliente que caía y los camarones y truchas salían o se cocinaban en el agua. El efecto llegó hasta el productivo valle de Vítor en Arequipa. Algo más que cuentan los historiadores españoles es que las cenizas llegaron hasta Lima, asimismo el ruido de la explosión se escuchó en Lima y los españoles creían que era un ataque de Piratas al Puerto del Callao.
Quinistaquillas, es tierra de muchos hombres que contribuyen y contribuyeron al desarrollo del país: sus hijos nacidos en esta tierra calurosa hoy ocupan cargos en sus diversas profesiones y oficios, tenemos médicos, profesores, periodistas, curas, locutores, empresarios, cantautores, policías, ingenieros . En realidad es un pueblo que siempre compitió con los vecinos omateños hasta en fútbol. Así es nuestra querida tierra ubicada en las faldas del Huaynaputina regado por las aguas volcánica y de la laguna límite con Omate.
Otro recuerdo de la década de los sesentas y setentas, son la fiestas de las cruces: Santa Cruz, Guadalupe, San Isidro, Santa Rosa, donde acudían las señoras de esa época para competir con sus picantes, el arroz con camarones, los pejerreyes con habas y los cuyes chactados, al compás del baile de los tucumanes, argentinos, la señorita, los diablos.
Allí estaban la señora Ciprina López, la tía Angélica Ticona, la tía Teresa Caytano con sus mates de chicha, la tía Anita Rosado, la señora Sabina Menaut, la señora Justina Córdova, la señora Vitaliana, la señora Eudocia Alvarez, la señora Natividad, la señora Eduviges Coaquira. La tía Justina Ticona, la tia Germanicia, Isabel estas últimas de Guadalupe. Tantas mamás quinistaquillenses que en estos momentos se me van de la mente. Y no podemos olvidar las mamitas del pueblo: la tía Evangelina, la tía Antonia Caytano, la tía Isabel y muchas otras.
Mención especial a don Leoncio Mamani , quien componía y cantaba el carnaval acompañado de su charango que hacia deleitar a los bailarines con su prosa y rima, cuando entonaba este prosa con su voz cómica “Quisiera ser el zorro(bis), para comerme a las gallinas y dejar al gallo solo” . Como recuerdo, cuando un día hizo una competencia de rimas con su hijo Jesús, ambos iban empate, pero don Leoncio dio la última estocada al decirle “Cállate hijo de mi colgandijo”.
Viva Quinistaquillas, gloria a sus hombres, también profesionales que hoy no están con nosotros, pero que nos miran desde el cielo.
Que viva el pueblo de Quinistaquillas, todos: niños, niñas, púberes, adolescentes, jóvenes, ancianos.
Fuerza Quinistaquillas ante esta pandemia que pronto pasará con la próxima llegada de la vacuna.
Con todo este bello historial nuestro pueblo es una tribuna abierta para fomentar el turismo, por su historia y paisaje.