El autismo moqueguano: ¿realidad o ficción?

…acaso no podemos calificar como autista el quehacer de casi todos los colegios profesionales, de la mayoría de nuestras autoridades congresales, regionales y municipales e incluso de ciertos líderes y lideresas de una sociedad civil, que fácilmente puede ser catalogada como autista, sobre todo cuando dan clara muestras de que poco o nada les interesa como se realiza el gasto público…

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ   

¿Podría, ampliándose el concepto del término, decirse que tanto la sociedad moqueguana e incluso gran parte de la peruana es autista? Para intentar encontrar una respuesta atinada, cabe en primera instancia señalar que el autismo es un trastorno del desarrollo neurológico que afecta la comunicación y el comportamiento de las personas que padecen autismo las cuales generalmente tienen dificultades para interactuar socialmente y pueden presentar dificultades para comprender y utilizar el lenguaje de manera adecuada, mostrando comportamientos repetitivos o estereotipados e intereses obsesivos siendo una  de sus principales consecuencias la falta de diálogo y comunicación constructiva entre diferentes grupos y actores sociales.

Cuando los políticos y líderes sociales no son capaces de entender y empatizar con las necesidades y perspectivas de los demás, se generan divisiones y conflictos que entorpecen cualquier tipo de avance o progreso, impidiendo la búsqueda de soluciones integrales y sostenibles a los problemas que enfrenta una sociedad.

En lugar de enfocarse en la resolución de las necesidades reales de la población, los actores políticos se centran en mantener su poder y privilegios, perpetuando así desigualdades e injusticias ante las cuales poco o nada hacen, opinan o rechazan la mayoría de los ciudadanos, sean estos profesionales, empresarios o trabajadores que muy bien pueden ser calificados también como autistas.

Otra consecuencia del autismo social, cultural y político es la falta de empatía hacia los grupos más vulnerables de la sociedad. Como los líderes no experimentan ni comprenden las dificultades y sufrimientos de aquellos menos favorecidos, se toman decisiones y políticas públicas que no atienden sus necesidades, dejándolos aún más rezagados y excluidos.

El autismo social, cultural y político también puede llevar a una falta de visión a largo plazo y a   respuestas inadecuadas frente a desafíos globales, como son la nueva educación y los avances tecnológicos, como por ejemplo la Inteligencia Artificial.

En un mundo cada vez más interconectado, es fundamental contar con líderes capaces de entender las dinámicas complejas que afectan a la sociedad y de actuar de forma proactiva y cooperativa, cosa que no ocurre en nuestra región e incluso en el Perú entero, en los que podemos observar con una mezcla de tristeza y cólera que “nuestros líderes”, aparte de ignorar y no molestarse preocuparse por conocer lo que ocurre en la ciencia, en la economía, en la educación y la tecnología a nivel local y mundial, solo andan preocupados en ser promotores de eventos musicales con el guiño cómplice de las grandes empresas que extraen nuestros minerales, y cuyas actividades les ha permitido, — vía impuestos–, contribuir a llenar la olla del modelo económico aún vigente, el cual se caracterizó  por el crecimiento del PBI y los activos de las empresas privadas, pero no el desarrollo integral. Pregunto: ¿cuántas nuevas minas han surgido en las dos últimas décadas…cuántas nuevas fundiciones, refinerías, plantas de alambrón de cobre y otras tantas actividades generadoras de valor agregado se han creado?

Y volviendo a nuestra realidad regional: acaso no podemos calificar como autista el quehacer de casi todos los colegios profesionales, de la mayoría de nuestras autoridades congresales, regionales y municipales e incluso de ciertos líderes y lideresas de una sociedad civil, que fácilmente puede ser catalogada como autista, sobre todo cuando dan clara muestras de que poco o nada les interesa como se realiza el gasto público.

Esto lo podemos verlo en varios casos, como en lo que ocurre en los aspectos técnicos y legales de la irrigación de las lomas de Ilo; la propuesta de una planta desalinizadora, que muy bien puede correr la suerte del frustrado gasoducto, sin que hasta la fecha se vea en el horizonte algún proyecto para recuperar la capacidad de la represa de Pasto Grande; el archivamiento durante el inepto gobierno –en lo referente a Moquegua–, de Vizcarra del proyecto del Corredor Ferroviario Bioceánico Central sin el cual es inútil plantear construir nuevos terminales y zonas de abrigo en el puerto de Ilo; etcétera.

Así como también en el bajo nivel académico de nuestras universidades, cabiendo resaltar que habiendo transcurrido más de quince días, aun no se nombra una nueva Comisión Organizadora de la UNAM, a la cual muy bien se le  podría cantar: “Y te vas y te vas y te vas y no te has ido…”, con el acompañamiento de muchos medios y personajes que evitan combatir con su cómplice  silencio la corrupción y la incapacidad manifiesta de muchos de los principales funcionarios regionales y municipales, que me temo son más picaros que autistas, utilizando este último como excusa para obstaculizar el progreso y desarrollo de la región al generar interesadas divisiones, falta de empatía y decisiones inadecuadas.

Y, sobre todo: ¡no plantean un derrotero, o un norte que nos permita tener sueños colectivos factibles de hacerlos realidad!

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