POR: MARIANELA ZEGARRA BECERRA
El poeta romano Décimo Juvenal, quien vivió entre los siglos I y II de nuestra era, acuñó la frase “pan y circo”, cuya expresión original en latín es Panem et Circenses. La utilizó en sus sátiras para criticar a la sociedad romana que se conformaba con comida y entretenimiento barato, una estrategia que los gobernantes usaban para distraer al pueblo de los problemas reales y despojarlo de su espíritu crítico.
Tanto en los tiempos de Juvenal como en la actualidad, la manipulación de la mente humana como estrategia de dominación sigue vigente. Hemos reemplazado el circo romano por el entretenimiento burdo que nos brindan a través de los medios de comunicación. Estos influyen en nuestras percepciones y comportamientos, a menudo de manera sutil, para adormecernos. Priorizan historias que despiertan miedo, ira y tristeza, manteniéndonos en un estado emocional reactivo donde las decisiones se toman por impulso y no por reflexión. Nos mantienen enfocados en trivialidades, farándula, deportes, chismes de famosos y contenido ligero.
Ante malos gobernantes, nos damos cuenta de que hemos sido engañados, pero no siempre tenemos los recursos para dejar de caer en la misma trampa de seguir eligiendo mal. La causa radica en nosotros; no hemos desarrollado un pensamiento crítico. Nada puede cambiar y nada cambiará porque, sin hábitos de lectura, sin análisis de las noticias y sin la búsqueda de información —que, paradójicamente, ahora está al alcance de un clic— no podremos desarrollar un pensamiento crítico.
“La manipulación mediática hace más daño que una bomba atómica porque destruye cerebros. La población en general no sabe lo que está ocurriendo y ni siquiera sabe que no lo sabe”. —Adrián Salbuchi
El pensamiento crítico es la capacidad de la mente humana para reflexionar y analizar la información, buscar evidencia, discriminar prejuicios y creencias, y mirar desde diferentes perspectivas para hallar soluciones y tomar decisiones.
Desarrollar el pensamiento crítico es vital para contrarrestar la avasalladora maquinaria mediática. El mundo está viviendo un momento crítico: un mundo globalizado donde las decisiones que se tomen al otro lado del planeta tienen un efecto global. El poder se está concentrando en pocas manos. Un ejemplo de esto es Meta (Facebook), cuyo patrimonio supera al de la mayoría de los países de América Latina.
Si calculamos el valor de Meta en unos 800 mil millones de dólares, vemos que es mayor que el PBI de: Argentina: 600 mil millones de dólares. Colombia: 350 mil millones de dólares. Perú: 250 mil millones de dólares. Bajo estas premisas, ¿cómo se proyecta el mundo para los próximos 50 años? O, quién sabe, ¿quizás antes? En el mundo actual, el patrimonio privado prima sobre el de los Estados en términos de magnitud y acumulación. Actualmente, el poder económico se concentra más en individuos que en corporaciones o entidades no gubernamentales. Por lo tanto, podríamos estar viviendo en un futuro distópico al estilo orwelliano.
Es fundamental ser conscientes de que somos nosotros quienes otorgamos el poder, al menos en nuestras sociedades democráticas. Ejercer nuestro derecho a la libertad, elegir y asumir la responsabilidad de nuestras decisiones será vital para mantener viva la democracia, donde la sociedad civil tenga una parte activa en la vida de los Estados-naciones.