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26 diciembre, 2024 5:19 am

El voto de los analfabetos en el Perú: 12 de diciembre de 1978

… recién en el siglo XX se protagonizan cambios inamovibles que alteran la estructura del panorama electoral, al darse el voto a los analfabetos de manera gradual …

POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA (DIRECTOR DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES)     

La categoría desborde popular fue incorporada por José Matos Mar en sus análisis sobre las masas que gradualmente se fueron imponiendo en espacios reservados para un conjunto de peruanos, que de pronto tuvieron que acostumbrarse a la transformación de un Perú rural a uno de timbre urbano, que de pronto se asombró cuando, desde el 12 de diciembre de 1978, se inscribía y otorgaba libretas electorales a los analfabetos.

El sociólogo Héctor Maletta también se preguntaba sobre lo mismo, si el Perú seguía siendo un país campesino, después que, entre 1940 y 1960, las estadísticas empezaron a revelar la transformación del Perú a ese nivel. No cabe duda de que esto se agudizó al comparar las cifras con los posteriores censos, como el de 1972, cuando se evidenció que las poblaciones urbanas crecían y, al mismo tiempo, se sabía que ahí se aposentaban muchos a quienes se les negaba la ciudadanía.

Hoy es imposible aceptar que se vive en democracia si se niega la participación del ejercicio ciudadano a quien tiene la edad establecida para esta consideración. Han quedado atrás los tiempos en los que una gran masa tenía que aceptar que los demás, unos pocos, eligieran a los diputados, senadores, alcaldes y presidentes de la República, porque hoy las decisiones no privan de este derecho a nadie que legalmente esté habilitado para hacerlo.

UN MUNDO QUE SE PERDIÓ

En su artículo de corte científico: “El otro desborde popular: el voto analfabeto, los nuevos ciudadanos y la «crisis» del sistema de partidos peruano”, publicado en 2009 en la revista Elecciones de ONPE, la historiadora Alicia del Águila presenta una secuencia de los baches que ha sufrido una gran masa de peruanos hasta lograr la ciudadanía negada por ser analfabetos. Del Águila hace también un recuento de la concesión de ciudadanía a los iletrados, comparando las diversas realidades que ubican al Perú como el penúltimo país en dar ciudadanía a los analfabetos, ya que, tras este país, ocurrió lo propio en Brasil.

El artículo presenta una visión general de lo ocurrido en el Perú durante casi todo el siglo XIX republicano, cuando ser iletrado no impedía totalmente sufragar. Fue recién la reforma electoral de 1896 la que estableció como requisito general saber leer y escribir, privando a una gran masa de serranos, sobre todo, y a selváticos de la participación en la política oficial, es decir, como lo reitera Del Águila, el ciudadano iletrado fue el gran ausente por casi un siglo en el Perú.

Y como lo acabamos de señalar, siguiendo a esta autora, recién en el siglo XX se protagonizan cambios inamovibles que alteran la estructura del panorama electoral, al darse el voto a los analfabetos de manera gradual, como evidencia de los cambios cualitativos que llevaron a muchos a hacer empatía con los otros, en este caso con los iletrados.

Se fue eliminando esa restricción e indudablemente esto alteró el mapa político de cada país donde se ponía en práctica esta medida, cuando se dejaba atrás esa marginación que polarizaba a la sociedad entre alfabetos y analfabetos. En el caso de Argentina, donde llegaron miles de inmigrantes procedentes de sociedades con diversas lenguas, ignoramos cómo se trató el problema, pues al saber leer y escribir en su propio idioma no debieron considerarlos como analfabetos.

En el Perú, la lucha por la educación es larga, pues frente a la obligatoriedad que se advierte sucesivamente, de creación de escuelas de primeras letras en todo el país, la realidad que se observaba era contraria a las propuestas gubernamentales, que desde el siglo XIX, más como una desiderata que como una realidad, decretaban sobre la instrucción de carácter obligatorio para todos los peruanos.

Se ha podido verificar que, a lo largo del siglo XX, los países latinoamericanos que aún mantenían restricciones para el sufragio de los iletrados fueron eliminándolas, siendo el Perú uno de los últimos en acoplarse a la nueva realidad, que terminó con la marginación política y sus consecuencias, en un momento en que la edad para ser ciudadano se consideró a los 18 años, dejando atrás tener 21.

EL PRESIDENTE FRANCISCO MORALES BERMÚDEZ

El general Francisco Morales Bermúdez, al final de su gobierno, promulgó el Decreto Ley 22379 que creó el Registro de Identificación de los Analfabetos, el 12 de diciembre de 1978. Con toda seguridad, la creación del Registro de Identificación de Analfabetos no fue necesariamente una ocurrencia del presidente Morales Bermúdez y de su equipo, ya que las discusiones en la Constituyente eran ampliamente conocidas por el pueblo, que se enteraba de los acuerdos que tomaban los legisladores y, adelantándose a la promulgación de la Constitución, en medio de una postergación ya insostenible, Morales Bermúdez se apresuró a la creación de ese Registro.

De inmediato, en el Jurado Nacional de Elecciones se tomaron las medidas prácticas a partir de lo legislado y, aunque hoy se considere como una medida discriminatoria, lo del uso del color rosado para las libretas electorales fue quizá lo más conveniente en ese momento, sin que se asocie el uso del color diferente a la discriminación.

El gobierno militar hizo aparecer el Decreto Ley, enmarcado dentro del Plan Inca, y dentro de la necesidad de un orden administrativo en el que tuvieran cabida los analfabetos, encargándose la ejecución de lo normado al Jurado Nacional de Elecciones, por tener oficinas en toda la República. La inscripción fue obligatoria para los varones y mujeres desde los 18 años de edad, que no supieran leer y escribir.

En el artículo 65 de la Constitución de 1979 se estableció la ciudadanía a los 18 años para todos los peruanos; en los artículos correspondientes quedó bien clara la consideración de ciudadanos y el derecho al voto de los analfabetos, quedando atrás las restricciones constitucionales que no consideraban el voto de los iletrados.

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