POR: GUSTAVO PUMA CÁCERES
El Perú está en crisis. Nuestra política es un desastre, tres presidentes presos (¡un récord mundial Guinness!), instituciones que nadie cree, corrupción por todos lados, pobreza que no se acaba y un Estado que no sirve ni para lo básico.
Las elecciones del 2026 son nuestra oportunidad para cambiar las cosas, para elegir autoridades honestas, capaces y que trabajen para el pueblo, no para su bolsillo. Pero no basta con cambiar de caras, necesitamos políticos nuevos, con ideas nuevas y, sobre todo, con moral nueva.
Las elecciones del 2026 “representan una oportunidad clave para renovar la clase política y construir un proyecto de país más justo, transparente, eficiente, que busque el bien común y no los intereses individuales”. Sin embargo, no basta con cambiar rostros: se necesita un nuevo perfil de líderes que prioricen soluciones reales antes que intereses personales.
La pregunta clave y del millón es: “¿qué cualidades debe tener esta nueva generación de políticos para enfrentar los desafíos económicos, sociales y estructurales del Perú?”
¿QUÉ DEBE SOLUCIONAR EL PERÚ?
La Gobernabilidad en crisis, la inestabilidad como sistema
El Perú ha sufrido 6 cambios de gobierno en apenas 8 años (The Economist, 2023), una vergonzosa marca que refleja nuestra crónica incapacidad para construir consensos. La clase política ha convertido el Estado en un botín de guerra, donde la polarización y las ambiciones personales han enterrado cualquier posibilidad de acuerdos nacionales.
El histórico Acuerdo Nacional impulsado por Valentín Paniagua hoy yace abandonado, está en el excusado, demostrando el fracaso de un sistema que privilegia el cortoplacismo sobre los intereses del país.
La Corrupción sistémica, el cáncer que carcome el Estado
Con el puesto 101 en el Índice de Percepción de Corrupción (Transparencia Internacional, 2023), el Perú exhibe una alarmante normalización de la delincuencia organizada al más alto nivel.
Los emblemáticos casos Odebrecht, Vacunagate y Cuellos Blancos son solo la punta del iceberg de una red mafiosa que incluye desde «Mochasueldos» hasta «Waykis Rolex», pasando por los escandalosos «Niños del Congreso» y las grotescas fugas de líderes condenados.
Estos no son hechos aislados, sino síntomas de un sistema institucional diseñado para la impunidad.
La desigualdad estructural, el crecimiento que no llega al pueblo
A pesar del discurso oficial sobre crecimiento económico, 27.5% de peruanos vive en pobreza (INEI, 2023), una cifra que esconde dramáticas brechas entre Lima y el interior del país.
Mientras la capital concentra oportunidades, millones carecen de acceso a salud digna, educación de calidad y empleo estable. Esta injusticia social no es casualidad, sino consecuencia de décadas de políticas centralistas y excluyentes. “Lima no es el Perú”.
La Inseguridad desbordada, el Estado ausente
Con 7.8 homicidios por cada 100,000 habitantes (UNODC, 2023) y una creciente ola de narcotráfico, el Perú enfrenta una crisis de seguridad que evidencia el colapso del sistema judicial y policial.
El reciente caso de policías delincuentes detenidos en Juliaca no es una anomalía, sino el reflejo de instituciones corroídas por la corrupción y el abandono estatal.
¿QUÉ CUALIDADES DEBE TENER LA NUEVA GENERACIÓN DE POLÍTICOS?
Su Integridad debe de ser comprobable e intachable, contando con un historial limpio, sin investigaciones por corrupción o lavado de activos, ni denuncias penales, fiscales, judiciales y policiales. Exigimos:
Historial público verificable sin procesos judiciales ni investigaciones.
Declaraciones juradas auditadas permanentemente por organismos independientes.
Financiamiento político transparente, sin vínculos con narcotráfico o grupos de poder oscuros.
Debe tener competencia técnica probada, no solo discurso político, con gestión antes que retórica; requerimos profesionales con expertise en la gestión pública y políticas de Estado.
Sus planes de gobierno deben de ser viables, con datos y políticas públicas basadas en evidencia y no en promesas y eslóganes populistas.
Su Compromiso debe ser real con la descentralización. “Basta ya del centralismo limeño”, demandamos autoridades que gobiernen desde las regiones; distribución equitativa del presupuesto nacional, con control ciudadano y diálogo permanente con comunidades para prevenir conflictos sociales.
Tener capacidad de diálogo y consenso, evitando la polarización, buscar acuerdos en el Congreso sin caer en el autoritarismo. Debe haber inclusión de minorías, escuchar a movimientos indígenas y originarios, y establecer políticas de Estado (no de gobierno), proyectos que trasciendan mandatos.
Con visión de futuro y visión estratégica para el desarrollo sostenible, debe plantear: Innovación y sostenibilidad. Economía verde que proteja nuestros recursos naturales. Evolución educativa y tecnológica para generar empleos de calidad.
Como advirtió Manuel González Prada hace más de 100 años: “El Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus”. Y hoy sigue igual, padeciendo las mismas heridas que nunca cicatrizan.
El país no puede permitirse otro ciclo de improvisación y corrupción.
Las elecciones del 2026 deben marcar un antes y un después, con líderes que combinen honestidad, capacidad técnica y compromiso social.
El cambio no vendrá por generación espontánea: los peruanos y peruanas debemos exigir estos cambios y participar activamente en el proceso electoral, fiscalizar el desempeño de nuestras autoridades, y mantener una vigilancia constante sobre el poder.
Solo con una nueva generación de políticos se podrá construir un Perú más justo, estable y con futuro.
Usted, lector, tiene la gran tarea y responsabilidad de buscar y saber elegir al presidente (a), senadores, diputados, gobernadores y alcaldes en el 2026. Le queda un año.