POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ
Es difícil encontrar a alguien medianamente culto que no haya escuchado la frase «Roma no se construyó en un día». Esta frase es una metáfora para decir que las cosas grandes y significativas llevan tiempo y esfuerzo para lograrse. Los grandes proyectos, ya sean personales o profesionales, pueden parecer insensatos al principio. Sin embargo, con perseverancia y dedicación, estos proyectos pueden convertirse en realidades sorprendentes sobre todo cuando influyen en forma positiva en el entorno donde se ubican.
Un ejemplo de esto es el Canal de Panamá. Cuando se propuso por primera vez en el siglo XIX, muchos lo consideraron una locura. La construcción del canal requería la excavación de millones de toneladas de tierra y roca, la construcción de enormes esclusas y la creación de un lago artificial. Sin embargo, después de muchos años de trabajo arduo y dedicación, el Canal de Panamá se completó en 1914 y se convirtió en una de las maravillas del mundo moderno.
Otro ejemplo es el denominado Eurotúnel, claro ejemplo de cómo la tecnología ha ayudado a superar retos en su construcción como han sido las tuneladoras, que en muchos casos han conseguido salvar proyectos de ingeniería de gran envergadura. Gracias a estas grandes máquinas se ha conseguido comunicar regiones que, a pesar de estar próximas, contaban con grandes obstáculos geográficos que eran considerados obstáculos imposibles de superar y las que muy bien pueden ser utilizadas en diversos tramos del Corredor Ferroviario Bioceánico Central (CFBC), al igual como se ha hecho en el metro de Lima.
Estos dos ejemplos, conjuntamente con el tren eléctrico denominado Maglev de Shanghái que es la línea de más alta velocidad del mundo, propiedad y creación de la China Railway Rolling Stock que opera mediante levitación, siendo el vehículo férreo comercial más rápido del mundo, (viaja a 600 km/hora y flota a medida que se desplaza sobre la vía), son una muestra clara de cómo la tecnología puede lograr que los grandes proyectos que pueden parecer insensatos al principio, con perseverancia, tecnología, recursos económicos y dedicación pueden convertirse en realidades sorprendentes en tanto se superen los intereses y la corrupción política. Así que estimado lector la próxima vez que te enfrentes a un proyecto que parezca insensato, recuerda: ¡sin prisa, pero sin pausa!
Mantener la motivación en un gran proyecto puede ser un desafío y más aún cuando en nuestro medio hemos visto enunciar diversos proyectos o sueños que al no tener sustento ni técnico, ni económico, ni social, entre otros aspectos se vuelven pesadillas, como por ejemplo sucedió y ocurre en el caso del gasoducto y una ilusoria petroquímica, que hasta la fecha tan solo han servido para realizar diversos eventos en los cuales la demagogia, –por no emplear otro calificativo más fuerte–, se ha impuesto impulsada por ciertos intereses políticos, que me hacen recordar al peculiar líder soviético Nikita Kruschev, al que se le atribuyen dos cosas: que golpeó en cierta ocasión en la ONU con uno de sus zapatos una mesa, aparte de decir que “Los políticos son siempre iguales en todo sitio. Prometen construir un puente incluso donde no hay río”.
Pero volviendo al CFBC, es importante tener siempre en cuenta el panorama general, a la vez que analizarlo sin pasiones, antipatías e ideas fijas, como sucede con muchos que les basta oír alguna mención a ciertos países y políticos de los mismos para expresar un estólido rechazo sin visualizar el objetivo final o, todo lo contrario: solicitar auparse al mismo sin mayores conocimientos o aportes, de lo que el ferrocarril significará para todos los países que de una u otra manera estarán involucrados, pidiendo decirse conservando las distancias del caso, que el mismo cumpliría un papel crucial parecido al que jugaron en el desarrollo económico, social y político de los Estados Unidos donde desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX, permitieron la expansión hacia el oeste, el transporte de mercancías y personas a largas distancias, la integración de los mercados nacionales y regionales, y la creación de una infraestructura industrial y financiera, similar a la que podría darse en Bolivia, ayudando a superar su mediterraneidad, es decir, su condición de país sin litoral, que tiene un impacto significativo en la competitividad de sus productos y en su comercio internacional. Según un estudio de la ALADI, Bolivia enfrenta costos de transporte superiores al promedio regional, con un 8,4% del valor comercializado, lo que implica que el costo de la mediterraneidad para Bolivia es del 33,2% respecto al promedio regional.
Además, otro estudio encontró que la condición de mediterraneidad de Bolivia se asocia con una pérdida de su flujo de comercio bilateral respecto a su PIB que, en promedio, varía entre 7,2% y 14,8%, durante el periodo de análisis. Esto significa que anualmente el país pierde la posibilidad de que su Producto Interno Bruto crezca entre un 1% y un 3%. Panorama que se agrava si recordamos que hoy enfrenta una seria crisis por que al parecer sus reservas comprobadas de gas se vienen agotando, tanto por su uso como por no haber realizado actividades de exploración, por lo que para el país altiplánico es vital la construcción del ferrocarril.
Para Perú y específicamente para Moquegua, donde se encuentra el puerto de Ilo, este proyecto traerá múltiples beneficios, tanto al poblador común como a las grandes empresas, como por ejemplo al Grupo México, cuyo aporte es sustancial, tanto por su experiencia, como porque si se une al proyecto reduciría sustancialmente costos en la parte peruana al utilizarse e tramo que va de Ilo a Toquepala, haciendo innecesario construir un tramo entre Ilo y Desaguadero.
Y ya veo a ciertos personajes rasgándose las vestiduras y rechazando cualquier posible participación del Grupo México. ¡El perro del hortelano que no come ni deja comer! ¿Qué va a ganar? …cierto y justo? Lo contario sería que no se logrará nada absolutamente nada, lo que sería triste sobre todo para quienes vivimos en esta patria tan proclive a perder oportunidades.
En cambio, convencer al sector privado de todas las regiones por donde transcurriría es vital. Porque, en primer lugar, permitirá una vía más rápida, económica, segura y de mayor carga para la exportación de bienes hacia los mercados asiáticos. Además, se busca que el 95% del flujo comercial de Bolivia se realice por el puerto de Ilo. Esto significará un aumento en el tráfico comercial en el puerto de Ilo y, por lo tanto, un aumento en la actividad económica en la macro región, pudiendo hablarse de varios otros terminales portuarios a lo largo y ancho del litoral tacneño, moqueguano y arequipeño.
Cierto, el camino no es fácil, pero tenemos un ejemplo a seguir: lo ocurrido en el diseño, acuerdos y construcción del puerto “hub” de Chancay, en el cual empresas privadas se han puesto de acuerdo, teniendo el Estado un papel secundario y facilitador. ¡Hagamos algo semejante y para lograrlo debemos deponer antagonismos, intereses y burocracia! ¡Y para conseguirlo, por favor olvídense de eventos burocráticos y comisiones sin ton y son y hagan trabajo y análisis de gabinete, presididos por un(a) responsable, acompañada por personajes de reconocido prestigio, que acompañen a la persona responsable, a reuniones de información, colaboración plena, trabajo y decisión con los altos mandos en la fecha y lugar donde ellos lo indiquen, tanto del Grupo México, (Germán Larrea Mota Velasco); China Harbour Engineering Company, Gobierno de Bolivia (Luis Arce Catacora); Gobierno de Brasil ( Luiz Inácio Lula da Silva), Gobierno de Brasil , aparte de los Gobiernos de Argentina y Paraguay, además de reconocidos gremios empresariales de dichos países, con la salvedad del nuestro, donde solo debería invitarse a los gremios del sur del Perú por obvias razones.
Y para terminar, espero y deseo que nuestra actual gobernadora, Gilia Ninfa Gutiérrez Ayala, fiel al amor que dice profesar a Moquegua, en razón a ser la principal autoridad regional analice más allá de antipatías y desencuentros políticos, la presente propuesta que tiene raíces más profundas y realistas que muchos otros proyectos que se han barajado a través de nuestra historia los cuales no han pasado de ser meras anécdotas. Asimismo, me permito sugerirle que convoque a su equipo como responsables en lo relacionado al Corredor Ferroviario Bioceánico Central a dos ciudadanos moqueguanos que se distinguen por su capacidad, experiencia, contactos y amor al terruño: Juan Carlos Liu Yonsen y Ernesto Herrera Becerra.