POR: CESAR. A CARO JIMENES
Me permito precisar una vez más, que invertir en la modernización del puerto de Ilo, sin considerar otros aspectos, como la necesidad de contar con un medio de transporte que realmente sea competitivo en lo que respecta a costos, rapidez y seguridad –la Interoceánica ya demostró largamente que una carretera no lo es–, sería, con el perdón de la frase, gastar pólvora en gallinazos.
Por ello, creemos esencial, que se posibilite o la construcción de una nueva vía férrea o la extensión, modernizándola, del ferrocarril de la Southern que va de Ilo a Toquepala, hasta la macro región este de Bolivia y Brasil en primera instancia. Dicho territorio constituye una verdadera Región Mediterránea enclavada en el centro del continente, constituida por Santa Cruz y los estados vecinos del Brasil que son regiones productoras dinámicas con un desafío común: vincularse en mejores con mercados dinámicos como los asiáticos para ampliar su base productiva y sostener su proceso de desarrollo.
En materia económica, dicha macro región representa un aparato productivo de más de 16.300 millones de dólares con una fuerte capacidad exportadora (2.800 millones de dólares) y un mercado urbano importante con un poder adquisitivo medio de 2.500 dólares.
Otra característica importante es que se trata de un espacio económico relativamente abierto al comercio internacional y con fuerte vocación exportadora, más aún si se considera su ubicación geográfica al centro del continente: mientras sus exportaciones representan el 17 por ciento del PIB macro regional, las importaciones apenas superan el ocho por ciento.
Ambos datos refuerzan la necesidad de contar con infraestructuras de transporte de calidad para reducir los costos unitarios asociados al comercio internacional, sobre todo considerando que en un futuro próximo, como consecuencia de la declinación de las reservas petroleras mundiales y la guerra en Ucrania, los precios tanto del petróleo como del gas tenderán al alza y por consiguiente los medios de transporte que lo utilicen sufrirán un incremento proporcional en sus costos, haciendo que el transporte terrestre en camiones no pueda competir en rutas largas con el transporte por hidro vías o ferroviario.
Ello a su vez determinará que en esta parte de los puertos más competitivos serán aquellos que ofrezcan a la vez, buenos servicios portuarios, una cadena logística integral que sume almacenamiento y transporte rápido y seguro a costos competitivos, por lo que la tendencia será conformar empresas, clústeres o grupos monopólicos con el fin de reducirlos. Debemos tener presente, como muy bien lo señala Drucker “que el comercio complementario intenta establecer una asociación. El comercio competitivo aspira a crear un consumidor. El comercio adversario intenta dominar una industria. El comercio complementario es un galanteo. El comercio competitivo es una batalla. El comercio adversario intenta ganar la guerra destruyendo al ejército enemigo y su capacidad de combatir”.
Recordemos también a Hoffmann, quien precisó que, aunque aumente el uso de contenedores y el porcentaje de movimientos de transbordo, la mayoría de los centros de estos últimos –a pesar de Chancay–, para la carga de los países sudamericanos del Pacífico se encuentran fuera de la región: son puertos en las Bahamas, los Estados Unidos, Jamaica y Panamá.
Por ello, pensar en el caso peruano, en un mega puerto o puerto pivote sin tener carga, la que está relacionada con la posibilidad de su traslado en uno u otro sentido, en condiciones y precios adecuados es un absurdo. Al menos pensar que éste pueda ser Chancay es un absurdo, por la distancia y costos a los mercados brasileños e incluso bolivianos, –sin vías férreas–, en relación a lo que podrían ofrecer otros puertos como Balboa o Panamá. Chancay en algo competirá y no precisamente como mega puerto, sino a una escala mucho menor.
Por ello no me cansaré de señalar que, –al no existir una clara concepción de lo qué somos y/o podemos ser, estamos sujetos a los intereses, caprichos o miopías de los líderes o gobernantes de turno, que muchas veces pecan además de extrema soberbia o ineptitud, de cierto grado de locura. Algo que no ocurriría si supiéramos hacia donde ir: elegiríamos entonces a los más adecuados para hacer realidad el porvenir real y no sueños absurdos que las más de las veces se vuelven pesadillas, tan solo por el prurito de no consultar a quienes saben más el tema portuario, que a mi modesto entender se encuentran en los países del hemisferio norte, en tanto en nuestros ámbitos geográficos brillan por su ausencia, sobre todo cuando se antepone el yo al nosotros…
El “yo” se ha vuelto el centro de atención, dejando de lado la importancia del “nosotros” como comunidad. Sin embargo, en un mundo globalizado donde los problemas que enfrentamos son cada vez más complejos y interconectados, es fundamental que comencemos a valorar y promover la colaboración y la solidaridad en lugar del egoísmo y la ambición desmedida.
El sector público, representado por el gobierno y las instituciones estatales, tiene la responsabilidad de velar por el bienestar de todos los ciudadanos, garantizando el acceso a servicios básicos como la educación, la salud y la vivienda, así como promoviendo políticas públicas que fomenten la inclusión y la igualdad de oportunidades. Por su parte, el sector privado, conformado por empresas y organizaciones, tiene la capacidad de generar riqueza y empleo, contribuyendo al crecimiento económico y al desarrollo de nuevas tecnologías y servicios.
Para lograrlo es fundamental que ambos sectores conjuntamente con la sociedad civil trabajen de manera coordinada y colaborativa, reconociendo que sus intereses están interconectados y que solo a través de la cooperación podrán enfrentar los desafíos del mundo actual.
Es necesario que el sector privado asuma un compromiso social más allá de sus intereses comerciales, apostando por prácticas empresariales responsables y sostenibles que contribuyan al bienestar de la sociedad en su conjunto y podamos construir un mundo más justo, equitativo y próspero para todos. Y la ruta a seguir pasa por una mesa de diálogo trasparente, participativa y vinculante en la que estén presentes todos los actores de la región.