Según la ONU, en el mundo existe alrededor de 1,800 millones de jóvenes, cuyas edades fluctúan entre 10 y 24 años, por lo que se trata de la población juvenil más grande de la historia. Sin embargo, estos jóvenes registran cerca de tres veces más probabilidades que los adultos de estar desempleados.

La primera vez que oí hablar de los programas de trabajo juvenil o “voluntariado juvenil” fue en verano del año pasado.

Algunos de mis amigos aun sentían el hedor de los exámenes finales que todavía no se disipaba; otros, los que estudian fuera, subían en bloques a los buses como vuelve un animal hambriento luego de un día fuera de casa.

Pero todos ellos tenían algo en común: estaban convencidos de poder entrar a trabajar para el gobierno regional. Al parecer, estos programas eran populares en distritos como Samegua en años anteriores, pero por problemas de socialización, si no conocías a nadie que ya había pasado por uno, el trámite administrativo implicaba el doble de dificultad.

Entonces, en las esferas juveniles que un adulto no siente (pero que ciertamente existen en los chats de WhatsApp) se formaron grupos que amortiguaron la intimidación y tedio de asistir a los sorteos y pedir informes al Gobierno Regional.

La estación fue calamitosa por las lluvias; quizá por ello se terminó dando muy mal uso al talento, esfuerzo y ganas de los jóvenes que laboraron en el programa de verano 2019. Del testimonio de los mismos estudiantes de las carreras de ingeniería civil, derecho, gestión, minas, entre muchas otras, se dio la inusitada situación de que su primer trabajo remunerado fuera arreglar las patas de la silla en una precaria oficina o pintar paredes dentro del Gobierno Regional.

¿Tanto le costaba encomendarle una tarea menor a un funcionario o a un servidor, que reforzara la carrera que ya estaba estudiando el joven, para que al volver a clases lo hiciera no solo motivado, sino que con algo de experiencia laboral que, tal vez, y esto es lo más probable, lo hiciera mejorar como alumno? Juzgue usted.

Este año, el programa brindó oportunidad laboral a 1000 jóvenes de toda la región, por el plazo de 1 mes, recibiendo una contribución económica de S/ 1000. El año pasado se contó con un presupuesto de más de dos millones y medio de soles.

El verano está terminando y solo basta con preguntarle de nuevo a los jóvenes si su experiencia en el programa ha reforzado los conocimientos de la carrera que estudian, independientemente si sea o no objetivo del mismo. La pintura fresca de los dibujos del jardín de la calle Cajamarca –que queda al lado del colegio Juan XXIII- habla por sí sola. Como dice el slogan, al mantener la brocha o el pincel, deben mantenerse siempre firmes.