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Continúa el cuento del Lagarto… solo él cree sus mentiras, a pesar de las evidencias

El hazme reír moqueguano evidentemente vive en su propio laberinto. La negación a su realidad cada vez más insistente, no es otra cosa que miedo y temor a la justicia que lo acorrala.

POR: KAREM ROCA LUQUE   

Aparentemente el ex presidente se muestra como un estadista muy capaz de llevar a un país como el nuestro al primer mundo. Refiere una sapiencia en cada campo con la anuencia de un entrevistador poco enterado o un periodista que no destaca precisamente por su buena memoria.

Empecemos por recordar las razones por las que fue vacado. Negar a un amigo como Richard Swing su otro asesor, pedir a su entorno inmediato convertirse en un escudo ante posibles denuncias por tráfico de influencias en donde se encuentra inmerso, nos detalla una vez más sus desvaríos, desasidos de su presente y de la razón.

Preguntémonos que lleva a un servidor público de su envergadura a pedir a su personal inmediato a cometer un delito, solamente para negar su ya muy famosa y graciosa amistad con este personaje a quien algunos llaman la Mónica Lewinsky del Lagarto, fue vacado por sus presuntos pagos ilícitos de diferentes constructoras cuando era Gobernador de Moquegua, y posteriormente como Ministro de Transportes.

Las acciones dan fe de las personas.

Si ustedes queridos amigos hubieran tenido conocimiento de que su presidente recibe a un pintoresco brujo, quién por sus propias declaraciones habla con personas fallecidas y visita frecuentemente al entonces presidente, sin registros y llevando dos espadas y un ramo de flores para florecerlo en la conducción de un país, no tengo la menor duda que la popularidad de la que presume hubiera sido una broma de mal gusto.

El hazme reír moqueguano evidentemente vive en su propio laberinto. La negación a su realidad cada vez más insistente, no es otra cosa que miedo y temor a la justicia que lo acorrala. Su similitud con Castillo es evidente si nos fijamos en los resultados, aunque debo decir que Castillo es un santo si de ladrones y coimeros se trata.

La justicia puede ser lenta pero no ignorante de sus andanzas, el lagarto, tonto al fin, no nos cuenta que muchos moqueguanos no correrán su suerte por ser honestos y asistir a la justicia cuando son requeridos por ella y para su nada envidiable destino colaboran con dignidad con la justicia.

El Lagarto estadista y su amigo entrevistador se despacharon una cacharrada publicitaria. Ahora resulta según declaraciones del lagarto, Keiko Fujimori tiene la culpa de sus delitos y Meche Araoz es una voraz arribista que planifico su vacancia y soñaba con la presidencia. Digamos que soñar no cuesta nada si no te han denunciado tantas veces por corrupción.

Habla de machismo, también que la pobreza se hereda y que sus delitos han sido archivados, nuevamente recrea en su mundo paralelo una inocencia que contradice a jueces y fiscales y luego resulta que todo lo que toca se convierte en oro, por ejemplo: ejercita una vanidad inconmensurable… si él bebe pisco, ron Zacapa y come su cancha con queso inmediatamente suben las ventas.

Y mejor aún, el brillante estadista moqueguano va a solventar su partido vendiendo polos con el logo del lagarto. Perdonarán la risa, pero los que lo conocemos sabemos que de honesto no tiene nada, aunque su partner se esfuerce en glorificarlo incluso como un temible depredador en cuestiones sentimentales, y/o un experto en romances, cuando aquí en Moquegua sus muchos conocidos y conocedores lo recuerdan como un adolescente que nunca tuvo una sola enamorada y no pasaba de ser un taciturno y retraído joven.

Algunos de sus compañeros de colegio comentan cómo era el Lagarto en su época escolar. Resulta que, al Lagarto, le ponían chicle en el asiento, siempre se enamoraba de las enamoradas de sus amigos, lo hacía en forma calladita, nunca destacó en deportes, nunca lo vieron en la Plaza de Armas, ni en la Alameda, cero chicas, cero fiestas, con razón creía a toda aquella cuando le decían que era muy guapo.

Hubo una vez que su amigo Tito le dio una cachetada y se puso a llorar, solía ser llorón. Comentan también que siempre sacaba 20, y que su mamá como era profesora le hacia las tareas, ¿cómo alguien puede ser tan torpe para joder un país y decir que es lo máximo?, vanagloriarse de ser el congresista más votado, olvidando fácilmente porque lo vacaron.

Causa mucha gracia cuando su partner entrevistador le pregunta:

¿La última vez que tuvo miedo? el Lagarto responde: permanente, tengo un miedo controlable, tengo miedo cuando veo las cifras económicas del Perú, que dicen que este año va aumentar la pobreza, eso me da miedo. No me da miedo los fantasmas que había en Palacio de Gobierno cuando vivía ahí, penan y hay fantasmas y el piano suena solitoooo, esas cosas no me dan miedo. Me da miedo las cosas que afecten a la gente, que hagan sufrir a la gente…

Nuevamente sonrío. La pregunta que muchos le hacemos:

¿No le da miedo mentir descaradamente?

¿No le da miedo recordar cuánta gente murió en pandemia, por no haber recibido una vacuna a tiempo?

¿No le da miedo haberse vacunado clandestinamente?

¿No le da miedo al karma?

¿No le da miedo culpar a sus amigos, personal subalterno de sus delitos cometidos?…

Señor Lagarto, usted solo se cree sus mentiras, pero poco a poco la verdad se va abriendo camino, no hay mal que dure 100 años.

Hasta la próxima semana amigos lectores.

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