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Antes, durante y después de Merino

No nos queda otra salida y es la de persistir, resistir y avanzar hasta encontrar la salida democrática que el país necesita. Al mismo tiempo el movimiento popular espontáneo debe tener estrategias y un norte, nadie lucha para nada.

POR JORGE ACOSTA ZEVALLOS

Al señor Merino no puedo llamarle Presidente porque considero que llegó al poder mediante un golpe de Estado de nuevo tipo. El viejo estilo de asonadas, captura del poder, por militares ha sido sustituido hoy por los golpes de estado maquillados de “legalidad”; lo hicieron en Paraguay, Guatemala y últimamente Bolivia por nombrar a algunos. Llegó a la Presidencia del Congreso porque dentro de Acción Popular era el de más experiencia.

Revisando su hoja de vida me entero recién que había sido varias veces Congresista y que por tus deficiencias habías pasado inadvertido e intrascendente. En realidad, no tenía el “brillo” de estadista como si lo tuvieron otros acciopopulistas como Paniagua que jugó un papel histórico al recuperar la democracia.

Desde el Congreso en alianza con los partidos “empresas” donde hay accionistas mayoritarios y congresistas sumisos comenzaron a confabular para tomar al poder. Sus ambiciones los cegaron al extremo de no interesarle la apocalíptica pandemia y la demoniaca recesión económica.

Se bajaron un primer premier para demostrar su poder ante un Presidente sin partido y programa. Pretendían cambiar las reglas de juego electoral imponiendo la reelección y la inmunidad parlamentaria.

Al fracasar en su embestida propusieron la primera vacancia con el argumento del “Swing” Cisneros. Con el nuevo traspié se jugaron por la segunda vacancia sustentadas en los documentales domingueros de la prensa televisiva. La ambición era más grande que su capacidad de raciocinio.

Drogados por el poder no sintonizaban con la ciudadanía que les decía que no recurrieran a la vacancia porque estamos en guerra contra la pandemia y que sea el poder Judicial el que aperture la investigación al terminar su mandato sobre las acusaciones al Presidente Vizcarra. La ambigua “incapacidad moral permanente” ha sido el pretexto para dar el golpe de Estado. Su agenda estaba establecida entre bastidores: repartir Ministerios, cambiar los miembros del Tribunal Constitucional y desde allí influenciar en el Jurado Nacional de Elecciones, dejar pasar un poco de tiempo para diferir las elecciones, recuperar sus intereses en las no licenciadas universidades, aprobar una serie de normas legislativas no importa si ello ocasiona un forado en el Estado peruano.

El poder enceguece y entorpece cuando se trata de beneficiarse particularmente, los corruptos creen que las prebendas les durara por los siglos de los siglos. El menosprecio que tienen sobre la ciudadanía, sociedad civil, trabajadores del campo y la ciudad los lleva cometer errores. No se dan cuenta que todo cansa y que hay momentos que de tanto llenar el balde de agua este termina rebalsando.

Ocurrió en Chile y ahora en el Perú. La corrupción es la gran pandemia que no nos permite progresar y la clase política el causante de su propagación. Ocurrió lo que muchos presentían, la reacción popular, principalmente de los jóvenes, ha sido y es inmensa. Miles de miles se han movilizado, otros realizan los cacerolazos y otros escriben en las redes sociales.

En otros países les parece increíble que ello ocurra en medio del Covid 19, si creen que el pueblo peruano esta hastiado de tanta corrupción, de componendas por el poder político y desprecio por la vida humana. La respuesta del usurpador del poder ha sido con la represión, el asesinato de jóvenes y decenas de desaparecidos. La herida se ha abierto y ya no hay otro camino que botar a Merino y sus secuaces. Ha renunciado y los que lo eligieron quieren armar un tinglado para volver a elegir otro “Presidente” vía el congreso. Cambiar mocos por babas para llegar a lo mismo.

No nos queda otra salida y es la de persistir, resistir y avanzar hasta encontrar la salida democrática que el país necesita. Al mismo tiempo el movimiento popular espontáneo debe tener estrategias y un norte, nadie lucha para nada.

El Tribunal Constitucional debe definir claramente lo es “incapacidad moral permanente”, sanción política a los congresistas que fomentaron la crisis política de desgobierno, debe emerger un nuevo gobierno de concertación y de transito que garantice las elecciones presidenciales y congresales limpias y transparentes, establecer el acuerdo de convocatoria de una Asamblea Constituyente que elabore una nueva carta magna.

Con respecto a la pandemia, crisis económica, social y política se hace necesario elaborar un Plan de emergencia nacional con presupuestos a los sectores más vulnerables, realizar el gasto público más eficiente, aplicar medidas económicas solidarias con los informales y micro empresas al borde la quiebra. Continuar con la implementación de los hospitales. Los acontecimientos cambian cada hora y quizás lo que decimos se desactualicen por que el contexto es turbulento y los intereses son muy opuestos.

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