Disolver: ¿y después que sigue?

Realmente Vizcarra no les dio un golpe a los fujiaprista sino una golpiza. Puso al descubierto a la mafia cuyo líder terminó suicidándose para rehuir de la justicia, metió presa a la jefa de la banda, cambió las reglas de juego para hacer más justas y limpias las próximas elecciones y -para poner la cereza al paste- disolvió el congreso evitando que le elija a un TC que iba a blindar a los corruptos.

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POR: JULIO FAILOC RIVAS

Hay que mirar con optimismo el futuro y dejar que el pasado haga su trabajo en la difícil tarea de evitar que cometamos los mismos errores (de los que ya estamos cansados). Al presente hay que darle una dosis de optimismo, pero entendiendo de que hay que construirlo juntos (por lo menos los que creemos en la democracia), si queremos realmente avanzar hacia la utopía de un país más justo y libre de corrupción.

La mediocridad como la corrupción cuando se junta es férrea, compacta y destructiva, sobre todo cuando no tiene nada que perder y mucho que ganar. Quiere macharlo todo y apuesta a la confusión con su firme propósito de que nadie crea en nadie. Esa es la estrategia fujiaprista cuando nos pretende hacer creer que el presidente Vizcarra disolvió el congreso para tener la libertad de legislar solo para favorecer a Odebrecht con montos de dinero significativo a cambio de culpar a los “angelitos” de los fujiaprista que recibieron dinero sucio de esa empresa corrupta.

Avanzar hacia un acuerdo democrático, en donde participen todas las fuerzas políticas, es fundamental para derrotar definitivamente a la corrupción y tener un crecimiento económico sano e inclusivo que le devuelva la confianza a la población. Este acuerdo entre las fuerzas políticas democráticas no sólo debe tener un carácter electoral, sino que también debe ser la base para un gobierno de ancha base una vez que sea elegido e instalado el próximo congreso.

Lo que nos ha dejado el fujiaprismo es mucha desconfianza en electorado que alcanza a todas las fuerzas políticas. Justos pagan por pecadores parece ser la consigna del próximo proceso electoral y que van a tener que enfrentar los candidatos al congreso. A lo señalado se junta la poca motivación electoral por el corto periodo de la gestión congresal, pero que, sin embargo, por la coyuntura que estamos viviendo, será fundamental para poder legislar y poder elegir a las personas idóneas encargadas de combatir la corrupción.

Creo, por el poco tiempo que van a tener los legisladores, y también por las tareas encomendadas, que van a ser fundamentales para limpiar el país, los mejores padres de la patria que cumplan a cabalidad su función, serán recordados por la población para bien como no lo han hecho por ningún congresista. Esta y no otra debe ser la principal motivación para ser candidato al congreso, porque seguramente habrá otras motivaciones subalternas como la de candidatear para hacerse conocido y tentar para otros comicios electorales del 2021 y 2022.

Sin embargo, habrá de los otros, los que aún les seguirá por siempre quedando sangre en los ojos, que arremeterán y harán de la disolución del congreso su plataforma de campaña, y seguirán con su San Benito golpe de estado.

Realmente Vizcarra no les dio un golpe a los fujiaprista sino una golpiza. Puso al descubierto a la mafia cuyo líder terminó suicidándose para rehuir de la justicia, metió presa a la jefa de la banda, cambió las reglas de juego para hacer más justas y limpias las próximas elecciones y -para poner la cereza al paste- disolvió el congreso evitando que le elija a un TC que iba a blindar a los corruptos.

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