POR: GUSTAVO PINO
En los últimos meses, la situación en Perú ha alcanzado niveles alarmantes de inseguridad, corrupción y pobreza. El gobierno de Dina Boluarte, que debería ser un faro de esperanza y liderazgo, se ha convertido en un símbolo de ineficacia y desdén por las necesidades de los ciudadanos. Esta crítica no surge de una visión partidista, sino de una observación objetiva de los hechos y la realidad que viven los peruanos día a día.
Recientemente, apareció un artículo de Fernando Vivas en El Comercio, donde menciona que después de tres meses sin responder preguntas de la prensa local, el lunes por la tarde Palacio convocó, con escasa antelación, a una conferencia de prensa con Boluarte en la mesa. Todo se dispuso para minimizar el diálogo: ella y los ministros que la acompañaron a China hicieron un largo informe sobre su viaje. Sin embargo, cuando empezaron las preguntas, no había una agenda sugerida que no fuese el viaje, ni voluntad de sentar posición sobre temas polémicos como los delitos de lesa humanidad. Además, el silencio sobre temas cruciales se tornó ensordecedor cuando se le interrogó sobre las denuncias de violaciones en la etnia awajún, Boluarte tuvo la oportunidad de hablar emotivamente sobre la juventud, como lo hizo cuando se quebró en una entrevista ante una periodista china. En cambio, prefirió pasar el micrófono al ministro Morgan Quero. Este acto simboliza un presidencialismo acotado por la decisión de sobrevivir en armonía con el Congreso, apelando a la vocería de algunos ministros sobre temas que solo debiera responder ella y su defensor legal, Juan Carlos Portugal.
Mientras tanto, el país se desangra. La delincuencia ha alcanzado niveles nunca vistos, con asesinatos y robos que se han convertido en el pan de cada día. La pobreza sigue afectando a millones de peruanos, quienes ven cómo sus esperanzas de una vida mejor se desvanecen frente a la inacción gubernamental. La corrupción, lejos de ser erradicada, parece estar enquistada en cada nivel del gobierno, socavando la confianza de la ciudadanía en sus líderes.
Por otro lado, esta situación no solo afecta a quienes viven en Perú, sino que también repercute en los peruanos en el extranjero. Un video que circula en YouTube en la página de Exitosa Noticias muestra una entrevista de Nicolás Lúcar a la joven tacneña y presidenta de la Asociación de Estudiantes Peruanos en Harvard, Isabel Jurado, a quien tuve el placer de conocer hace muchos años por una vieja amistad de nuestros padres, manifestando el sentir de rechazo hacia los políticos nacionales, afirmando que no son ajenos a la realidad que vive el Perú y señala que los poderes del Estado “les están robando” a los jóvenes un proyecto de vida en el país. Si analizamos el comentario, caemos en la cuenta de que es un reflejo del descontento y la frustración de una juventud que ve sus sueños y oportunidades truncadas por la corrupción y la mala gestión gubernamental.
Entonces, la situación en la que se encuentra Perú requiere de un liderazgo firme, transparente y comprometido con el bienestar de su gente. Dina Boluarte ha demostrado ser incapaz de asumir este rol, delegando responsabilidades críticas y evadiendo preguntas fundamentales que definen el rumbo del país. Su gobierno, más preocupado por mantener las apariencias y sobrevivir políticamente, ha fallado en su misión más básica: proteger y servir a su pueblo.
Es momento de exigir un cambio. Los peruanos merecen un gobierno que no solo hable de desarrollo y progreso, sino que lo materialice con acciones concretas y efectivas. Dina Boluarte ha tenido su oportunidad y ha fallado. Es hora de que nuevos líderes, comprometidos verdaderamente con el futuro de Perú, tomen las riendas y conduzcan al país hacia un mañana mejor.