POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
El Colegio mismo, fundado un lejano 1711, hundía su historia en la leyenda que inspiraba sus añejas aulas, vetustos pasadizos, misteriosos subterráneos abovedados de la época colonial que al estar tapiado su ingreso la imaginación lo convirtió en una extensa red bajo la ciudad, y el permanente comentario de tesoros originados en la lejana edad de oro del vino y el aguardiente, que se suponía acumulados en el templo a lo largo de siglos alentados por una fe creyente que con joyas se podía acortar el acceso al cielo, que acabaron escondidos en el laberinto de sótanos para resguardarlo del saqueo que padeció la ciudad en las guerras por la independencia, del pillaje de la invasión del 79, o de la avidez que solía acompañar a las endémicas revoluciones republicanas, siempre matizados de mitos, corregidos y aumentados en las charlas en cada encuentro social.
Sabíamos de la formidable biblioteca del plantel, creada por los jesuitas y enriquecida desde su fundación, que nutrió a los Cabello, Urquieta, Abastos y tantos otros, de la que Moquegua se desprendió de los más valiosos, ofreciendo una vez más su cuota de sacrificio al donarlos para el renacimiento de la Biblioteca Nacional luego del incendio del 43, como lo testimonia Basadre en sus memorias, y como lo escuchamos reiteradamente de nuestros mayores.
En justa reciprocidad buscamos que los documentos que sobre Moquegua resguardan nuestras instituciones culturales representativas, retornen a la ciudad y se conserven en nuestro Archivo en formato digital, como hace buen tiempo venimos reclamando, ponerlos a disposición de nuestros investigadores y con ellos enriquecer la historia de nuestro pueblo para ponerla al alcance de todos.
Quién no recorrió la pampa de Chenchén y el Cerro Blanco y se tropezó con tumbas Tiahuanaco; o admiró el imponente Cerro Baúl cuyas faldas estaban tapizadas de restos de cerámica Wari; o recorrió las alturas de Torata cubiertas de interminable andenería; o se introdujo en las gigantes tinajas coloniales del valle; o recorrió por la antigua bodega de Calaluna donde estuvo detenido Santa Cruz; o bien hizo el recorrido de Castilla por el centro de la ciudad cuando lo corrieron a balazos; o visitó la casa donde festejaron a lo grande la inauguración del tren a Ilo con la presencia de Balta, hermano del presidente…
Todo en la ciudad inspiraba mitos y leyendas de tiempos lejanos, sin embargo, en cada rincón tan presentes. Luis Alayza y Paz Soldán, en una de sus visitas a Moquegua en la década de 1930, la tierra de sus mayores, decía que recorrer por las calles de la ciudad no es pasear, es desarchivar. En efecto, nosotros vivimos la historia.
Nuestro anhelo es compartirla con las nuevas generaciones, que aprecien la ciudad y su arquitectura urbana por lo que ella encierra, que respeten la huaca porque saben lo que significa, que busquen los libros por lo que ellos enseñan y orientan. Que comprendan que el futuro del país se construye sobre los cimientos de nuestro pasado, más sólido cuanto mejor lo conozcamos.
Por eso nuestro interés de ser un enlace que contribuya a llevarles los libros que nos faltan; a preservar la ciudad, en mantener firme la ilusión de que en un año, que ciertamente no será lejano, tendremos el centenario Colegio restaurado; donde fue el templo jesuita, luego franciscano y después convertido en la capilla privada del Colegio Nacional de La Libertad, allí construir el moderno edificio del Archivo Regional, lugar en el que se colocó la primera piedra hace medio siglo, y se resguarde la documentación adecuadamente digitalizada junto a toda aquella que sobre Moquegua se encuentra en los diversos repositorios del país, como paulatinamente ya venimos recuperando; la indispensable y esperada Biblioteca Moquegua, formada por los libros de autores moqueguanos y lo que otros han escrito sobre nuestra tierra. Propuesta antigua que hoy pareciera tener mucho de quimera, pero es un sueño esperanzador que esperemos sea convertido en realidad por todas las autoridades.
Disponemos de los suficientes recursos para aspirar en un colegio tricentenario restaurado, construir un moderno local para el Archivo, equipar la moderna Biblioteca Moquegua. Planteamientos presentados en su momento, como parte del proyecto regional por el Bicentenario de la Independencia. Si no se hicieron ayer, pudiendo haberse hecho, mantenemos el anhelo que un día se harán. El pueblo de Moquegua se lo merece.