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Colegio Nacional de La Libertad [5]

En sus claustros se educaron, entre otros hijos ilustres de Moquegua, Urbano Carbonera, autor de una tesis precursora sobre incineración de cadáveres, fue esposo de nuestra escritora Mercedes Cabello; Manuel C. de la Torre, héroe de Arica; Mariano Lino Urquieta, ilustre tribuno; Manuel Abastos, miembro conspicuo de la reforma universitaria de 1919 y destacado abogado penalista, entre otros.

POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS   

Al caer en desgracia Bolívar por su impopular proyecto vitalicio, el sahumerio de la servil adulación con la que fue halagado después de la victoria de Ayacucho, fue reemplazado por la sombra de los denuestos, el olvido y la vindicta. El presidente José de La Mar el 3 de junio de 1828 promulgó la ley dada por el Congreso Constituyente que decretaba que en Moquegua “el Colegio de Ciencias y Artes se denominará de La Libertad”. Se dejaba de lado el nombre de San Simón, innombrable aún en esta ley al punto que tuvieron el cuidado de omitirlo, ley que además le daba a la ciudad el título de benemérita a la patria y al pueblo de Torata el de villa por el heroico comportamiento que tuvieron en las luchas por la independencia.

En los primeros años había internado. Los estudiantes de octubre a marzo se levantaban a las 5,30, y los seis meses siguientes a las 6; a las 8 era el almuerzo, luego de misa ingresaban a sus aulas hasta las 11. El toque de campana a las 12,30 les indicaba que era momento de comer, hasta las dos; después estudiaban hasta las cinco. Luego de rezar el rosario tenían un recreo hasta las 7, 30, hora de cenar. A las nueve de la noche se tocaba silencio y se apagaban las luces.

 

En marzo de 1828 se aprueba el Reglamento, determinando las horas de estudio de los alumnos. Se haría uno nuevo en 1836, con pocas variantes. Cuando fue prefecto del departamento de Moquegua Manuel de Mendiburu, cuenta que en 1842 “habiéndonos ocupado el general Nieto y yo del atraso en que se hallaba el colegio de Moquegua y siendo tan uniformes nuestros deseos de perfeccionar su arreglo e impulsar su progreso, tomamos empeño en que el doctor Juan Gualberto Valdivia, que está presente, nos ofreciese aceptar el rectorado. Conseguido así, propuse al Gobierno en 11 de marzo, para el ejercicio del dicho cargo. No recibí contestación”.

Al asumir el rectorado Narciso Velásquez en 1829 hace constar que cuando fue rector el doctor Baltazar Zeballos, según inventario hecho en su momento, en la biblioteca había dos mil trescientos noventa y un volúmenes, sin duda valiosa herencia del periodo religioso. En 1943 parte de ellos fueron entregados para la reconstrucción de la Biblioteca Nacional luego de su infausto incendio.

En esta etapa republicana el colegio continuó dando enseñanza a las provincias de Arica y Tarapacá.

La eficiente enseñanza que se impartía llevó a que con un examen de suficiencia en la Universidad de Arequipa se podía obtener el título de abogado, por lo que se pidió que tuviera nivel universitario, sin lograr este objetivo.

La preocupación por una buena formación fue constante. En la oportunidad en que Pedro Mariano Cabello fue catedrático de matemáticas mixtas, nuestro Colegio fue uno de los mejores del país en estas materias.

El plantel no fue ajeno durante los vaivenes que sacudieron al país. En los diversos conflictos internos y en los internacionales, ofreció su cuota de sacrificio, sin que fuera satisfecha la deuda; el local fue convertido en cuartel de los ejércitos en tránsito, y en ocasiones objeto de destrucción y saqueo.

Con los sismos de 1831 y 1833 sufrió serios daños, con el cataclismo de 1868 la destrucción fue mucho mayor. Se hizo una nueva construcción de aulas en la década de 1910. La capilla quedó en escombros. Este espacio en 1975 fue destinado para construirse un local cultural, que incluía el Archivo Departamental.

Desde 1901 empezaron a matricularse mujeres, aunque en un número muy reducido. El Colegio Nacional de La Libertad empezó a tener el carácter de plantel mixto, hasta 1956, cuando se funda el Colegio Santa Fortunata.

En sus claustros se educaron, entre otros hijos ilustres de Moquegua, Urbano Carbonera, autor de una tesis precursora sobre incineración de cadáveres, fue esposo de nuestra escritora Mercedes Cabello; Manuel C. de la Torre, héroe de Arica; Mariano Lino Urquieta, ilustre tribuno; Manuel Abastos, miembro conspicuo de la reforma universitaria de 1919 y destacado abogado penalista, entre otros.

En 1958 el colegio se traslada a un edificio nuevo, mucho más amplio y funcional. El antiguo local quedó en uso para el colegio de mujeres Santa Fortunata. Muy afectado por el terremoto de 2001, esperamos su pronta restauración y puesta en valor.

Análisis & Opinión