POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ
27 de octubre de 1948: el general Manuel A. Odría Amoretti impulsado por la oligarquía exportadora y el aprismo, daba un golpe conservador desde Arequipa, contra el gobierno democrático del arequipeño José Luis Bustamante y Rivero, del cual había sido ministro de Gobierno y Policía. Ante la irrupción democrática, el poeta Martín Adán, comentó irónicamente: “El Perú ha vuelto a la normalidad”.
“Normalidad” que en nuestro país significó, –como lo relata Alfonso W. Quiroz en su “Historia de la corrupción en el Perú” –, que se abriera “un nuevo capítulo en la historia de la corrupción del sector público, implicando profundamente al sector militar que ahora poseía el control directo del gobierno y sus recursos”.
Odría, durante el tiempo que estuvo al frente del gobierno, (conocido como el “Ochenio”), se vio favorecido por la denominada Guerra Fría, que hizo que Washington, aparte de impulsar el denominado Plan Marshall en el que los estadounidenses dieron ayuda económica por valor de unos 12 000 millones de dólares de la época para la reconstrucción de lgunos países de Europa devastados tras la Segunda Guerra Mundial. (Los 12 mil millones de aquel entonces equivaldrán a US$ 131 062.74 en el 2020), para evitar la propagación del comunismo, que comenzaba a tener creciente influencia en la Europa de postguerra a la par que hacían la vista gorda a las dictaduras latinoamericanas, importándoles poco o nada las corruptelas o violaciones de los derechos humanos y del orden institucional. Eran los años, aparte de Odría en el Perú, de Leonidas Trujillo en República Dominicana, Fulgencio Batista en Cuba, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y Juan Domingo Perón en Argentina. De aquellos tiempos es la anécdota atribuida a Franklin Delano Roosevelt, que al recibir una queja sobre el dictador nicaragüense Tacho Somoza, replicó: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Aquí también recordar que Vargas Llosa ambienta en aquellos años su novela “Conversación en La Catedral”, donde Zavalita se pregunta: ¿Cuándo se jodió el Perú?
Sin embargo, no podemos dejar de señalar que Quiroz precisa que según fuentes e informes diplomáticos confidenciales, de aquella época a los cuales tuvo acceso, el círculo íntimo de Odría fue caracterizado como un grupo radicalmente “nacionalista”, con cierto grado de admiración a la política peronista, tratando de hacer algo similar en el Perú, dado que gracias a la reconstrucción de Europa y a la guerra de Corea se habían disparado los precios de las materias primas, además que los EE.UU. concedían innumerables préstamos lo que le permitió contar con recursos para realizar un vasto programa de obras públicas, que solo podría compararse con la realizada por Leguía durante el “oncenio” y que no vuelto ha verse hasta la fecha. Y cosa curiosa, quien fue en aquel entonces el equivalente a Julio Velarde el actual presidente del BCR fue Pedro Beltrán, presidente del BCR, que propició la iniciativa privada y la eliminación de los controles. Así, se duplicaron las exportaciones y se pasó a un crecimiento anual de 6,5% y el ingreso por habitante se expandió 36%.
Y si bien es cierto que bajo el lema “Salud, educación y trabajo” se construyó el Estadio Nacional, el Hospital del Empleado (Edgardo Rebagliati) y el Obrero (Guillermo Almenara) y los edificios de los ministerios de Educación, Hacienda y Trabajo, las grandes unidades escolares…los obreros se vieron favorecidos con el salario dominical y los empleados con la creación del Seguro Social Obligatorio y se construyó en Lima tres “unidades vecinales”: Matute (1952), El Rímac (1954) y Mirones (1955), aparte de otros conjuntos habitacionales (llamados “agrupamientos”) que estuvieron dirigidos a empleados públicos como Angamos, Miraflores, Alexander, San Eugenio, Hipólito Unanue y Barboncito, también se ideó una serie de locales de vivienda temporal con servicios de esparcimiento para trabajadores; así nació el Centro Vacacional de Huampaní (1955). En provincias, se mandaron a construir 1.782 viviendas repartidas en Cusco, Ica, La Oroya, Tacna y Piura. En el Callao se construyeron dos agrupamientos, con poco más de 400 viviendas, y la gran unidad Santa Marina, con 1.010 departamentos. Asimismo, se construyó el Estadio Nacional, inaugurado en 1952 y que fue modernizado recién el 2010.
Además, el 11 de noviembre de 1954 se firmó con la SPCC el Convenio en el cual se “definen los derechos y obligaciones de la Compañía para la explotación como unidades independientes, de las propiedades de pórfido de cobre de baja ley denominados “Toquepala” y” Quellaveco” indicándose que la inversión calculada bordearía los US$ 200 millones, (US$ 1 955.57 al 2020). Sin embargo, como lo señala Quiroz, durante el gobierno de Odría se consolidó el sistema de “comisiones” para asignar los contratos de obras públicas y otros negocios del Estado, a tal punto que la percepción del enriquecimiento ilícito de Odría y sus amigos fue notoria. Se sabía que al presidente le gustaban los regalos, desde inmuebles hasta joyas. Todo el país se enteró, por ejemplo, de que el fundo Odría, en Monterrico, era la residencia que le obsequiaron sus “amigos” en agradecimiento por sus favores. Y aquí una observación que por favor no la consideren una justificación desde ningún punto de vista del actuar de Odría, como tampoco el de Leguía: ambos, indudablemente fueron corruptos, pero sus logros y obra pública superan largamente a la de los últimos gobiernos democráticos que ha vivido el Perú, atreviéndome a decir que los mismos han sido más corruptos.
Y para terminar, cabe recordar que los restos de Odría reposan en la catedral de Santa Ana de Tarma, muy cerca del altar mayor. Debe ser, quizá, el único dictador latinoamericano, al menos del siglo XX, que goza de ese privilegio póstumo. Tarma agradeció así a su hijo predilecto quien, siendo presidente, le dejó un hospital, un par de grandes unidades escolares, el Hotel de Turistas, el local de la Municipalidad y, por supuesto, su catedral, inaugurada en 1954. “Por mi patria doy mi vida y por Tarma mi corazón”, dijo alguna vez. Por ello, cada 26 de noviembre Tarma celebra el Día de la Gratitud. ¡Creo que la mayoría de los moqueguanos sentimos todo lo contrario respecto a cierto ingrato personaje cada vez más pintoresco!