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Fue una lágrima

Por: Mauricio Aguirre Corvalán     

El debate del domingo cayó más del lado de la decepción que del optimismo. Ni el candidato ni la candidata mostraron una idea clara de hacia dónde debe ir el país con un plan de mediano y largo plazo. Fue más bien un escenario donde la prioridad estuvo en convencer al electorado indeciso, y en esa estrategia Keiko Fujimori le sacó una clara ventaja a Pedro Castillo.

La candidata naranja apuntó directamente al grueso de peruanos afectados por la pandemia y la crisis económica con una larga lista de programas asistencialistas y de reparto directo de dinero para sus bolsillos. Recuerden que los más golpeados y con menos capacidad de resistencia a la crisis están en los sectores D y E, donde si bien Pedro Castillo tiene su mayor caudal electoral, también el porcentaje de indecisos es de los más altos.

La estrategia del candidato del lápiz, en cambio, sorprendió pero no para bien. Se presentó con un discurso más moderado, distinto al de toda su campaña, seguramente con el objetivo de decirle a los indecisos que en realidad no es el izquierdista radical que va a expropiar todo lo que encuentre a su paso. Pero a la vez ese discurso no estuvo marcado por los dos ejes de campaña que levantó como banderas durante estos meses y que ha presentado como objetivos prioritarios de un eventual gobierno suyo. Un cambio profundo en el país y la redacción de una nueva constitución. Sus estrategas quisieron transformarlo en lo que no es, y quedó demostrado que la decisión no fue la más acertada.

En todas las encuestas publicadas a lo largo de la campaña, la principal demanda de los votantes fue la necesidad de un cambio profundo en el país. Hay un hartazgo de la clase política, la corrupción y la ineficiencia del Estado. Como dijimos Castillo dejó pasar la oportunidad de colocarlo como un eje narrativo de toda su presentación, y Fujimori habló de un cambio hacia adelante pero sin profundizar en ello, ya que priorizó anuncios concretos de corto plazo para aliviar el bolsillo de la gente.

Pero más allá de estrategias y perfomance de candidato y candidata, fue bastante elocuente la falta de capacidad de ambos para abordar temas de mediano y largo plazo. Sólo un ejemplo. En el bloque de economía una pregunta ciudadana estuvo referida a las propuestas para darle valor agregado a las materias primas producto de las empresas extractivas. Ambas respuestas fueron para llorar. Castillo dijo que el Estado tiene que acordarse de los jóvenes y llamar a todos los expertos para construir las grandes cuencas hidrográficas y así sostener los proyectos. Mientras que Fujimori se limitó a repetir sus propuestas de canon para el pueblo y minería para el agro. Hubiéramos querido escuchar si había algún plan para que el cobre no se exporte como piedra chancada, sino que se pueda vender al exterior como cables para electricidad.

Fue en realidad un debate para el olvido. Ahora ya estamos en la cuenta regresiva. Quedan sólo 5 días para la elección, y más allá de quien le sacó mayor provecho al encuentro en Arequipa y como ha sido la evolución de las tendencias en las encuestas de intención de voto, lo que pase en la calle en estos pocos días será crucial, dado el empate técnico en que se encuentran ambas candidaturas.

En ese sentido, el olfato electoral de la calle pasa por algo fundamental a la hora de decidir un voto. La percepción que se tiene de cada candidato en función de la propia necesidad de cada uno de los votantes. Y allí el punto crucial se llama cambio.

Todos quieren un cambio, y quien logré personificar ese cambio será el que tenga esa ligerísima ventaja que lo lleve a Palacio de Gobierno.

Por eso quizá la última oportunidad del fujimorismo esté en el debate presidencial del domingo que viene en Arequipa. La gente quiere un cambio real en el país, y en lo que va de la elección ese cambio está representado por Pedro Castillo, y en ese sentido se repetirá el escenario del debate técnico. Keiko Fujimori debe ganar por knockout si quiere voltear la elección, mientras que Pedro Castillo sólo necesita una derrota honrosa. Las cartas están jugadas y la definición todavía es una incógnita.

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