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23 noviembre, 2024 9:15 am

Barack Obama y las cartas de ciudadanos

Las cartas eran como un gotero intravenoso del mundo real, un recordatorio diario del pacto que había adquirido con el pueblo estadounidense…

POR: EDGARD NORBERTO “BETO” LAJO PAREDES   

La Presidencia de la República del Perú tiene una oficina donde los ciudadanos entregan cartas, memoriales y peticiones dirigidas al jefe de Estado. Siempre tuve la certeza de que no las lee, ni siquiera llegan al despacho; las mismas son derivadas al ministerio correspondiente con la anotación: «Sírvase atender.»

Leyendo el libro Una tierra prometida de Barack Obama, dos veces presidente de los Estados Unidos (2009-2017), encontré una carta de la ciudadana Nicole Brandon en la que dice: “Apreciado presidente Obama: Hoy me han informado de que, a partir del 30 de junio de 2009, me uniré al rápidamente creciente número de desempleados de este país… Hoy he aprendido que puedes tomar todas las decisiones correctas, hacer todo lo correcto, y aun así puede que no sea suficiente, porque tu Gobierno te ha fallado.” (p. 321). Esta es una trascendental reflexión que debe motivarnos, a los ciudadanos, a poner interés en la elección de autoridades (votar por los capaces, no por los rapaces), en la gestión gubernamental (que sea eficiente, participativa y ética), y en los resultados de las decisiones (conocer si son positivos o negativos), para rectificarlas o ratificarlas.

El primer afrodescendiente de la Casa Blanca escribe: “Cuando leía las cartas de los electores, sentía con mayor intensidad la seriedad de mi trabajo. Todas las noches recibía un lote de diez de ellas -algunas escritas a mano, otras en forma de correos electrónicos impresos-, pulcramente ordenadas en una carpeta morada. A menudo eran lo último que miraba antes de acostarme. Lo de las cartas había sido idea mía: se me ocurrió el segundo día en el cargo. Pensé que una dosis regular de correo de los electores sería una forma eficaz de salir de la burbuja presidencial y escuchar directamente a quienes servía. Las cartas eran como un gotero intravenoso del mundo real, un recordatorio diario del pacto que había adquirido con el pueblo estadounidense… Insistí en ver una muestra representativa (No quiero solo un montón de alegre cháchara de simpatizantes, le dije a Pete Rouse, que ahora era asesor principal…). Aparte de eso, dejamos en manos de nuestra Oficina de Correspondencia la tarea de elegir cuáles de las cerca de diez mil cartas y correos electrónicos que llegaban diariamente a la Casa Blanca pasaban a formar parte de la carpeta.” (p. 322).

Varias veces escuché “vox populi, vox Dei” (la voz del pueblo es la voz de Dios). En varios artículos propuse: así como hay una Oficina de Relaciones Públicas e Imagen Institucional que se encarga de difundir las acciones, obras y decisiones del gobierno a la ciudadanía, también debería haber una oficina encargada de escuchar a la opinión pública mediante las radios, donde los vecinos expresan sus reclamos, denuncias, quejas, indignaciones, comentarios, etc. Estas deben ser conocidas por las autoridades para atender, evaluar, admitir y acoger, dando respuesta por el mismo medio. Esto crea un vínculo entre los gobiernos y el pueblo, genera confianza, enriquece la gestión pública, y promueve la gobernabilidad y legitimidad.

“La mayoría de las veces eran peticiones urgentes de ayuda, y yo contestaba en una tarjeta que llevaba grabado en relieve el sello presidencial, explicando los pasos que estábamos dando para relanzar la economía y ofreciendo todo el aliento que podía. Luego marcaba la carta original con instrucciones para mi personal. Ver si el Departamento del Tesoro puede consultar con el banco si hay alguna opción de refinanciación, escribía. O bien: ¿Tiene el Departamento de Asuntos de los Veteranos algún programa de préstamos en esta situación? O simplemente: ¿Podemos ayudar? Eso solía bastar para captar la atención de la agencia pertinente. Ellos se ponían en contacto con el autor de la carta, y al cabo de unos días o unas semanas yo recibía un memorándum de seguimiento explicando las acciones emprendidas en su beneficio. A veces la gente obtenía la ayuda que había pedido: la salvación temporal de su hogar, un puesto en un programa de formación.” (p. 323).

“Apreciado presidente Obama: Estoy seguro de que nunca leerá esto, pero he pensado que le gustará saber que un programa que usted inició ha sido un auténtico salvavidas… Tras leer la carta, la guardaba y cogía una tarjeta para escribirle una breve respuesta a la persona en cuestión.” (p. 370).

La comunicación epistolar del presidente de la potencia mundial con su país fortaleció la democracia, definida por Abraham Lincoln como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. En la concepción hayista e indoamericana, la democracia es poner el Estado y el mercado al servicio de la sociedad civil, refutando al neocomunismo (donde el pueblo está al servicio del Estado) y al neoliberalismo (donde el hombre está al servicio de la economía).

Análisis & Opinión