Crimen y castigo: las redes sociales para develar verdades

No me sumé a la cadena por miedo a que fuera una noticia falsa, pero me gustó que muchos de mis amigos hayan ayudado sobremanera con la búsqueda del joven. Si de algo sirve, luego de desvanecerse la intención altruista, la desaparición de cualquier persona es un hecho de adecuada difusión.

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POR: ALEJANDRO FLORES COHAILA

El pasado 05 de junio por la mañana apareció el joven estudiante de la Universidad Católica de Santa María, luego de que su padre denunciara su desaparición ante la policía horas antes. La noche del martes, al salir de sus clases de natación en el Club Internacional, informó a su padre que el taxista que lo estaba llevando tenía pinta sospechosa.

Por medio de mensajería celular, el joven, cuando estaba a punto de enviarle una foto del taxista a su padre, dejó de escribir.

Se supo, días después, que no había sido secuestrado, sino que había mentido con el propósito de viajar a Lima.

Un amigo suyo lo había llevado hasta el terminal terrestre para que el joven partiera a Lima, lo que desató una cadena impresionante de difusión digital.

No es mi propósito elaborar un juicio moral, mucho menos informar sobre una noticia conocida. Más bien, lo que quiero hacer es dar a conocer –a quienes todavía no lo saben (o no lo creen)– que los medios digitales se han apoderado totalmente de la atención de la gente. Durante los últimos días, que han sido principalmente de ocio, recuerdo haber estado mucho tiempo en WhatsApp y Facebook, y casi todos los estados y publicaciones eran los mismo, una foto del joven y una descripción auxiliadora o una foto del parte policial.

No me sumé a la cadena por miedo a que fuera una noticia falsa, pero me gustó que muchos de mis amigos hayan ayudado sobremanera con la búsqueda del joven. Si de algo sirve, luego de desvanecerse la intención altruista, la desaparición de cualquier persona es un hecho de adecuada difusión.

La mentira siempre será condenada por los portadores de valores humanos. Pero si algo es rescatable de aquel caso, es el notable cambio del vehículo divulgativo que deja en segundo plano las horas de caminata y las monedas invertidas en cinta y copias que quedarán debajo del rostro de algún cantante de chicha.

Aunque nada de esto sería de ayuda sin un espíritu consagrado de empatía por parte de los jóvenes, amigos y desconocidos, que compartieron el hecho volviéndolo viral por algunos días. Un dato relevante es que, el amigo que informó a la policía que el joven no había sido secuestrado, actuó en gran parte por la presión de las redes sociales, lo que se volvió un tormento para él, pero al fin y al cabo uno positivo.

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