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17 julio, 2025 6:44 am

El retroceso de los valores globales y el auge de los poderes descontrolados

Organismos internacionales que en su momento gozaron de prestigio y respeto, como la ONU, la OEA o la OTAN, están perdiendo influencia y autoridad.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ     

En las últimas décadas, hemos sido testigos de un fenómeno preocupante que parece estar erosionando los cimientos del orden mundial fundamentado en normas, acuerdos y principios de cooperación internacional. Lejos de consolidarse como un espacio de diálogo y paz, el escenario global muestra signos alarmantes de retroceso hacia actitudes y posturas que priorizan los intereses de ciertos grupos de poder por encima del bien común.

Este fenómeno no se limita a un país en particular, como Perú, sino que se observa a nivel mundial. Grandes potencias y élites económicas parecen impulsar una tendencia hacia la desregulación, el debilitamiento de las instituciones internacionales y el resurgir de conductas beligerantes y autoritarias. Las normas que en las últimas décadas se han consolidado para regular conflictos, proteger los derechos humanos y fomentar la cooperación internacional parecen estar siendo relegadas en favor de los intereses de los más fuertes.

Organismos internacionales que en su momento gozaron de prestigio y respeto, como la ONU, la OEA o la OTAN, están perdiendo influencia y autoridad. La credibilidad en estas instituciones se ve erosionada por la percepción de que sus decisiones son ignoradas o subvertidas por intereses particulares y líderes que priorizan la confrontación y la expansión de su poder. La fragmentación del orden mundial amenaza con desdibujar las fronteras de un sistema que buscaba garantizar estabilidad y justicia globales.

El resurgir de conflictos y la desinstitucionalización del escenario internacional parecen estar impulsados por líderes y países que, en busca de sus intereses personales, nacionales o regionales, adoptan posturas agresivas y desafían las reglas establecidas. Estados Unidos, Rusia, Israel y otros actores de peso están protagonizando acciones que aumentan la tensión internacional, poniendo en riesgo la estabilidad global. La proliferación de conflictos armados y la escalada de tensiones evocan escenarios que recuerdan los momentos más oscuros de la historia, como el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

La amenaza nuclear, que en su momento fue contenida mediante acuerdos y mecanismos de control, hoy parece estar en una situación alarmantemente vulnerable. La presencia de líderes con discursos cada vez más radicalizados y decisiones impulsivas, sumada a avances tecnológicos en armas de destrucción masiva, plantean un escenario en el que un conflicto de gran escala podría tener consecuencias catastróficas para toda la humanidad. La historia nos advierte que los desvaríos de líderes semejantes a Hitler, Stalin o Churchill, combinados con tecnología militar avanzada, podrían desencadenar una guerra de destrucción masiva.

El panorama mundial actual refleja un retroceso en la búsqueda de un orden basado en el respeto mutuo, la cooperación y la protección del bien común. La pérdida de prestigio y poder de las instituciones internacionales, junto con el aumento de conflictos y la amenaza nuclear, nos sitúan frente a un escenario de incertidumbre y peligro. Es imperativo que la comunidad global tome conciencia de estos riesgos y reafirme su compromiso con los valores que sustentan la paz y la estabilidad mundial, antes de que la historia vuelva a repetir sus episodios más trágicos.

Estos episodios nos recuerdan obras premonitorias como 1984 de Orwell, La naranja mecánica de Burgess, Un mundo feliz de Huxley y Fahrenheit 451 de Bradbury, que en conjunto dibujan un mundo distópico al que cada día nos acercamos más, como consecuencia de la violencia desde arriba y desde abajo, que no hace nada por superar un axioma básico: a menor trabajo, mayor delincuencia y terror.

Análisis & Opinión