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25 octubre, 2024 5:24 am

Hasta pronto Don Lucio

Don Lucio vino y se quedó en esta tierra, la vio crecer en 7 décadas, trabajó y aportó, amó a Ilo y se identificó. Como él hubo miles de pioneros que hicieron lo mismo, los hijos de ellos nunca los olvidaremos y nuestro mejor homenaje, muchos de los ladrillos de esta ciudad son de ellos.

Don Lucio vino y se quedó en esta tierra, la vio crecer en 7 décadas, trabajó y aportó, amó a Ilo y se identificó. Como él hubo miles de pioneros que hicieron lo mismo, los hijos de ellos nunca los olvidaremos y nuestro mejor homenaje, muchos de los ladrillos de esta ciudad son de ellos.

Don Lucio fue uno de los primeros inmigrantes que llego a Ilo. Terminado sus estudios en Tarata, vio que en el campo no había oportunidades para él. Viajo a Tacna en busca de trabajo, allí escucho que en el puerto había una recientemente instalada fabrica que necesitaban trabajadores.

Se embarcó en un camioncito que traía en cilindros combustibles desde Ilo a Tacna. El camino era trocha y accidentado.

Un día de marzo de 1948 su parada fue la Plaza de Armas donde destacaba la Iglesia San Gerónimo y una pileta de agua. Ilo era muy pequeño, sus gentes dependían de la carga y desembarco por el Muelle Fiscal, del valle de Ilo y algunos bancos.

Su cercado no pasaba de la calle Callao y la calle Grau y final de la Zepita y Abtao y le habitaban aproximadamente 2000 habitantes.

Al día siguiente de su llegada ya estaba trabajando en la Empresa Pesquera de Ilo Sociedad Anónima (EPISA) que quedaba en lo que hoy es Plaza Vea. Era una empresa de capital norteamericano que producía conservas y congelados de pescado principalmente de atún y bonito. Proveerse de pescado les resulto fácil pues el mar colindante era prodigiosamente abundante y no había que alejarse mucho del litoral.

Eran tiempos de llegada de centenares de trabajadores y trabajadoras de Arequipa, Puno, Tacna y Moquegua para filetear el pescado, cocinarlo, envasarlo. Todos los días salían embarcaciones de madera a extraer el famoso atún y la playa del Diablo se llenaba de espinas y viseras de pescado. Allí estaba Don Lucio laborando de 7 de la mañana a 7 de la noche, ganando 2 soles que era bastante, además recibiendo conserva como abono por su trabajo.

No había mayores entretenimientos y diversiones, en las noches miraban películas en el Cine Kocting y en los fines de semana se jugaba futbol para el cual los trabajadores de planta habían formado su club llamado EPISA para jugar con el de los pescadores Chalaca que después se convirtió en el clásico. Posteriormente se fundaron Peñarol y Defensor Ilo.

La incipiente industria resulto rentable y se comenzaron a construir campamentos y módulos para los obreros y empleados.

Eran ya los años 60 y Don Lucio estaba también en la construcción de ellas, se hacían planchas, con cemento y fierro importado, en el suelo para luego encasillarlas. Surge el Barrio Episa que tuvo un gran comedor y sala de baile. Allí con a la radiola se organizaban las fiestas y allí se dieron los enamoramientos de los foráneos. Ilo se convierte en un pueblo cosmopolita y pasa a finales del 50 a 10 mil habitantes.

Los empresarios de Episa investigaban en qué hacer con tanto desperdicio que dejaba la producción de la conserva y comienzan a realizar experiencias de obtención de harina y aceite de pescado. Los primeros intentos resultan negativos, sin embargo, se logra mejorarlo e instalar al costado de la conservera una planta piloto.

Don Lucio fue rotado de la sección embalaje a la administración de la Casa de Huéspedes ubicada en los que es hoy los edificios de Bahía Azul y por tanto conocer a gerentes, profesionales y técnicos de la empresa. Uno que destaca es el Sr. Drayner, canadiense que se enamoró de una moqueguana la Sra. Margarita Quintanilla.

Internacionalmente Europa estaba en reconstrucción y EEUU se disputaba dominios en Corea y posteriormente Vietnam (la guerra fría). La demanda de conservas para los soldados y alimentación para Europa hace que la industria de la conserva siga y se reimpulse la industria de la harina y aceite teniendo como insumo principal a la anchoveta y sardina. Se produce el boom pesquero en la década del 60, llegan al puerto más inmigrantes y la población crece a 30 mil habitantes.

Don Lucio, otros que arribaron antes y los ileños viven la experiencia de ver crecer exponencialmente la ciudad. El puerto se convierte en uno de los más altos exportadores de harina de pescado en el país. En últimos años del 50 se construye la Fundición de Ilo y el Muelle Tablones de la SPCC. La ciudad es caótica, las viviendas son barriadas y la vida nocturna se convierte en una necesidad porque el dinero se multiplicaba por la pesca y la construcción en las nuevas inversiones.

Don Lucio se casó en la localidad, sus hijos ileños tuvieron también hijos ileños. La ciudad que crecía desordenadamente, anárquicamente, con alto costo de vida y con alto efectivo circulando ha tenido en sus inmigrantes su principal activo de ser hoy lo que es. Ellos que vinieron a solo a trabajar, decidieron quedarse y apoyaron las ideas de los que reclamaban que en Ilo debía quedarse parte de los ingresos que aportaban. El reclamo que Ilo sea provincia fue abanderado por ellos porque sentían que era su trabajo lo que les quitaba.

Don Lucio que nunca se desligo del trabajo pesquero, de los que estaban en tierra, vivió también la crisis de la pesca cuando por pesca desmedida, en otros por los efectos de la corriente del niño que asolo la biomasa marina. Don Lucio conoció la nacionalización de las empresas pesqueras, el nacimiento de la Empresa Pesca Perú y EPSEP, cuando los gringos fueron sustituidos por funcionarios peruanos y los sindicatos como el SUTPPI y la Federación de Trabajadores Pesqueros tuvieron más poder en la empresa. Pero, así como vio emerger la Industria Pesquera también la vio desaparecer. Fue testigo de avances pero también de contaminaciones y depredación severa de recursos, se alineo con Julio y sus amigos en la apuesta de una ciudad que quiero ser.

Don Lucio vino y se quedó en esta tierra, la vio crecer en 7 décadas, trabajó y aportó, amó a Ilo y se identificó. Como él hubo miles de pioneros que hicieron lo mismo, los hijos de ellos nunca los olvidaremos y nuestro mejor homenaje, muchos de los ladrillos de esta ciudad son de ellos. Hoy 11 de abril en medio de la pandemia, el corazón de Don Lucio dejó de latir y solo nos queda decirle hasta pronto y como dice el dicho dejaste huella en el cemento fresco que perdurara.

Análisis & Opinión